Crisis olvidada: El derrumbe del sistema de salud en el este del Congo

Entre rebeldes, enfermedades y olvido internacional, millones de vidas están en juego

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La situación humanitaria en el este de la República Democrática del Congo es, sin exagerar, uno de los dramas silenciosos más devastadores de nuestro tiempo. En medio del avance del grupo rebelde M23, respaldado por Ruanda, y el ignominioso abandono de la comunidad internacional, más del 80% de los centros de salud en las provincias de Kivu del Norte y del Sur operan prácticamente sin apoyo externo.

Una salud en guerra

Según un reciente informe del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), tras evaluar 240 instalaciones sanitarias en las dos provincias, se encontró que la gran mayoría enfrenta escasez crítica de medicinas esenciales, ausencia de personal médico capacitado y profundo deterioro de la infraestructura.

François Moreillon, jefe de la delegación del CICR en Congo, advirtió en conferencia de prensa:

“La vida de miles de personas está en riesgo debido a la falta de medicamentos para enfermedades como malaria, VIH y tuberculosis”.

Colapso por falta de financiación y acceso

El conflicto ha cortado líneas logísticas cruciales. Incluso cuando hay medicinas disponibles en otras regiones, los enfrentamientos hacen imposible el traslado a las zonas más afectadas. A esto se suma el cierre de muchas organizaciones humanitarias, forzadas a reducir o cesar sus operaciones por falta de fondos.

Actualmente, más de 80% de los centros sanitarios de Kivu sobreviven únicamente gracias al esfuerzo de los trabajadores locales, muchos de los cuales laboran sin salario o con apenas recursos básicos.

El éxodo del personal médico

La inseguridad provoca además la fuga de trabajadores de salud, dejando a muchas clínicas sin personal calificado. Según datos del CICR, casi la mitad de los centros médicos tienen personal insuficiente. Esto abre un vacío peligroso, sobre todo ante el aumento de enfermedades infecciosas y lesiones derivadas del conflicto.

El avance del M23 y el caos regional

El grupo armado M23, que ya en 2013 había capturado Goma por un breve periodo, ha ganado un nuevo impulso en los últimos años. Su ofensiva más reciente, con apoyo directo o indirecto de Ruanda —según diversas fuentes internacionales— ha ampliado su control estratégico sobre territorios en el este congoleño.

Este renacimiento del M23 ha contribuido al desplazamiento de más de 7 millones de personas en totalidad en la región. En lo que va del año, se estima que más de 3.000 personas han muerto por enfrentamientos, virus sin tratar y acceso limitado a centros de salud.

Una crisis tan vieja como olvidada

El conflicto en el este de Congo involucra más de 100 grupos armados y tiene raíces profundas: tensiones étnicas históricas, explotación minera, debilidad institucional y una comunidad internacional que, pese a sus promesas, ha fallado sistemáticamente en proteger a la población civil.

Desde los años 90, tras el genocidio en Ruanda y la caída del dictador Mobutu, el este del país se ha convertido en un campo de batalla permanente. La región es rica en minerales estratégicos como coltán, cobalto y cassiterita, que alimentan la tecnología del siglo XXI pero también alimentan la guerra.

Irónicamente, mientras los teléfonos móviles y coches eléctricos dependen de estos recursos, los habitantes de Kivu mueren por infecciones tratables.

Enfermedades, una amenaza aún peor

  • Malaria: Altamente endémica, representa una de las principales causas de muerte en niños menores de cinco años.
  • VIH/SIDA: El este de Congo presenta una de las tasas de infección más altas del país.
  • Tuberculosis: Su tratamiento requiere constancia y acceso regular a medicamentos, algo imposible en zonas de guerra.
  • Cólera y enfermedades diarreicas: Su incidencia crece debido al acceso limitado a agua potable y sistemas de saneamiento funcionales.

Testimonios desde la oscuridad

Marie*, una enfermera que huyó de Rutshuru, relató:

“Teníamos una clínica improvisada, atendíamos a más de 100 pacientes por semana con malaria y heridas de guerra. Una noche llegaron soldados, saquearon y quemaron todo. Tuve que escapar con mis hijos a pie”.

Regina*, otra sobreviviente desplazada, comparte una historia similar:

“Mi esposo murió por tuberculosis. El hospital estaba cerrado, y caminamos tres días buscando ayuda. Cuando llegamos ya era tarde”.

(*Nombres cambiados para proteger la identidad.)

Falta de voluntad política e internacional

La comunidad internacional, constantemente enfocada en otras crisis más mediáticas —como Ucrania, Gaza o Venezuela— ha relegado esta tragedia a las notas de pie de página. Según la ONU, el Plan de Respuesta Humanitaria para RDC 2025 requiere al menos 2.600 millones de dólares, pero hasta el momento solo se han recaudado 600 millones.

Esto contrasta con el hecho de que las principales economías del mundo están invirtiendo miles de millones en transición energética —lo cual requiere cobalto y litio de países como el Congo.

¿Qué se está haciendo realmente?

Entre las pocas acciones positivas está la renovación del mandato de la MONUSCO, misión de paz de la ONU, aunque su eficacia es cuestionada por líderes locales y organizaciones civiles.

Recientemente, organizaciones como Doctors Without Borders, el CICR y UNICEF han alertado públicamente sobre el colapso inminente del sistema sanitario si no se toman medidas urgentes.

Pero los fondos no llegan. Los compromisos son promesas huecas.

¿Qué podemos hacer?

En medio del ruido global, es imperativo alzar la voz por comunidades olvidadas como las del este del Congo. Aquí algunas acciones clave que la comunidad internacional, gobiernos e individuos pueden tomar:

  • Presionar a gobiernos y organismos multilaterales para que asignen fondos de emergencia al sistema sanitario congoleño.
  • Apoyar ONG legítimas que trabajan directamente en terreno.
  • Visibilizar la crisis en redes sociales, medios y foros académicos.
  • Fomentar una minería más ética con transparencia sobre el origen de los minerales utilizados en productos tecnológicos.

El este del Congo no necesita caridad, necesita justicia. Necesita que su pueblo deje de morir por enfermedades curables y que su sistema de salud deje de agonizar en silencio. No es solo una emergencia sanitaria. Es una crisis de humanidad.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press