La aldea de arena en Indonesia: una tradición entre la espiritualidad, la salud y la amenaza del olvido

Legung Timur, Legung Barat y Dapenda forman una comunidad única donde la vida gira en torno a la arena: desde el nacimiento hasta la vejez, la arena es cama, refugio y conexión ancestral

En una esquina poco explorada de Indonesia, más precisamente en el extremo noreste de la isla Madura, se oculta un fenómeno cultural tan singular como fascinante. Las aldeas de Legung Timur, Legung Barat y Dapenda, agrupadas bajo el apodo informal de “la aldea de arena”, representan una rara simbiosis entre el entorno natural y la forma de vida. Aquí, la arena no solo cubre patios y suelos de los hogares, sino que literalmente se convierte en lecho, asiento comunitario e incluso espacio sagrado. A continuación, exploraremos esta tradición única, sus orígenes, implicaciones sociales y las amenazas que enfrenta, en un análisis detallado.

Una cultura cimentada en la arena

En Legung Timur, es común encontrar a vecinos relajándose bajo el sol semienterrados en arena, ya sea en patios, salas o dormitorios llenos hasta los tobillos de este elemento. Este hábito tiene raíces profundas. Adnan, un residente de 55 años, confiesa: “Mis padres me dieron a luz sobre esta arena. Aprendí a gatear y caminar sobre ella, y así he vivido toda mi vida”.

Este fenómeno no es una moda ni una necesidad impuesta por condiciones económicas adversas, como podría suponerse. Al contrario, los habitantes atribuyen a la arena propiedades terapéuticas y espirituales. Creen que esta práctica promueve la cercanía familiar, la sanación física y mantiene viva una tradición identitaria que supera generaciones.

¿Por qué dormir en arena?

Muchos hogares han acondicionado habitaciones específicas para dormir en arena, las llamadas “camas de arena”. Una de estas habitaciones pertenece a Masriani, de 70 años, quien afirma dormir mejor sobre ella: “El suelo de arena me alivia los dolores, y el frío que conserva me ayuda a relajar la espalda”.

Este tipo de descanso recuerda prácticas como los baños árabes de arena caliente (psammatoterapia) que se usaban en el antiguo Egipto y que aún hoy se aplican en oasis del desierto del Sahara. Aunque la ciencia occidental aún debate los beneficios reales, hay estudios que vinculan el contacto directo con la tierra (grounding) con efectos positivos en el sueño, el estrés y el sistema inmunológico (NCBI).

Una aldea moldeada por el mar

La relación de estos pueblos Madureses con la arena está íntimamente ligada al mar que los rodea. Históricamente, este litoral ha brindado pesca, alimento, y ahora, también un estilo de vida único. La arena utilizada proviene de la costa, cuidadosamente cribada por cada familia con coladores para eliminar piedras y residuos.

Tal como indica Ibnu Hajar, antropólogo y estudioso de las culturas costeras en Java Oriental, “para las comunidades costeras, el mar es madre, maestro y templo. Un proverbio madurés dice que las olas son almohadas y el viento mantas”.

El ritual del atardecer en la arena

Cuando baja el sol, el patio se convierte en zona sagrada. Familias completas ocupan cavidades excavadas con esmero donde se sientan o se recuestan en círculo, a veces acompañados de chat o televisión desde sus móviles. Niños juegan tras las clases del Corán y los adultos conversan hasta que el frío nocturno los obliga a regresar al interior.

A las 11 o 12 de la noche, cuando empieza a refrescar, volvemos a la casa”, señala Pundia, otra habitante que, como varios, se presenta únicamente con un nombre. En una época de hiperconectividad, esta escena es casi residual: familias reunidas sin necesidad de estímulos digitales ni mobiliario sofisticado.

De maternidad ancestral a memoria viva

Además de salón social y cama, el suelo de arena sirvió durante décadas como improvisada sala de partos. En medio del aislamiento rural —y antes de que la sanidad pública alcanzara esta región remota— muchas mujeres fueron asistidas por parteras en sus propios hogares. “No había tiempo de llegar al hospital. Nací en esta arena y me crie sobre ella”, repite Adnan y con él, numerosos otros septuagenarios de la zona.

Amenazas que soplan del progreso

Sin embargo, el avance de la modernidad y el abandono de la cultura ancestral amenazan con enterrar simbólicamente esta forma de vida. Las nuevas generaciones, seducidas por las metrópolis o por dinámicas de vida más occidentalizadas, están dejando de lado esta práctica. Por si fuera poco, el aumento de residuos en la costa ha contaminado el suministro de arena limpia. “Ya no da gusto traerla de la playa. Hay plásticos, latas, incluso vidrio”, lamenta Marsadik, padre de familia.

Modernidad vs. ancestralidad

¿Puede un estilo de vida tan particular tener cabida en el siglo XXI? Según recomienda la UNESCO, tradiciones como estas pueden ser protegidas como patrimonio inmaterial si se demuestra su valor histórico y su impacto en la identidad colectiva. Este sería un paso crucial para preservar este conocimiento local, antes de que se pierda bajo el peso del asfalto urbanizador.

Cuando la arena es más que un elemento natural

Lo que para muchos es apenas una molestia —algo que limpiar tras un día de playa— se convierte en este rincón de Indonesia en un vehículo de conexión espiritual. La arena no es simplemente polvo del suelo: es cuna, medicina y refugio. Es un testimonio vivo de cómo la humanidad puede renegociar su vínculo con la naturaleza desde la cotidianidad.

¿Una fuente de inspiración ecológica?

En un mundo afectado por la desconexión con la tierra, el estilo de vida en estas aldeas podría representar una fuente de inspiración para redescubrir prácticas orgánicas, comunitarias y sostenibles. Algo tan básico como sentir los granos de arena bajo los pies podría ser la llave para reconectar con nosotros mismos, con el entorno y con aquellos valores que no pueden medirse en PIB ni en tecnología.

¿Podrá sobrevivir esta tradición a la tendencia globalizante? A juzgar por la resiliencia de sus habitantes y el orgullo con que describen sus raíces, la respuesta podría estar —literalmente— en la tierra que pisan.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press