Ghislaine Maxwell y el oscuro legado de Epstein: ¿justicia servida o telón bajado demasiado pronto?

La Corte Suprema de EE.UU. rechaza la apelación de Ghislaine Maxwell, cerrando una etapa clave en uno de los escándalos sexuales más sonados del siglo XXI, mientras persisten dudas, teorías y la opacidad del caso Epstein

¿Final del escándalo o cierre prematuro?

El lunes 2 de octubre, la Corte Suprema de Estados Unidos rechazó revisar la apelación de Ghislaine Maxwell, la socialité británica que fue hallada culpable de participar en la red de tráfico sexual de menores liderada por el difunto magnate Jeffrey Epstein. Con esta decisión, los jueces decidieron no reabrir una de las tramas criminales más polémicas, mediáticas y opacas de las últimas décadas.

Maxwell cumple una condena de 20 años por cargos de tráfico sexual, tras ser declarada culpable por un jurado en Nueva York en 2021. Su caso sigue generando controversia no solo por la gravedad de los crímenes, sino por lo que no se ha divulgado: ¿Quiénes eran los clientes? ¿Por qué tantos documentos siguen siendo confidenciales?

La figura de Maxwell: cómplice, víctima o cabeza de turco

Durante años, Ghislaine Maxwell se movió con soltura en los círculos elitistas de Estados Unidos y Europa. Hija del magnate de los medios Robert Maxwell, cuyo misterioso fallecimiento en 1991 sigue dando de qué hablar, Ghislaine era una socialité equipada con contactos de alto poder político, empresarial y aristocrático.

Pero su cercanía con Jeffrey Epstein, un inversor neoyorquino con una fortuna igualmente sospechosa, reconfiguró su perfil de socialité a facilitadora de abusos. Testimonios claves en el juicio la ubicaron como quien reclutaba y “adiestraba” a menores de edad para ser explotadas sexualmente, muchas veces en propiedades controladas por Epstein en Florida, Manhattan y las Islas Vírgenes.

Maxwell y sus abogados siempre negaron las acusaciones. Afirmaron que un acuerdo de no enjuiciamiento firmado por Epstein en 2007 también amparaba a sus «potenciales co-conspiradores», argumento que fue rotundamente descartado por la corte federal de apelaciones de Estados Unidos.

La Corte Suprema cierra la puerta y deja preguntas abiertas

Aunque el rechazo de la apelación por parte de la Corte Suprema era previsible (el tribunal acepta menos del 2% de los casos presentados), el hecho de no ofrecer razón alguna acrecentó las voces que exigen más transparencia.

David Oscar Markus, abogado de Maxwell, insistió en que su cliente “jamás debió ser juzgada, y mucho menos condenada”. El equipo legal de Maxwell también alegó que había sido tratada injustamente al convertirse en el blanco principal luego de la muerte de Epstein en 2019—aparentemente por suicidio—tras su detención por tráfico sexual de menores.

El gobierno estadounidense, bajo la administración de Donald Trump, desestimó cualquier interés en reabrir el caso, argumentando protección a las víctimas y asegurando que el material confidencial “solo en una mínima fracción habría sido presentado en un hipotético juicio a Epstein”.

Una historia salpicada por nombres ilustres (y ausencias incómodas)

Uno de los elementos más controvertidos del escándalo Epstein-Maxwell ha sido la cantidad de personas poderosas presuntamente relacionadas con el círculo delictivo. Desde la realeza británica hasta empresarios tecnológicos, pasando por expresidentes y grandes figuras de Hollywood, múltiples nombres habrían estado mencionados en la famosa «libreta negra de Epstein».

Sin embargo, pese al gran interés del público y de ciertos sectores mediáticos por conocer más detalles, el Departamento de Justicia se ha negado a desclasificar documentos clave. Según sus declaraciones, tales informes estarían bajo sello judicial para «proteger a las víctimas».

