La batalla por la libertad en las bibliotecas: una directora despedida, un juicio millonario y el debate nacional

El despido de una directora de biblioteca en Wyoming desata una lucha legal por la Primera Enmienda y pone en el centro del debate el acceso libre a libros con temáticas LGBTQ+ y sexuales

Terri Lesley: de bibliotecaria a símbolo de la libertad de expresión

En el corazón del conservador estado de Wyoming, donde los extensos paisajes se entrelazan con la minería del carbón y las tradiciones conservadoras, se libró recientemente una batalla inesperada: no con herramientas pesadas ni maquinaria, sino con libros, valores y derechos constitucionales. Terri Lesley, la directora del sistema de bibliotecas del condado de Campbell, ha pasado de organizar estanterías a convertirse en un emblema nacional de la lucha por la libertad de expresión en Estados Unidos.

Tras un conflicto de dos años por la disponibilidad de libros con contenido sexual y temáticas LGBTQ+ en estanterías juveniles, Lesley fue despedida en 2023. Entre acusaciones de censura y represalias políticas, Lesley decidió no quedarse callada y llevó su caso a los tribunales. Ahora ha recibido 700.000 dólares como parte de un acuerdo con las autoridades del condado, declarando: “No me arrepiento de haber defendido la Primera Enmienda”.

¿Libros inapropiados o educación necesaria?

Los libros cuestionados —como “This Book is Gay” de Juno Dawson, “Sex is a Funny Word” de Corey Silverberg y “How Do You Make a Baby” de Anna Fiske— no son títulos aislados. Representan una tendencia creciente hacia la inclusión, la educación sexual integral y la representación LGBTQ+ en literatura juvenil. Para algunos sectores, estos materiales representan una amenaza a los “valores familiares tradicionales”. Para otros, son recursos vitales que brindan información precisa y apoyo emocional a jóvenes que a menudo carecen de ambas cosas.

Lesley, al mantener estos libros disponibles para el público juvenil, fue acusada de promover contenidos “inapropiados”. Pero para ella, la función de una biblioteca pública es clara: garantizar el acceso libre a todo tipo de ideas, sin censura.

El trasfondo político y social del conflicto

El escenario de este conflicto no es casual. El condado de Campbell, con una economía dependiente del carbón y un electorado marcadamente conservador, ha sido terreno fértil para disputas ideológicas. En 2021, padres y ciudadanos comenzaron a presionar a la junta de la biblioteca para retirar libros bajo el argumento de que estos contenían contenido sexual explícito destinado a los menores. Ante la negativa de Lesley, las tensiones se intensificaron hasta llegar a su despido.

¿Se trató verdaderamente de una “evaluación del desempeño”, como argumentaron las autoridades del condado, o fue una represalia por defender derechos constitucionales? En su demanda federal, Lesley sostuvo que fue castigada injustamente por no sucumbir ante la presión política y por no aplicar censura previa.

700.000 razones para reflexionar sobre la censura moderna

El fallo a favor de Lesley es más que una victoria económica: es un precedente legal y simbólico. Según su abogada, Iris Halpern, de la firma Rathod Mohamedbhai: “Esperamos que esto envíe un mensaje claro a otras bibliotecas y funcionarios públicos: la Primera Enmienda está viva y fuerte”.

La magnitud del acuerdo refleja la fuerza de su reclamo: la censura institucional, incluso cuando no se declara abiertamente, sigue siendo una amenaza real en democracias modernas. Lesley también presentó demandas individuales contra tres personas que solicitaron la retirada de los libros, buscando responsabilizar no solo a instituciones, sino a ciudadanos que, según ella, actuaron con objetivos discriminatorios.

Una tendencia nacional: bibliotecas bajo ataque

No es un caso aislado. Según la American Library Association (ALA), el 2023 fue el año con más intentos de censura de libros en bibliotecas públicas y escolares desde que comenzaron a registrarlos. Solo en la primera mitad del año, se reportaron intentos de censura contra más de 1,900 títulos. La gran mayoría de estos libros abordaban temas de identidad sexual, racismo, salud mental y discriminación.

En estados como Texas, Florida y Tennessee, se han aprobado o discutido leyes que restringen la disponibilidad de ciertos libros en contextos escolares. Muchas de estas iniciativas se han enmarcado dentro del debate cultural más amplio sobre el “despertar progresista” y la “ideología de género”.

¿Neutralidad bibliotecaria o activismo literario?

Durante generaciones, las bibliotecas han sido vistas como espacios neutrales donde el conocimiento reside sin restricciones ideológicas. Pero el aumento de la polarización política y cultural está poniendo esa neutralidad a prueba. Bibliotecarios y bibliotecarias —como Terri Lesley— se están viendo forzados a tomar posturas firmes frente a lo que, hasta hace poco, eran decisiones meramente administrativas.

La pregunta que queda flotando en el aire es: ¿puede la neutralidad persistir cuando el acceso libre a la información está siendo atacado?

El rol de la Primera Enmienda en tiempos modernos

La Primera Enmienda de la Constitución de EE. UU. establece la libertad de expresión como un derecho fundamental. Prohíbe al gobierno censurar opiniones, limitar el acceso a ideas o imponer discurso oficial. Pero, en la práctica, su aplicación suele ser un campo minado.

El caso de Lesley presenta un claro ejemplo de cómo funcionarios públicos pueden cruzar líneas constitucionales, incluso si no expresan explícitamente que su actuar es motivado por el contenido de los libros. El despido de Lesley, dependiendo del punto de vista, puede ser visto como una acción administrativa o como un ejemplo claro de represión ideológica.

¿Y ahora qué? Una advertencia para el futuro

Terri Lesley ya no dirige la biblioteca del condado de Campbell, pero su caso ha encendido un importante debate nacional sobre el acceso, la representación y los límites del poder institucional. También ha servido para visibilizar el importante trabajo que realizan miles de bibliotecarios alrededor del país, a menudo bajo presión política, amenazas y descrédito público.

La lección es clara: los derechos pueden erosionarse no con leyes represivas, sino con decisiones administrativas camufladas de profesionalismo. Defender la libertad de expresión requiere vigilancia constante, incluso en lugares tan aparentemente apacibles como una biblioteca pública.

Voces emergentes y respaldo nacional

A raíz del caso, diversas organizaciones defensoras de los derechos civiles han salido en apoyo de Lesley y de otros bibliotecarios en situaciones similares. Grupos como PEN America y Freedom to Read Foundation están monitoreando amenazas a la libertad de información, especialmente aquellas dirigidas a comunidades vulnerables, como la LGBTQ+.

La propia Lesley ha sido invitada a dar charlas en universidades y conferencias bibliotecarias, y ya se perfila como una figura de referencia para la defensa del pluralismo literario en bibliotecas públicas.

¿Dónde trazamos la línea?

¿Quién decide lo que es apropiado para un menor? ¿Quién tiene derecho a restringir lo que otros leen? ¿Cómo se equilibra la libertad de expresión con la sensibilidad cultural o religiosa? Estas preguntas no encontrarán respuestas fáciles, pero es esencial mantenerlas vivas en el diálogo público.

La historia de Terri Lesley nos obliga a reflexionar no sobre los libros en sí, sino sobre la capacidad de una sociedad para defender sus principios esenciales, aún cuando estos resultan incómodos para algunos sectores. Hoy son libros. Mañana podrían ser ideas, debates o incluso la verdad misma.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press