¿Una nueva guerra en el Caribe? El conflicto silencioso entre EE.UU., Venezuela y Colombia
Bombardeos, narcotráfico, ciudadanos desaparecidos y tensiones políticas: el nuevo escenario de confrontación que se fragua en aguas del Caribe amenaza con resquebrajar la paz regional
El Caribe ya no es solo playa y turismo
En medio de un aparente silencio internacional, se está fraguando un nuevo conflicto geoestratégico en una de las regiones más observadas por el turismo internacional: el mar Caribe. Lo que muchos ven como un paraíso tropical, hoy es escenario de bombardeos, posibles muertes de ciudadanos inocentes y un preocupante juego de poder entre Estados Unidos, Venezuela y ahora, según palabras del presidente colombiano Gustavo Petro, también Colombia.
El 2 de septiembre, Estados Unidos confirmó un bombardeo contra una embarcación que, según el entonces presidente Donald Trump, estaba involucrada en el tráfico de drogas y era operada por miembros del Tren de Aragua, un grupo delictivo venezolano catalogado como organización terrorista por Washington. Murieron once hombres. A esta operación le siguieron otros ataques el 15 y 19 de septiembre, todos con consecuencias mortales. El más reciente, ocurrido el pasado viernes, vuelve a encender alarmas, esta vez en Colombia.
Petro lanza una acusación preocupante
Gustavo Petro sorprendió a los medios el miércoles al afirmar que "existen señales" de que la última embarcación bombardeada por fuerzas estadounidenses en aguas cercanas a Venezuela transportaba ciudadanos colombianos. “Un nuevo frente en la guerra se ha abierto: el Caribe”, escribió en X (antes Twitter). Aunque no ofreció pruebas, pidió a las familias de posibles víctimas que se pronuncien y denuncien.
Estas declaraciones, de confirmarse, podrían marcar un punto de inflexión en la ya complicada relación entre Colombia y Estados Unidos. Aunque ni la presidencia ni el Ministerio de Defensa de Colombia han dado más información, el hecho ha generado una ola de comentarios en redes sociales, y revivido debates sobre soberanía, narcotráfico y política de defensa.
¿Qué busca Estados Unidos en el Caribe?
Donald Trump ha vuelto a poner el foco militar en América Latina como parte de su cruzada contra el narcotráfico. En declaraciones recientes, aseguró que los traficantes de drogas deben ser considerados "combatientes ilegales" y que el uso de fuerza militar está plenamente justificado para combatirlos. Con esa bandera, ha lanzado ataques a embarcaciones en el Mar Caribe, sin consulta previa a gobiernos de la región.
“Actuamos bajo la lógica de proteger al pueblo estadounidense”, justificaría Pete Hegseth, secretario de Defensa estadounidense, sin entrar en detalles sobre los fallecidos ni si existían pruebas fehacientes de que las embarcaciones estaban directamente vinculadas al narcotráfico.
Venezuela denuncia intento de desestabilización
Desde Caracas, la respuesta no ha tardado. El ministro de Defensa Vladimir Padrino declaró que las acusaciones estadounidenses son “falsas” y que representan un intento encubierto de cambio de régimen en Venezuela. “La irracionalidad con la que opera el imperio norteamericano es alarmante. No se trata solo de propaganda: es amenaza directa”, aseveró en una conferencia televisada.
Padrino también advirtió a la ciudadanía sobre una posible escalada militar. La posibilidad de un conflicto abierto, hoy remota, genera ansiedad en la región, especialmente si se confirma la muerte de ciudadanos colombianos inocentes.
Colombia en la encrucijada
Históricamente, Colombia ha sido un aliado estratégico de Estados Unidos en la lucha antidrogas, desde el famoso Plan Colombia iniciado en 1999, que involucró billones de dólares en asistencia militar por parte de Washington. Sin embargo, la llegada de Gustavo Petro, un presidente de izquierda con una visión crítica sobre la guerra contra las drogas, ha trastocado esta relación.