El escepticismo crece al conocer que figuras del equipo de Trump, como el actual director del FBI, Kash Patel, y el subdirector Dan Bongino, anteriormente apoyaban teorías de conspiración señalando que se estaban ocultando pruebas que implicaban a “altos mandos y celebridades”.

Una red criminal sofisticada con impunidad institucional

Epstein había sido procesado anteriormente en 2008, tras recibir una sentencia sumamente benigna de solo 13 meses de cárcel con «libertad laboral», gracias a un polémico acuerdo alcanzado en Florida con el fiscal Alexander Acosta, quien más tarde fue secretario de Trabajo de Trump. En ese entonces, más de 30 víctimas habían sido silenciadas.

Ese acuerdo implicaba que ni Epstein ni ninguna de sus supuestas cómplices serían procesados a nivel federal — hasta que nuevas investigaciones reavivaron el caso en 2019. Acosta renunció poco después.

Para muchos, Ghislaine Maxwell ha sido convertida en chivo expiatorio, mientras las verdaderas figuras de poder implicadas han salido ilesas. Como añadió el propio Jared Bernstein, exconsejero económico de la Casa Blanca: “Se prometió justicia para todas las víctimas, pero solo Maxwell enfrenta consecuencias hasta ahora”.

¿Por qué tanto silencio todavía?

Los rumores sobre una potencial «lista de clientes» han permeado el discurso político y social en EE.UU. Desde círculos progresistas hasta la derecha trumpista, muchos coinciden en la necesidad de una revisión pública de los documentos. ¿Qué intereses están involucrados en mantener esta carpeta guardada bajo llave?

Recordemos que nombres como Bill Clinton, Donald Trump, el príncipe Andrés y Elon Musk han sido, de forma directa o indirecta, relacionados con Epstein en alguna etapa. No hay evidencia directa hasta el momento que implique a todos ellos en delitos, pero la ausencia de investigaciones o cargos ha sembrado sospechas.

En 2023, Maxwell fue entrevistada por el fiscal adjunto Todd Blanche en un juzgado de Florida. Bajo inmunidad limitada, negó haber presenciado comportamiento sexual indebido en presencia de Trump. Este testimonio fue divulgado como forma de «limpiar» la imagen del expresidente, según documentos oficiales. Pero ¿dónde están los testimonios que podrían comprometer a otras figuras?

La cultura de la impunidad sigue ganando

Mientras Maxwell cumple su condena en una prisión de mínima seguridad en Texas, lejos del foco mediático, cientos de preguntas siguen sin respuesta. Su traslado desde Florida no fue explicado públicamente ni por el Federal Bureau of Prisons ni por su equipo legal. Algunos ven en ello una maniobra para protegerla; otros, una forma de silenciarla.

Lo que resulta claro es que la justicia ha sido parcial. Si Maxwell participó de manera activa en estos crímenes, como evidenció el juicio, merece su condena. Pero si múltiples personas más colaboraron, facilitaron u ocultaron estos abusos, ¿por qué no hay procesos abiertos contra ellos?

Hasta ahora, solo cuatro víctimas se han presentado en juicio, y su valentía permitió que Maxwell fuera juzgada. Sin embargo, múltiples testimonios documentales sugieren que hubo decenas de adolescentes afectadas entre los años 1990 y 2000.

Lo que revela este caso sobre el sistema judicial estadounidense

Muchos activistas y juristas señalan que el caso Epstein-Maxwell pone en evidencia la debilidad del sistema judicial ante las élites. Aquellos con poder político o económico suelen evadir justicia, mientras que una persona como Maxwell puede ser severamente castigada para «demostrar» que el sistema funciona.

Esto no significa que ella sea inocente, sino que el castigo no ha sido equitativo. Como resumió una de las víctimas en el juicio: “Ella era la cara visible de un sistema mucho más grande. Pero los hombres desaparecieron del radar”.

Hoy, la Corte Suprema ha decidido no ir más allá. Y aunque eso sea legalmente válido, socialmente deja un mensaje preocupante: la verdad se entierra, el poder sobrevive.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press