Paul Biya, 43 años de poder y una reelección en duda: ¿hasta cuándo puede resistir el modelo camerunés?
El presidente más longevo del mundo se enfrenta a una nación fragmentada, una oposición dividida y promesas que suenan a eco del pasado
Un legado de estabilidad... ¿o de estancamiento?
Paul Biya, presidente de Camerún desde 1982, ha entrado nuevamente en campaña electoral a los 92 años, buscando su octavo mandato presidencial. Su aparición en un mitin en Maroua, en la región del Extremo Norte —una zona marcada históricamente por la inseguridad y el subdesarrollo— reactivó el debate internacional sobre los límites del poder, la legitimidad democrática y la urgentísima necesidad de renovaciones políticas en África.
Con más de cuatro décadas al frente del país, Biya ha sido testigo, protagonista y a menudo, arquitecto de muchas de las transformaciones contemporáneas del Camerún moderno. Sin embargo, también ha sido duramente criticado por sus períodos de prolongada ausencia del país, frecuentes viajes médicos a Europa, y la falta de respuestas estructurales a los múltiples desafíos nacionales.
Una región olvidada como escenario de campaña
La elección de Maroua como punto de partida para su campaña no es fortuita. La región del Extremo Norte, fronteriza con Nigeria, ha sido epicentro de violentos ataques por parte de la facción yihadista Boko Haram, así como víctima del abandono sistemático del Estado en términos de inversión, infraestructura y oportunidades sociales.
Paul Biya prometió en su mitin aumentar la seguridad, mejorar la infraestructura vial y combatir el desempleo juvenil. “Conozco los problemas que les preocupan y las expectativas incumplidas que los hacen dudar del futuro”, dijo. Pero estas promesas resuenan similares a las que ha hecho desde hace más de 30 años.
Una oposición fragmentada y desgastada
Del total de nueve candidatos que participarán en las elecciones del 12 de octubre, hay dos nombres que sobresalen en la región norteña: Bello Bouba Maigari e Issa Tchiroma Bakary. Ambos fueron, alguna vez, aliados de Biya, y hoy representan cierta alternativa para este reducto de voto musulmán mayoritario y profundamente conservador. Sin embargo, la oposición camerunesa sigue sumamente dividida, sin contar con una figura unificadora capaz de aglutinar un cambio real.
A esto se suma un hecho contundente: Maurice Kamto, el principal líder opositor que ha disputado férreamente el poder desde las últimas elecciones, fue eliminado de la contienda por el Consejo Constitucional en agosto. La exclusión de Kamto fue duramente criticada por observadores internacionales y opositores internos como una maniobra para allanarle de nuevo el camino a Biya.
Transparencia electoral en entredicho
Los procesos electorales en Camerún están marcados por la desconfianza pública. El Consejo Electoral Nacional y los observadores independientes han sido cuestionados por su cercanía y dependencia del régimen en el poder. Algunos de los funcionarios electorales actuales fueron antiguos miembros del gabinete de Biya, lo que ha generado un conflicto de interés estructural en la supervisión transparente de los comicios.
En 2008, Biya modificó la Constitución a través de una votación parlamentaria para eliminar el límite de dos mandatos presidenciales, una maniobra que consolidó su reinado personalista y eliminó los frenos al poder presidencial.
Una nación joven gobernada por un anciano
Con una población cercana a los 30 millones de habitantes, el 60% de los cameruneses tiene menos de 25 años, según datos del Banco Mundial. Es una nación joven atrapada bajo una élite política envejecida que se resiste al cambio. La desconexión generacional entre el electorado y sus dirigentes es más palpable con cada elección.
El propio Biya ha aparecido en público de manera limitada. Fue visto por última vez en Suiza, en lo que algunos sospechan fue una serie de chequeos médicos, aunque ningún comunicado oficial detalló los motivos de su prolongada estancia en Europa. Esta falta de transparencia refuerza la percepción de que, si bien Biya es formalmente presidente, las decisiones reales pueden estar en manos de una camarilla cercana que opera fuera del escrutinio público.
Corrupción endémica y riqueza natural desperdiciada
Camerún es un país rico en recursos naturales. Posee grandes reservas de petróleo, gas natural, madera y minerales como el cobalto y el hierro. No obstante, estas riquezas no se han traducido en mejoras estructurales para su población. Según estimaciones de la ONU, al menos el 43% de la población vive en condiciones de pobreza, y esta situación no ha cambiado significativamente en las últimas dos décadas.
Los informes de organismos como Transparencia Internacional sitúan al país constantemente entre los más corruptos del continente, alimentando la frustración ciudadana y frenando las inversiones extranjeras.
No hay democracia sin alternancia
Biya ha sido testigo de la caída del Muro de Berlín, del fin del apartheid en Sudáfrica, de la llegada de internet, de once presidentes estadounidenses y del avance imparable de democracias más jóvenes que la de su país. Camerún, sin embargo, ha quedado sumido en una especie de criogenización política.
La frase "Camerún es una democracia moderna" que alguna vez pronunció Biya en un foro de la Francofonía, suena hoy vacía ante la falta casi absoluta de alternancia en el poder. Incluso países africanos con trayectorias similares como Ghana o Senegal han logrado transiciones pacíficas entre fuerzas opuestas, consolidando sistemas democráticos más creíbles ante su ciudadanía.
¿Qué puede pasar el 12 de octubre?
Aunque las circunstancias podrían sugerir una reelección inminente de Biya, hay factores nuevos en juego. La creciente desesperanza de la juventud, las tensiones separatistas en la región anglófona del oeste, y el descontento acumulado por décadas podrían alimentar una nueva ola de desobediencia civil o rechazo persistente al poder central.
No está claro si Biya podrá mantener el control absoluto que ha ejercido hasta ahora. Pero lo que sí está claro es que su presencia representa una constante que ha superado la lógica democrática, y que cualquier intento de alternancia futura dependerá, en gran parte, de que la oposición deje sus diferencias de lado y construya un frente común. Algo que hasta la fecha, sigue siendo una tarea pendiente.
¿El fin de una era o solo una pausa prolongada?
Paul Biya es, a día de hoy, el jefe de Estado más longevo del mundo en funciones fuera de una monarquía. Ha ejercido el poder durante más de la mitad de la existencia soberana de Camerún. Su figura es, para muchos, sinónimo de estabilidad; para otros, un ícono del clientelismo, la represión y el inmovilismo.
Como advirtió el analista camerunés Joseph Titi en una reciente entrevista para Jeune Afrique, “la pregunta no es quién sucederá a Biya, sino qué Camerún heredaremos después de Biya”. Un enigma que el 12 de octubre puede ayudar a descifrar... aunque sea un poco.