El precio del abandono: Cómo los recortes de ayuda de EE. UU. están condenando a los refugiados rohingya
Entre la hambruna, la desesperación y el olvido internacional: una mirada profunda a la catástrofe humanitaria en Myanmar y sus campamentos fronterizos
Un grito ignorado desde los márgenes del mundo
En la provincia tailandesa de Tak, cerca de la frontera con Myanmar, la vida se ha transformado en una lucha diaria por la supervivencia. Allí, entre selvas salvajes, campos de refugiados abarrotados y la constante amenaza del olvido internacional, miles de familias rohingya ven su existencia reducida a la mera subsistencia. A lo largo de 2025, una ola de recortes en la ayuda humanitaria estadounidense ha exacerbado una situación ya crítica.
Historias de pérdida y dolor
Mohammed Taher observa impotente el cuerpo sin vida de su hijo de 2 años, Hashim. Su rostro, una máscara de dolor, es también un símbolo universal del sufrimiento evitable. Hashim murió el 7 de mayo tras semanas sin alimento adecuado ni atención médica. Taher culpa a la decisión del gobierno de Donald Trump de desmantelar USAID, la agencia principal de ayuda en el extranjero de EE. UU., por la tragedia que azotó a su familia y a muchas otras en el campamento de internamiento en el estado de Rakhine.
“Perdí a mi hijo por los recortes de fondos”, dice Taher. “No solo yo: varios niños han muerto también, sin comida, sin medicina, sin esperanza”.
El repliegue de EE. UU. y su impacto catastrófico
El 21 de mayo, el Secretario de Estado Marco Rubio testificaba ante el Congreso: “No ha muerto nadie por nuestros recortes de ayuda”. Una declaración que, frente a los testimonios de familias enteras arrasadas por la inanición, suena a desconexión total con la realidad. Una investigación publicada en la revista médica The Lancet advertía que, de mantenerse los recortes, más de 14 millones de muertes podrían producirse para 2030, incluyendo 4.5 millones de niños menores de cinco años.
El experimento fallido: desmantelar USAID
Desde su creación en 1961 por el presidente John F. Kennedy, USAID ha sido un pilar central de la política exterior estadounidense. Con solo el 1% del presupuesto federal anual, proporcionaba ayuda vital a más de 100 países. Pero en 2025, Trump tachó la agencia de ser “un desperdicio de dinero” y la disolvió, dejando sus pocos programas residuales bajo el ala del Departamento de Estado.
Como resultado, el Programa Mundial de Alimentos (WFP) se vio forzado a cortar la asistencia a un millón de personas en Myanmar desde abril. En Rakhine, el porcentaje de familias incapaces de satisfacer necesidades alimentarias básicas se disparó de 33% a 57% entre diciembre de 2024 y junio de 2025.
Sobrevivir de la selva: niños recolectores en edad escolar
En campamentos como Mae La, en la provincia tailandesa de Tak, la imagen de escolares con mochilas ha sido reemplazada por la de niños como Mohama, de 12 años, con cañas de bambú como cañas de pescar e improvisadas tazas con gusanos como carnada.
“No llega suficiente comida”, dice Mohama. A veces, atrapa 10 peces tan pequeños que apenas alcanzan un centímetro. Días malos, dice, son cuando atrapa sólo la mitad de eso.
Soe, de 11 años, también sale a pescar al río, a menudo con el estómago vacío. Su maestra, Saung Hnin Wai, cuenta que 10 alumnos han abandonado la escuela desde los recortes, y el resto concentra sus esfuerzos más en encontrar comida que en aprender.
Un ciclo de desesperación que empuja al suicidio
Mohammed Eliyas, de 40 años, no soportó ver a su familia consumirse por el hambre. Tras semanas comiendo solo arroz con hojas, en junio mezcló veneno con su plato. “Ni siquiera se despidió”, cuenta su hijo, Mohammed Amin. Su pérdida simboliza el colapso emocional que produce vivir en una cuenta regresiva constante por sobrevivir.
El costo humano de cada dólar recortado
Los testimonios recogidos por periodistas y activistas humanitarios como Kristen Gelineau ponen rostro y emoción a una crisis que muchos gobiernos prefieren evitar. Desde el golpe de Estado en Myanmar en 2021, más de 7,300 civiles han sido asesinados y casi 30,000 encarcelados por el régimen militar. Las cifras no hacen justicia al trauma que supone ver a niños robar, inhalar pegamento para calmar el hambre o mendigar lo básico.
“Estamos en el nivel más bajo del infierno”, declara Victor, extrabajador de emergencia de Freedom House, organización que se desvinculó del terreno tras perder financiamiento de EE. UU.
Sobreviviendo con pasto hervido
Michael Dunford, director del WFP en Myanmar, relata lo que encontró en su visita a Rakhine: madres cocinando sopa de pasto para alimentar a sus hijos. “La desesperación y la falta de esperanza eran palpables”, comentó. Un anciano, entre lágrimas, le suplicó: “Si WFP no va a alimentarnos, y las autoridades no nos apoyan, entonces mejor tírennos una bomba”.
El olvido que mata
En un rincón del bosque, Mahmud Karmar, de 55 años, recolecta brotes de bambú tras recorrer horas empapado y sin comida. Antes, trabajaba con la organización International Rescue Committee, que ofrecía atención médica. Pero la falta de fondos estadounidenses no solo le quitó la comida: le quitó su empleo y, con él, su dignidad.
“Perdí 16 kilos”, dice. “Ya no me reconocen ni mis amigos”. Su historia refleja lo que viven 107,000 refugiados de Myanmar en Tailandia: la inestabilidad de no saber si el próximo mes habrá algo que llevar a la boca.
Cifras que duelen
- 145,000 personas siguen encerradas en campamentos de internamiento en Myanmar.
- 4.5 millones de niños podrían morir antes de 2030 según The Lancet si continúan los recortes de ayuda global.
- 85% de los refugiados en los campamentos fronterizos tailandeses perdieron su asistencia alimentaria cuando expiró el convenio con The Border Consortium.
- Solo 1% del presupuesto federal de EE. UU. se asignaba a ayuda exterior.
La responsabilidad humana traspasa fronteras
Naung Pate, madre de seis, confirma que la caridad de su iglesia apenas les da algunos puñados de arroz. Cuidar de un hijo con discapacidad y sin asistencia médica, sin alimentos y sin posibilidad de trabajar deja en evidencia que cuando se retira apoyo internacional, las consecuencias no son cifras: son niños, padres, hermanos que mueren en silencio.
“Si EE. UU. no retoma su ayuda, me preocupa la vida de mis hijos”, afirma.
¿Olvido global o condena decidida?
En palabras de Mahmud Karmar, “el mundo ha olvidado a los refugiados y al pueblo de Myanmar”. Y en un mundo con avances tecnológicos, riqueza sin precedentes y capacidad logística asombrosa, dejar morir por hambre a millones de seres humanos no es un fracaso inevitable; es una decisión política.