Siria tras Assad: ¿Renacimiento democrático o continuidad del caos?

Entre elecciones parciales, desafíos sectarios y esperanzas de reconciliación, Siria busca redibujar su futuro político sin el legado del régimen Assad

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Latakia, Siria – Siria camina por una delgada cuerda floja entre el pasado y el futuro. O, más precisamente, entre el legado de una larga dictadura y los temblores de una nueva estructura política naciente. Desde la caída del régimen de Bashar al-Assad, el país intenta forjar una nueva identidad política entre tensiones sectarias, elecciones criticadas y una ciudadanía profundamente fracturada. ¿Es esto el nacimiento de una democracia real? ¿O es tan solo una reinvención superficial del poder?

El fin de una era: la caída del régimen de Bashar al-Assad

La caída de Bashar al-Assad en diciembre, luego de una ofensiva liderada por islamistas sunitas, puso fin a 50 años de dominio del clan Assad. La familia, perteneciente a la minoría alauita, había gobernado con puño de hierro desde 1971, convirtiendo a Siria en una de las dictaduras más longevas del Medio Oriente.

Con la caída del régimen, decenas de figuras del antiguo gobierno fueron expulsadas, y las instituciones estatales llenas de leales a Assad colapsaron o fueron purgadas. La comunidad alauita, históricamente sobre-representada en el ejército y los servicios de inteligencia, se vio vulnerable, perseguida y desprotegida.

Latakia: bastión histórico de los Assad convertido en campo de incertidumbre

“Ya no estamos seguros ni siquiera entre los nuestros,” dijo un comerciante alauita de Latakia, que pidió permanecer en anonimato por miedo a represalias. Esta ciudad costera, tradicionalmente un bastión del régimen, también ha sufrido el remezón del conflicto. El colapso inicial del orden estatal fue seguido por enfrentamientos sectarios, incluso en marzo pasado, cuando grupos armados pro-Assad lanzaron ataques contra las nuevas fuerzas de seguridad dominadas por sunitas.

Como resultado, Latakia experimentó una escalada de violencia que terminó en sangrientas venganzas y masacres donde murieron cientos de civiles alauitas. Aunque, hoy día, la situación parece haberse estabilizado, la desconfianza continúa vigente.

Nuevas elecciones, viejas sombras

Siria celebró recientemente sus primeras elecciones parlamentarias pos-Assad. Pese al discurso oficial de pluralidad política, una gran parte de la población sigue viendo el proceso con escepticismo o miedo.

De los 210 escaños del nuevo parlamento, solo dos tercios fueron electos por colegios electorales. El tercio restante será designado directamente por el presidente interino Ahmad al-Sharaa, conductor de la ofensiva que llevó al derrocamiento de Assad.

Las elecciones estuvieron empañadas por violencia, intimidación y un mínimo acceso de los candidatos a los votantes, particularmente entre las minorías étnicas y religiosas.

La marginación de las minorías: testimonio de los vencidos

Los resultados preliminares confirman lo temido por muchos sectores: las minorías religiosas y étnicas continúan marginadas. En Latakia, los tres escaños fueron para candidatos sunitas, a pesar de la fuerte participación alauita. En Jaramana, un suburbio de Damasco, los candidatos drusos y cristianos también fueron derrotados.

Solo en Afrin, donde la población kurda sobreviviente enfrentó marginación tras la ocupación turca de 2018, tres candidatos kurdos lograron entrar al parlamento. Uno de ellos, la doctora Rankin Abdo, resumió el dilema kurdo así: “Ni el boicot ni la violencia nos han servido de nada. Solo la participación puede acercarnos al cambio.”

Participar, ¿pero a qué precio?

Para muchos candidatos de minorías, el costo de participar ha sido elevado. Haydar Shaheen, alauita de la vecina provincia de Tartus, fue asesinado por presuntos militantes pro-Assad pocos días antes de las elecciones. Su asesinato fue calificado por la Comisión Electoral como un “acto traidor por remanentes del régimen anterior.”

Otros como Nasser Said, opositor al régimen por décadas y ex prisionero político, decidieron postularse a pesar del riesgo. “Tenemos que empezar a construir un nuevo contrato social para todas las comunidades,” declaró, antes de que los resultados lo dejaran fuera del parlamento.

Druzos: entre el rechazo y el deseo de participación

La comunidad drusa, particularmente en la provincia de Sweida, ha vivido una de las transformaciones más dolorosas. Tras enfrentamientos con clanes beduinos, que incluyeron secuestros y masacres de civiles drusos, se desató una ola de demandas de secesión o, al menos, autonomía de cara al nuevo estado sirio.

Esto llevó incluso al aplazamiento de elecciones en Sweida. Sin embargo, en otras regiones como Jaramana, algunos drusos como Adham al-Qaq insistieron en participar. “Nos acusan de traición, pero creemos que debemos contribuir,” afirmó quien también fuera preso político y exiliado en Egipto.

El escepticismo de algunos cristianos

Marwan Zaghib, un cristiano también de Jaramana, decidió postularse pese a sus dudas sobre el proceso. “No son elecciones reales, pero estar en el centro del proceso es mejor que quedarse al margen,” sostuvo. Sin embargo, Zaghib, al igual que al-Qaq y Said, no logró obtener un escaño.

“Ojalá el presidente interino sepa usar su poder para nombrar un parlamento verdaderamente representativo,” expresó con resignación, refiriéndose a la posibilidad de que el tercio de legisladores designados incluya más minorías.

Latakia: una ciudad anestesiada ante el cambio

Fuera de los centros de votación, en Latakia reina la indiferencia. Muchos habitantes ni siquiera sabían que había elecciones. Otros simplemente no creen que las cosas cambien. Un comerciante resumió así lo que vive la ciudad: “Antes nos protegían, ahora nos insultan. Salí ganando un par de golpes y menos clientes.”

Un pequeño resquicio de esperanza vino del candidato electo Jamal Mkaiss, quien prometió legislar “por todos los oprimidos, suníes, alauitas, cristianos… somos uno.”

¿Caminar hacia una república de todos?

Pese a los acontecimientos, los nuevos liderazgos políticos sirios enfrentan una ardua misión: consolidar una democracia inclusiva en un país fracturado, doliente y aún incrédulo. Electores y candidatos comparten una sensación de incertidumbre, pero también, tímidamente, un anhelo de justicia y convivencia.

Nasser Said lo dijo con claridad tras su derrota: “No tuvimos suerte, pero estamos apenas empezando. Y eso importa.”

La historia contemporánea de Siria quizás no esté escrita aún, pero cada uno de estos capítulos de participación, valentía y dolor, forma parte de un texto que podría definir su futuro.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press