Putin y la Nueva Guerra Fría Nuclear: ¿Hay Esperanza para el Tratado New START?

Una mirada profunda al futuro del control de armas nucleares entre Estados Unidos y Rusia en un mundo cargado de tensiones geopolíticas

Una chispa de esperanza en medio del caos

En un entorno geopolítico caracterizado por tensiones crecientes, conflictos en curso y la amenaza latente de una nueva carrera armamentista, un breve comentario del expresidente estadounidense Donald Trump ha encendido una luz de esperanza sobre uno de los tratados bilaterales más importantes del siglo XXI: el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (New START).

El presidente ruso Vladímir Putin declaró recientemente su disposición a extender el tratado por un año más, instando a que Estados Unidos haga lo mismo. Ante esto, Trump comentó: “Me parece una buena idea”. Esa sencilla frase fue recibida con satisfacción por el Kremlin, que la consideró una señal alentadora para mantener vivo un acuerdo cuya expiración podría llevar a un mundo aún más peligroso.

¿Qué es el Tratado New START?

Firmado en 2010 por el entonces presidente estadounidense Barack Obama y su homólogo ruso Dmitri Medvédev, el New START es un acuerdo bilateral que limita el número de armas nucleares desplegadas por ambas potencias:

  • Máximo de 1.550 ojivas nucleares desplegadas.
  • No más de 700 misiles y bombarderos desplegados.
  • Inspecciones mutuas y mecanismos de verificación para garantizar el cumplimiento.

En un contexto donde Estados Unidos y Rusia concentran más del 90% del arsenal nuclear mundial, el New START es prácticamente el último pilar que evita una proliferación descontrolada de estas armas.

¿Por qué está en peligro el tratado?

Tras ser extendido en 2021 por cinco años más, el tratado expira en febrero de 2026. Las inspecciones estipuladas se suspendieron en 2020 debido a la pandemia de COVID-19 y, desde entonces, no se han reanudado. El aumento de las hostilidades y la desconfianza tras la invasión rusa de Ucrania en 2022 ha enfriado aún más las relaciones y ha interrumpido el diálogo estratégico.

Putin ha sido claro: si Estados Unidos no quiere continuar con el tratado, Rusia tampoco. Sin embargo, también afirmó que el país se siente completamente seguro con su "escudo nuclear" y que el trabajo en nuevas tecnologías continúa.

¿Una extensión de un año: solución o placebo?

Putin propuso en septiembre extender el tratado un año más ad referéndum, es decir, mientras se negocia un nuevo acuerdo más integral. Este gesto, aunque en el pasado habría sido considerado geopolíticamente prudente, hoy se encuentra con un entorno volátil.

Según el vocero del Kremlin, Dmitri Peskov: “La declaración de Donald Trump abre una ventana para mantener vivo el tratado”. Pero la complejidad para llegar a un nuevo acuerdo es inmensa.

¿Qué debería incluir un nuevo tratado?

Putin señaló que un eventual sucesor del New START deberá abarcar temas mucho más complejos, entre ellos:

  • Armas nucleares tácticas (de corto alcance).
  • Nuevos sistemas estratégicos rusos, como el Avangard (vehículo hipersónico planeador).
  • La inclusión de China, cuyas reservas nucleares siguen creciendo.
  • El papel de otros actores nucleares de la OTAN, como Francia y Reino Unido.

Estados Unidos ha presionado para incluir a China en cualquier tratado futuro. Sin embargo, Pekín ha rechazado tajantemente formar parte, argumentando que sus reservas nucleares (alrededor de 500 ojivas, según estimaciones del SIPRI) están muy por debajo de las de Rusia y EE.UU. (ambos con más de 5.000 cada uno).

¿Quién quiere terminar con New START?

A nivel interno, tanto Rusia como Estados Unidos tienen actores que se resisten a la continuidad del pacto. En el Congreso de EE.UU., miembros del ala más conservadora han argumentado que el tratado limita de forma injusta la capacidad defensiva del país frente a nuevas amenazas como China, Corea del Norte o Irán.

Por su parte, Rusia ha endurecido su retórica desde el inicio de su invasión a Ucrania. Putin vincula la política nuclear al conflicto en Europa del Este, lo cual complica una negociación técnica con implicaciones de seguridad global.

“Si ellos no lo necesitan, nosotros tampoco. Nosotros confiamos plenamente en nuestro escudo nuclear” —Vladímir Putin.

El rol de la OTAN y el equilibrio nuclear europeo

Putin también hizo un llamado a considerar las armas nucleares de países como Reino Unido y Francia, miembros de la OTAN con capacidades nucleares independientes. Esto añade una capa de complejidad, ya que ambas naciones se han mostrado cautas frente a cualquier acuerdo multilateral que implique cesión de soberanía estratégica.

Rusia argumenta que en un conflicto directo con OTAN, no solo Estados Unidos usaría armas, sino todos los miembros nucleares aliados. Por tanto, el cálculo estratégico de Moscú incluye sus fuerzas como una respuesta unificada.

¿Un futuro sin acuerdos?

Si el New START expira en 2026 sin ninguna extensión o reemplazo:

  • No habría límites al arsenal nuclear de EE.UU. y Rusia por primera vez desde 1972.
  • Las inspecciones mutuas desaparecerían, generando un vacío de confianza.
  • Aumentaría el riesgo de errores de cálculo y eventuales escaladas fatales.

El fin de una era en la diplomacia nuclear

Desde la década de 1960, los tratados entre Moscú y Washington evitaron numerosos enfrentamientos a gran escala. De los históricos SALT I y II, INF (eliminado en 2019), hasta START I en 1991 y ahora el New START, estos pactos permitieron reducir el arsenal nuclear global a casi un tercio del pico alcanzado durante la Guerra Fría.

Pero más allá del miedo o desconfianza, el simple hecho de sentarse a dialogar ha sido clave. Cada tratado implicó recopilación de datos, verificación mutua —y sobre todo— reconocimiento de que la carrera armamentista sólo podría terminar en destrucción mutua asegurada.

¿Qué piensan los expertos?

Para Shannon Kile, director del Programa de Armas Nucleares del SIPRI: “El mundo está entrando a una zona gris en la que los tratados dejan de funcionar y se normaliza la falta de regulación entre potencias nucleares”.

La organización Ploughshares Fund advierte del enorme costo que representa siquiera renovar el arsenal obsoleto existente. Estados Unidos planea gastar $1.2 billones en las próximas décadas en su modernización. Rusia invierte cifras similares.

¿Qué papel podría jugar la sociedad civil?

En 2017, el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares fue aprobado por la ONU, impulsado por actores no estatales y países no nucleares, y recibió el apoyo del Premio Nobel de la Paz ese mismo año (otorgado a ICAN). Sin embargo, ni Estados Unidos ni Rusia ni ningún otro estado nuclear ha firmado el tratado.

Pero este movimiento muestra que la presión ciudadana y diplomática podría influir, al menos emocional y moralmente, en líderes políticos para regresar a la mesa de negociaciones.

Un futuro pendiente de una simple firma

¿Será que un comentario de Trump —quien en su momento canceló el tratado INF— se convierta en punto de partida para salvar al New START? ¿O estamos presenciando la lenta transformación hacia una nueva Guerra Fría nuclear, donde cada nación confía ciegamente en su propia fuerza para disuadir al enemigo?

2026 está cada vez más cerca y, con él, la posibilidad real de perder el último bastión del control nuclear bilateral. Mientras tanto, en Moscú y Washington, el reloj avanza con arrogante puntualidad.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press