La crisis política que sacude a Francia: ¿Está Macron perdiendo el control del país?
La renuncia relámpago del primer ministro Sébastien Lecornu refleja el caos que reina en la política francesa, mientras Emmanuel Macron se enfrenta a su momento más frágil desde que asumió la presidencia.
Una renuncia que duró menos que un día
Francia vuelve a ser el epicentro de un terremoto político europeo. El 15 de julio de 2024, el primer ministro Sébastien Lecornu presentó su renuncia menos de 14 horas después de haber anunciado su nuevo gabinete. Una movida que dejó perplejos tanto a los ciudadanos franceses como a observadores internacionales y que pone en tela de juicio la capacidad del presidente Emmanuel Macron de sostener el timón de un país políticamente fragmentado.
En sus propias palabras, Lecornu explicó en la escalinata del histórico Hôtel de Matignon: "Uno no puede ser primer ministro si las condiciones no están dadas". Así de claro y tajante. Lo que debía ser la piedra angular de una renovación política para enfrentar una Asamblea Nacional sin mayoría, terminó convertido en un espectáculo de inestabilidad institucional.
Macron, de "maestro de los relojes" al líder acorralado
Macron llegó a la presidencia en 2017 con la promesa de modernizar Francia y renovar su política. Se autodenominó "maestro de los relojes", sugiriendo que controlaba los tiempos y los movimientos. Siete años después, ese control parece desmoronarse.
Desde la disolución de la Asamblea Nacional en junio de 2024, las cosas no han hecho más que empeorar. Las elecciones legislativas anticipadas provocaron una situación aún más caótica: un Parlamento dividido en tres bloques donde nadie tiene mayoría absoluta. Ni los centristas de Macron, ni la izquierda, ni la ultraderecha liderada por Marine Le Pen consiguen imponerse.
Según Luc Rouban, investigador del prestigioso Sciences Po de París: "No es una buena imagen de estabilidad, pero la institución central sigue siendo el Presidente de la República". Y es justo eso lo que Macron parece estar intentando sostener, mientras el suelo tiembla bajo sus pies.
Una danza de primeros ministros
Desde septiembre de 2024, Francia ha tenido una curiosa seguidilla de primeros ministros: Gabriel Attal, Michel Barnier, François Bayrou y ahora Sébastien Lecornu. Todos ellos designados directamente por Macron y todos, sin excepción, concluyendo su mandato en condiciones desastrosas.
Lecornu había sido elegido por su cercanía con Macron y su reputación de operador político capaz. Sin embargo, después de solo tres semanas de negociaciones con distintos partidos, líderes empresariales y sindicatos —sin ningún avance significativo en torno al presupuesto 2025—, echó finalmente la toalla ante la imposibilidad de gobernar.
La izquierda amenazaba con plantear una moción de censura esta misma semana, mientras que la ultraderecha también insinuaba su negativa a cooperar. La situación se tornó insostenible.
¿Por qué Francia no logra formar coaliciones?
Países como Alemania, Países Bajos o Italia están habituados a los gobiernos de coalición. Francia, en cambio, carece de esa tradición política. Su sistema presidencialista durante décadas ha favorecido gobiernos con mayoría clara en la Asamblea Nacional, lo cual ha sido clave para mantener la estabilidad institucional.
Pero ahora, con la Cámara baja polarizada y Macron sin mayoría desde 2022, la posibilidad de concertación parece una utopía. La batalla politizada entre la izquierda, el centro macronista y la extrema derecha ha conducido a bloqueos legislativos históricos, donde literalmente no se puede aprobar un presupuesto ni políticas públicas básicas.
¿Y si se disuelve otra vez el Parlamento?
Macron todavía tiene la carta de disolver nuevamente la Asamblea Nacional. Sin embargo, es una jugada peligrosa. Si las elecciones anticipadas le salieran mal —como podría ocurrir—, entregaría el poder legislativo a la extrema derecha de Le Pen o a una izquierda fortalecida, ambas hostiles a sus posiciones políticas.
Marine Le Pen, al frente del Rassemblement National, ha conseguido consolidarse como la fuerza más votada en muchos distritos. En las pasadas legislativas obtuvieron más de 33% del voto popular, lo que la posiciona como potencial primera ministra si su coalición gana.
Esto implicaría que Macron podría verse forzado a cohabitar con una primera ministra ultraderechista, algo sin precedentes desde los tiempos de Jacques Chirac y Lionel Jospin. Sería un giro radical en la política interna y externa de Francia.
La economía francesa: más preguntas que respuestas
La inestabilidad política no es gratis. Francia arrastra un déficit fiscal del 5,5% del PIB y una deuda pública que supera el 110%. Las agencias de calificación, como Moody’s y Fitch, ya han comenzado a emitir alertas sobre el grado de inversión del país.
Además, la falta de gobierno estable ha afectado gravemente la confianza de los inversores internacionales. El índice CAC 40 ha mostrado una volatilidad creciente desde junio de 2024, con una caída del 7,8% acumulada en comparación con el mismo periodo del año anterior.
Las reformas estructurales, como la del sistema de pensiones, han quedado paralizadas y los movimientos sociales empiezan a organizarse de nuevo. La posibilidad de una nueva oleada de protestas como las de los “chalecos amarillos” asoma en el horizonte.
Las implicaciones para Europa y el mundo
En el plano internacional, Francia es uno de los pilares de la Unión Europea. Su inestabilidad interna compromete la capacidad del bloque para tomar decisiones firmes sobre temas como Ucrania, Gaza y la rivalidad con Rusia. Macron siempre ha querido posicionarse como el garante europeo en temas internacionales, pero cada vez se le hace más difícil asumir ese papel sin un mandato fuerte en casa.
Además, la política exterior de Francia podría virar drásticamente si Le Pen o alguna coalición de izquierda accediera al poder legislativo. Tanto la extrema derecha como una izquierda radical liderada por Jean-Luc Mélenchon tienen posturas escépticas sobre la OTAN, la UE y las políticas migratorias, lo cual impactaría el equilibrio del continente.
Por ahora, Macron sigue siendo el presidente y conserva el control en materia internacional. Pero si el caos continúa, Francia podría entrar en una espiral de desgaste sin retorno.
¿Qué sigue para Emmanuel Macron?
El jefe de Estado francés prometió que cumplirá su mandato hasta 2027. Pero cada semana que pasa se hace más evidente que su margen de maniobra es mínimo. Su impopularidad ha aumentado: una encuesta reciente de IFOP indica que solo el 23% de los franceses creen que Macron tiene el control político del país.
El presidente debe ahora encontrar un nuevo primer ministro o convocar nuevas elecciones legislativas. Ambas opciones tienen riesgos gigantescos. Su habilidad para sobrevivir dependerá de su destreza política y de su capacidad para construir consensos en un entorno ideológicamente hostil.
Francia ha conocido crisis en el pasado, desde la Cuarta República hasta el Mayo del 68. Pero quizás nunca había estado tan paralizada institucionalmente como ahora. Lo que se está jugando no es solo la continuidad de un gobierno, sino el modelo mismo de la V República. Y eso debería preocuparnos a todos.