Entre leones y jardines: Convivencia con la fauna en tiempos de crisis ambiental
De alimentar aves migratorias en Nueva York a compartir vecindario con leones en Nairobi: una reflexión profunda sobre cómo cohabitar con la naturaleza cuando los ecosistemas colapsan.
Viviendo con la fauna: dos mundos, una sola lucha
Desde la tranquilidad de una casa suburbana en Nueva York hasta la tensión constante en la frontera salvaje de Nairobi, existe un hilo común que une a personas de extremos opuestos del planeta: la lucha por compartir el hábitat con otros seres vivos cuando los sistemas naturales están bajo presión.
¿Qué tienen en común los colibríes sedientos en los jardines del noreste de Estados Unidos y los leones hambrientos que deambulan en los suburbios de la capital de Kenia? Ambos reflejan una realidad innegable: los ecosistemas están cambiando rápidamente, y los humanos deben cambiar con ellos.
Preparar tu jardín para el invierno: una forma íntima de conservación
Mientras el otoño se instala en Nueva York, los jardines comienzan a dormirse. Para muchos, eso significa limpiarlos, recortar las plantas y guardar las herramientas hasta primavera. Para otros, como la periodista y jardinera Jessica Damiano, esa es precisamente la temporada donde más ayuda requieren las aves.
Damiano ha convertido su jardín en un refugio para aves migratorias y residentes, asegurándose de dejar plantas perennes con semillas, mantener comederos repletos de suet, cacahuetes y semillas de girasol, y preparar néctar para los colibríes, con la proporción perfecta: una taza de azúcar por cuatro de agua.
El jardín invernal no tiene que ser estéril. Asters, equináceas, rudbeckias y solidagos permanecen en pie. En lugar de una estética pulcra, se opta por funcionalidad ecológica. "Es definitivamente más bonito mirar por la ventana y ver cabezas de semillas cubiertas de nieve que un jardín vacío", dice Damiano.
Una forma simple de ayudar: dejar las hojas
¿Y las hojas caídas? En lugar de embolsarlas, Damiano las empuja hacia los parterres del jardín. Esto no solo nutre el suelo y protege las raíces del frío, sino que también ofrece refugio a insectos hibernantes que son fuente clave de alimento para las aves insectívoras.
Desconectó su alumbrado solar y apagó las luces del porche: las aves migratorias se orientan por las estrellas, y las luces artificiales pueden desorientarlas durante su vuelo nocturno. "Es lo más parecido a un GPS que tienen", explica.
De las aves a los depredadores: la experiencia en Nairobi
Miles de kilómetros al sureste, en las afueras de Nairobi, otro tipo de relación con la fauna se desarrolla. Khaled Kazziha, periodista en Kenia desde 1998, vive con su familia en un terreno colindante con el Parque Nacional de Nairobi, el único parque del mundo donde puedes ver leones salvajes sin abandonar la ciudad.
Pero esa proximidad tiene un costo. En mayo de este año, Peace Mwende, una niña de 14 años —la misma edad de la hija menor de Kazziha— fue asesinada por una leona. No era la primera vez que los grandes felinos incursionaban en zonas residenciales. Se han perdido mascotas, ganado y, en casos extremos, vidas humanas.
“Nuestros hijos crecen aquí sin educación formal sobre cómo comportarse ante un depredador”, lamenta. Un viaje con guía al Maasai Mara en 2020 le enseñó a su familia un principio vital: no moverse, no hacer ruido.
La falta de corredores migratorios y los límites del urbanismo
El crecimiento urbano en las afueras de Nairobi ha bloqueado las rutas migratorias naturales de los animales. Ante esto, el gobierno keniano prometió invertir casi 5.000 millones de dólares para crear un corredor seguro entre el parque y las conservaciones al sur.
También existen iniciativas privadas que pagan a los propietarios para que no cercen sus tierras, permitiendo el libre tránsito de fauna. Sin embargo, esto aparece como una respuesta lenta ante una emergencia implacable.
Memorias dolorosas: la tragedia de Simon
En diciembre de 2019, Simon Kipkirui, amigo y colaborador de la familia Kazziha, desapareció. Dos días después, su hermano halló lo que quedaba de su cuerpo en una zona boscosa, custodiado por un león macho. “Nadie puede afirmar si el león lo mató o lo encontró muerto”, escribe Khaled, pero la tragedia dejó una huella indeleble.
KWS (Kenya Wildlife Service) afirma haber eliminado a la leona que mató a Peace. Pero con solo "justo más de 2.000 leones" en estado salvaje en todo el país, cada pérdida animal o humana pone a prueba la frágil coexistencia entre especies.
Paralelos entre dos hemisferios
Así como las aves de Nueva York migran para sobrevivir el invierno, los carnívoros de Nairobi dependen de un acceso libre a sus terrenos de caza para subsistir. Ambos requieren de acciones humanas decisivas: crear hábitats, evitar barreras, mantener fuentes de alimento y preservar las rutas de migración.
La diferencia está en la escala del peligro. Mientras Damiano teme que su comedero de colibríes se vacíe una noche fría, Khaled teme que su esposa sea interceptada por un depredador bajo un arbusto a tan solo diez metros del porche.
¿Podemos coexistir?
La historia de ambos hogares plantea preguntas urgentes: ¿Estamos dispuestos a alterar nuestra rutina para proteger la vida silvestre? ¿Qué sacrificios necesitamos hacer para asegurar la supervivencia no solo de aves y leones, sino de todo el ecosistema que solía contenerlos?
Porque, al final, el canto de un jilguero en diciembre y la mirada de una leona bajo las ramas son recordatorios de que no estamos solos en este planeta. Y que cada jardín, cada parque y cada persona suma o resta de la ecuación de la supervivencia conjunta.
“Espero que se encuentren soluciones que mantengan a salvos tanto a las personas como a las poblaciones de leones”, concluye Khaled, con la esperanza de que la maravilla única del Parque Nacional de Nairobi perdure en el tiempo.