Petro aboga por una visión más humanista e inclusiva para tratar el narcotráfico, e incluso ha propuesto la despenalización regulada de algunas drogas como forma de combatir el crimen organizado. Su gobierno también se ha mostrado dispuesto a restablecer relaciones con el gobierno de Nicolás Maduro, lo cual no ha sido bien recibido por sectores políticos tanto en Colombia como en EE.UU.
Tren de Aragua: de las cárceles a las aguas del Caribe
Una de las piezas clave del rompecabezas es este grupo criminal, que según investigaciones internacionales surgió en las cárceles venezolanas pero se ha expandido a varios países de Latinoamérica, incluyendo Perú, Colombia, Chile e incluso EE.UU. Las autoridades estadounidenses lo han clasificado como una Organización Terrorista Extranjera, lo que les permite aplicar acciones militares fuera del territorio estadounidense.
Sin embargo, muchos analistas aseguran que hasta ahora no se ha presentado evidencia pública sobre el vínculo directo entre las embarcaciones bombardeadas y este grupo criminal. Peor aún, si se confirma que había ciudadanos colombianos sin nexo con el narcotráfico, estaríamos ante un incidente de alta tensión diplomática.
Siria: el otro conflicto con sombras similares
Irónicamente, mientras EE.UU. participa directamente en acciones armadas en el Caribe, también se involucra en una transición política en Siria, donde el régimen de Bashar al-Ásad colapsó recientemente tras décadas de dictadura. Según cifras de Naciones Unidas, entre 120.000 y 300.000 personas continúan desaparecidas en Siria, muchas por desapariciones forzadas ligadas tanto al Estado como a organizaciones terroristas como ISIS.
La investigadora Karla Quintana, al frente del organismo independiente sobre personas desaparecidas en Siria, comentó recientemente: “Todos en Siria conocen o son parte de una familia con un desaparecido. No queremos que las madres mueran sin una respuesta”. Las similitudes entre este drama y uno que podría consolidarse en el Caribe son inquietantes.
¿El inicio de una nueva doctrina de guerra?
Lo que está ocurriendo en el Caribe podría representar un cambio doctrinal en la política exterior estadounidense: atacar embarcaciones sin presencia militar extranjera necesaria, sin coordinación regional y con escasa transparencia posterior. A todo esto se suma la figura de un expresidente, Donald Trump, quien sigue marcando el rumbo con políticas unilaterales que desafían tanto el sistema jurídico internacional como la soberanía de los países involucrados.
La pregunta es inevitable: ¿Permitirán Colombia, Venezuela y otras naciones latinoamericanas este tipo de acciones sin consecuencias diplomáticas o legales?
Voces que aún no se escuchan
Por ahora, los familiares de las potenciales víctimas colombianas guardan silencio. Quizás por miedo, desinformación o porque aún no tienen certeza. Las ONGs de derechos humanos colombianas han empezado a movilizarse, y ya han solicitado al gobierno nacional que emprenda una comisión investigadora conjunta con Washington y Caracas.
El silencio de Petro no puede durar mucho más si quiere evitar ser criticado por falta de defensa de sus compatriotas. “Todo colombiano muerto debe ser esclarecido, no importa si estaba involucrado o no. La ley debe prevalecer,” expresó la senadora María José Pizarro.
¿Y ahora qué?
- Si se confirma que hubo colombianos muertos injustamente, las relaciones entre Colombia y Estados Unidos podrían deteriorarse rápidamente.
- Venezuela podría usar esta situación para presionar a Estados Unidos ante la comunidad internacional.
- La militarización del Caribe y la “guerra antidrogas” podrían entrar en una nueva etapa de confrontación sin reglas claras.
Lo que está claro es que el Caribe ha perdido, aunque no salga en los titulares de turismo, la tranquilidad que alguna vez lo definió. Y si este conflicto no se gestiona con diplomacia y transparencia, estamos ante la posible apertura de un frente regional que cambiará la política hemisférica de los próximos años.
Más allá del narcotráfico, lo que hay en juego es el respeto a la vida, la soberanía y la verdad.