El Papa León XIV y la geopolítica de la fe: una gira con ecos de unidad en medio del caos de Medio Oriente

Con su primer viaje papal a Turquía y Líbano, León XIV busca tender puentes entre religiones, reafirmar el papel del Vaticano en la región y continuar el legado frustrado de Francisco

Un viaje que va más allá de la fe

El Papa León XIV ha anunciado oficialmente su primer viaje internacional. Del 27 de noviembre al 2 de diciembre, visitará Turquía y Líbano, dos naciones clave para el equilibrio religioso y político en Oriente Medio. Este periplo no se plantea como un simple acto ceremonial, sino como una poderosa declaración del nuevo pontífice: unir a los pueblos, continuar los caminos trazados por su predecesor Francisco, e intentar ofrecer esperanza en medio del conflicto y el desencanto.

Una promesa cumplida: el legado de Francisco

Desde el primer momento de su papado, León XIV dejó claro que su mandato continuaría los planes inconclusos de Francisco, fallecido en abril. Entre esas asignaturas pendientes se encontraba un viaje a Turquía y Líbano, interrumpido por motivos de salud y luego por su muerte. Francisco había aceptado una invitación personal del Patriarca Bartolomé I, líder espiritual del cristianismo ortodoxo, para conmemorar el 1.700 aniversario del Concilio de Nicea, un evento cardinal en la historia de la cristiandad que tuvo lugar en 325 d.C. en la actual Iznik, Turquía.

Ese concilio fue el primero en reunir a los obispos de toda la Iglesia cristiana y el lugar donde se formuló el Credo Niceno. Reunir a católicos y ortodoxos hoy, en ese mismo punto histórico, es un acto simbólico de primera magnitud. León XIV no solo hereda el legado espiritual del evento y de Francisco, sino que lo revive en un momento en que las divisiones dentro del cristianismo se ven opacadas por la urgencia de los conflictos actuales.

Líbano: faro religioso entre la incertidumbre

El segundo destino, Líbano, despierta tanto expectativas como preocupaciones. Esta nación mediterránea es la única de mayoría árabe cuyo presidente debe ser, por convención, un cristiano maronita. Aproximadamente un tercio de la población libanesa sigue el cristianismo, aunque no se realiza un censo oficial desde 1932. Su tejido social está marcado por la coexistencia de múltiples credos (suníes, chiíes, drusos y cristianos), pero también por una fragilidad estructural que amenaza el futuro de su diversidad religiosa.

“El Papa León XIV no solo reconoce la belleza única del Líbano como símbolo de convivencia religiosa, sino que también entiende su vulnerabilidad como bastión cristiano en la región”, declaró el teólogo libanés Elias Abou Saba para Al-Monitor.

El reciente cese del vacío de poder con la formación de un nuevo gobierno en noviembre ha sido recibido con esperanza, pero la inestabilidad supera los gestos simbólicos. Aún están frescas las heridas de la última guerra entre Israel y Hezbollah, cuyos efectos aún reverberan en las calles de Beirut y el sur del país.

Geopolítica con sotana

Detrás del ropaje litúrgico, el Papa se adentra en un terreno profundamente político. El viaje ocurre mientras la región sigue marcada por un conflicto que parece no tener fin: la guerra en Gaza, los ataques intermitentes entre Hezbollah e Israel, y las frágiles treguas impulsadas por potencias globales que juegan ajedrez diplomático con los pueblos del Medio Oriente.

León XIV, como su antecesor, mantiene un discurso público firme en sus llamados a la paz. Pero su sola presencia en ambos países —uno mayoritariamente musulmán suní y el otro una amalgama de confesiones— encierra una delicada estrategia. A través de actos litúrgicos, reuniones con líderes religiosos e intervenciones públicas, el Papa puede volver a posicionar al Vaticano como un protagonista regional en términos morales y diplomáticos.

Mensajes de paz entre fuego cruzado

El momento elegido para el viaje no podría ser más oportuno. Por un lado, el conflicto en Gaza ha cobrado más de 67,000 vidas según organizaciones humanitarias, y ha desplazado al 90% de la población de esa devastada franja. Por otro, en Israel se conmemoró recientemente el segundo aniversario del ataque de Hamas el 7 de octubre de 2023, que dejó 1,200 muertos y decenas de secuestrados. Los ecos de ambos eventos aún resuenan en la opinión pública global.

En este contexto, León XIV puede convertirse en un referente de moderación. Él no encabeza ni una fuerza militar ni un bloque económico, pero lidera la institución religiosa con mayor número de fieles en el planeta. Sus palabras pueden pasar desapercibidas por los gobernantes, pero tienen impacto entre las personas. En tiempos de redes sociales, cada imagen del Pontífice rezando en suelo libanés o turco será replicada en millones de pantallas. Y eso importa.

Religión como herramienta diplomática

En paralelo, países como Indonesia, cuya población musulmana supera los 230 millones, han sido escenario de masivas protestas pro-palestinas. Estas manifestaciones no hacen sino reforzar la singular importancia religiosa del viaje de León XIV. La religión, muchas veces vista como divisoria, puede actuar aquí como plataforma de encuentro y de reclamo común ante los excesos y la impunidad bélica.

Si logra hablar, y ser escuchado, en ambos extremos del espectro —el cristianismo oriental y el islam suní—, el Papa demostrará que la Santa Sede aún tiene un rol que jugar en las grandes discusiones sobre paz, justicia y coexistencia.

Un viaje comparado: Francisco, Juan Pablo II y Benedicto XVI

El último Papa en visitar Líbano fue Benedicto XVI en 2012, en lo que sería también su último viaje internacional. Juan Pablo II, por su parte, realizó múltiples visitas al Medio Oriente, marcadas por su incansable peregrinaje ecuménico y su histórica visita a Siria en 2001. Francisco soñó con estar allí pero dejó el viaje inconcluso. Ahora, León XIV retoma esa iniciativa y la adapta al nuevo escenario internacional.

La historia reciente demuestra que cuando un pontífice visita estas tierras, deja más que gestos: deja huellas. Francisco en Irak en 2021 ofreció palabras de reconciliación que aún se recuerdan. León XIV tiene la oportunidad de hacer lo mismo, y más, en dos países suspendidos entre espiritualidad, misiles y esperanza.

Una mirada al futuro

El impacto del viaje solo podrá medirse con el tiempo. Pero desde ahora hay claras señales de lo que se busca: consolidar puentes cuando todo lo demás son muros; reafirmar la dignidad de todas las minorías religiosas, especialmente cristianas, que resisten en su tierra ancestral; y recordar al mundo que la fe, incluso en tiempos oscuros, puede iluminar caminos de entendimiento.

El Papa León XIV, con gesto firme pero conciliador, podría estar iniciando una etapa más activa —y necesaria— del Vaticano en la geopolítica. Frente al caos, quiere ofrecer esperanza. Frente al odio, predicar unidad. Frente al olvido, recordar que la humanidad sólo florece donde conviven libertad, dignidad y diálogo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press