Francia al borde del abismo político: ¿puede Macron mantener la república bajo control?
La renuncia fulminante del primer ministro Sébastien Lecornu sacude a una Francia fragmentada y en crisis, mientras crecen los llamados a la dimisión del presidente Macron
Por Redacción
Una dimisión que retumba en el corazón político de Europa
Francia, uno de los pilares históricos de la democracia europea, atraviesa uno de sus periodos políticos más inestables desde la fundación de la Quinta República. La renuncia del primer ministro Sébastien Lecornu, ocurrida apenas un día después de haber conformado su gabinete ministerial, ha causado un auténtico seísmo político tanto en París como en los mercados internacionales. Así, el país entra en una etapa de profunda incertidumbre institucional, agravada por una legislatura profundamente dividida y una oposición que exige decisiones drásticas.
¿Quién era Sébastien Lecornu y por qué su renuncia importa?
Lecornu fue designado por el presidente Emmanuel Macron como primer ministro tras la caída de su antecesor, François Bayrou, en una movida que buscaba traer estabilidad. Sin embargo, la elección de Lecornu fue recibida con escepticismo desde múltiples frentes. Su intento de revivir figuras controversialmente ligadas al deterioro fiscal del país —como el regreso de Bruno Le Maire, exministro de Finanzas ahora asignado al Ministerio de Defensa— encendió alarmas no solo entre sus opositores, sino también entre miembros del propios partido gobernante.
“Me desespera este circo”, escribió Agnès Pannier-Runacher, ministra de Ecología reelecta, en un post de X (Twitter), reflejando el sentimiento de caos e incredulidad que se instaló en el Ejecutivo.
Un gobierno efímero, un presidente acorralado
Macron aceptó la renuncia de Lecornu con un lacónico comunicado desde el Palacio del Elíseo. Mientras tanto, los ministros recién nombrados supieron que su papel se limitaría a gestionar los “asuntos corrientes” como gobierno en funciones. Tan solo horas después de su designación, algunos ni siquiera habían tomado posesión formal de sus nuevas carteras.
El impacto inmediato se sintió también en los mercados. El índice CAC-40, que agrupa a las principales compañías francesas, se desplomó casi un 2% respecto al cierre del viernes, una clara señal de la preocupación económica por el vacío institucional y los titubeos presidenciales.
Una Asamblea sin mayoría y sin brújula
El telón de fondo de esta crisis es una Asamblea Nacional profundamente fragmentada. Desde que Macron convocara elecciones anticipadas el año pasado, el resultado fue un rompecabezas político: la suma de la extrema derecha y la extrema izquierda controla más de 320 escaños, mientras que los centristas y conservadores aliados de Macron apenas suman 210. Esta correlación de fuerzas hace inviable la aprobación de reformas sin amplios acuerdos y compromisos.
Lecornu había optado por no hacer uso del controvertido artículo 49.3 de la Constitución Francesa, que permite aprobar leyes sin votación parlamentaria. Prefería, al menos en teoría, forjar consensos. Tal estrategia se reveló inviable en una Asamblea que se ha convertido en campo de batalla ideológico.
Francia Unida y el Reagrupamiento Nacional: enemigos comunes con objetivos similares
Inmediatamente tras la renuncia, los partidos extremos alzaron la voz. El Reagrupamiento Nacional (Rassemblement National), liderado por Marine Le Pen, exigió algo claro: elecciones anticipadas o la dimisión definitiva de Macron. Desde el otro extremo del espectro político, La Francia Insumisa (La France Insoumise) también solicitó que el presidente dé un paso al costado.
Ambas formaciones han criticado duramente la permanencia de figuras del antiguo gabinete, incluyendo a Bruno Retailleau en Interior, Jean-Noël Barrot en Exteriores, y Gérald Darmanin en Justicia. En su visión, esto no representa un verdadero cambio sino más de lo mismo, con actores que ya han fracasado en proporcionar soluciones tangibles a los múltiples desafíos del país.
Macron: ¿una presidencia en declive?
Desde su reelección en 2022, la figura de Emmanuel Macron ha perdido fuerza política y autoridad moral. En su segundo mandato, sin una mayoría absoluta en la Asamblea y con una oposición agrupada y agresiva, Macron se ha visto obligado a gobernar en “modo crisis”.
Inflación, protestas por la reforma del sistema de pensiones, crisis migratoria, malestar social y el aumento del extremismo ideológico han erosionado su capacidad de maniobra. La elección de Lecornu, lejos de ser una solución, ha profundizado la sensación de improvisación y desconexión con el sentir popular.
Un sistema político al borde del colapso
La Quinta República francesa fue diseñada para otorgar amplios poderes al presidente en tiempos de estabilidad y gobernabilidad. Sin embargo, en un sistema parlamentario donde el Ejecutivo depende de una mayoría legislativa sólida, la situación actual evidencia la necesidad de reformas estructurales.
La oposición de derecha y de izquierda, por separado, no puede formar gobierno sin alianzas. Pero tampoco permite que la coalición presidencial avance en su agenda. El resultado es un bloqueo institucional que amenaza con volverse crónico. Algunos académicos ya hablan de un sistema en “estado de fatiga democrática”.
Parálisis e incertidumbre: ¿qué viene ahora?
En un contexto de tensión y recalibración, Macron enfrenta decisiones críticas:
- Formar un nuevo gobierno de unidad nacional, que incluiría ministros de todos los partidos dispuestos a pactos programáticos.
- Convocar nuevas elecciones anticipadas, con el riesgo evidente de que la extrema derecha o izquierda logren la mayoría.
- Buscar una reforma constitucional profunda, aunque esto requiere amplios consensos que hoy parecen inalcanzables.
El papel de Europa en la crisis francesa
La inestabilidad política francesa preocupa al resto de Europa. Francia, junto con Alemania, es una de las puntas de lanza de la Unión Europea. Su salud democrática y estabilidad institucional son claves para los proyectos comunes del bloque, desde la transición energética hasta la seguridad común y la política migratoria.
Los ojos de Bruselas, Berlín y Madrid están puestos en París. Las futuras cumbres de la Unión no solo debatirán política europea, sino también la consistencia del modelo republicano francés como ancla de estabilidad en una Europa agitada por el resurgir de populismos, conflictos bélicos y crisis económicas.
Una nación atrapada entre la esperanza y el cinismo
En las calles, la ciudadanía francesa no disimula su frustración. Tras años de reformas impopulares, protestas callejeras, pandemias y guerras internacionales que desvían atención y recursos, la confianza institucional está erosionada.
Según el Instituto IFOP, el 66% de los franceses cree que Macron ha perdido el control del país. Además, el 51% estaría a favor de una disolución de la Asamblea Nacional para convocar nuevas elecciones parlamentarias, incluso sin garantías de resultados claros.
Francia se encuentra, una vez más, ante una encrucijada histórica. La renuncia de Lecornu no es solo un síntoma de la crisis política, sino también un reflejo del agotamiento de los mecanismos tradicionales de gobernabilidad. Macron aún tiene tiempo, pero el reloj institucional está corriendo en su contra.