La ciencia y la ética en tensión: el trasfondo del Nobel de Química 2024 y el conflicto con Gaza
Entre avances revolucionarios en inteligencia artificial y denuncias de violaciones a los derechos humanos en Oriente Medio, el mundo observa dos caras del progreso: innovación y conflicto.
Por estos días, la humanidad enfrenta dos narrativas muy poderosas: por un lado, los impresionantes avances científicos celebrados con los Premios Nobel; por otro, la persistente tragedia humanitaria en Gaza, agudizada por el bloqueo israelí y los esfuerzos de activistas internacionales para romperlo.
¿Qué tienen en común la premiación a Demis Hassabis, John Jumper y David Baker por su rol en la revolución de la biotecnología, y las acciones desesperadas de flotillas de ayuda humanitaria detenidas en el Mediterráneo? En este artículo en tono analítico, proponemos una reflexión sobre las promesas de la ciencia moderna y sus contrastes éticos con los desafíos del siglo XXI.
Una revolución invisible: inteligencia artificial diseñando la vida
El Premio Nobel de Química 2024 fue otorgado a David Baker, bioquímico de la Universidad de Washington, junto a Demis Hassabis y John Jumper de Google DeepMind, por su trabajo en el desarrollo de técnicas para predecir y diseñar proteínas con inteligencia artificial.
Este hito se basa en AlphaFold, un sistema desarrollado por DeepMind que, en 2020, resolvió uno de los mayores retos de la biología molecular: predecir la estructura tridimensional de una proteína a partir de su secuencia de aminoácidos. Hasta entonces, resolver esa estructura tomaba meses o años. Hoy, gracias a AlphaFold, se puede hacer en segundos, con una precisión asombrosa.
Según la revista Nature, AlphaFold ha predicho estructuras de más de 200 millones de proteínas, cubriendo prácticamente todas las conocidas por la ciencia. Esto tiene implicaciones profundas: desde el desarrollo acelerado de medicamentos hasta la ingeniería de enzimas para la industria y la sostenibilidad.
“El impacto ha sido como el del telescopio para la astronomía”, dijo en su momento el director del Instituto Europeo de Bioinformática, que colabora con DeepMind para distribuir los modelos públicamente. La hazaña no es menor: fue calificada como uno de los avances científicos más importantes del siglo.
Ética, poder y quién controla la tecnología
Sin embargo, estos avances traen consigo preguntas que van más allá del laboratorio. Si se pueden diseñar proteínas desde cero, ¿quién decide qué usos serán legítimos? ¿Podría aprovecharse esta tecnología para fines militares o control social?
Demis Hassabis, cofundador de DeepMind, es conocido por su prudente enfoque al desarrollo de IA. En más de una ocasión ha afirmado que es necesario establecer límites éticos desde el inicio. Pero los expertos advierten que, a medida que la investigación en IA y biología converge, el desequilibrio entre el conocimiento científico y la regulación gubernamental podría tener consecuencias graves.
Estas tecnologías suelen estar concentradas en manos de grandes corporaciones privadas, que a menudo no están sujetas al mismo escrutinio que los organismos públicos. Esto genera un dilema fundamental: ¿estamos creando herramientas por el bien común o la supremacía tecnológica?
Mientras tanto, en el mar: las flotillas de Gaza y la crisis humanitaria
Mientras el mundo celebraba estos logros científicos, otra historia se desarrollaba en el Mediterráneo oriental. La Freedom Flotilla Coalition y el grupo Thousand Madleens to Gaza intentaron romper el férreo bloqueo naval que Israel mantiene sobre la Franja de Gaza desde 2007.
El miércoles, nueve embarcaciones con 145 activistas internacionales —entre ellos doctores, políticos y parlamentarios turcos— fueron interceptadas por la armada israelí a más de 120 millas náuticas de la costa de Gaza. Llevaban pequeñas cantidades de alimentos y ayuda médica destinada a hospitales colapsados por el conflicto.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel calificó la operación como “otra fútil tentativa de violar el bloqueo legal”. No hubo heridos, pero los activistas fueron detenidos y están siendo deportados. La reacción internacional no se hizo esperar: manifestaciones en varias ciudades europeas y un paro de 24 horas en Italia reflejaron el creciente malestar global ante la situación en Gaza.
Entre inteligencia artificial y bombardeos: ¿hacia dónde nos lleva el progreso?
Hay algo profundamente contrastante entre estas dos realidades. Por un lado, equipos de científicos están reprogramando el código básico de la vida con inteligencia artificial; por otro, comunidades enteras sobreviven bajo bombardeos diarios, sin acceso a comida ni medicinas, dependiendo de la caridad marítima de voluntarios.
La Ofensiva israelí en Gaza, que comenzó tras el ataque de Hamas el 7 de octubre de 2023 (que dejó al menos 1,200 israelíes muertos y 251 rehenes), ha causado más de 67,000 muertes palestinas hasta junio de 2025, según el Ministerio de Salud de Gaza, controlado por Hamas. Cerca de la mitad de los fallecidos son mujeres y niños, según estas estimaciones, que a falta de fuentes independientes, siguen siendo consideradas las más fiables por la ONU y ONGs.
En paralelo, negociaciones indirectas entre Israel y Hamas, auspiciadas por EE.UU., Egipto, Catar y Turquía, continúan en la ciudad egipcia de Sharm al-Sheikh, sin avances significativos. Mientras tanto, Naciones Unidas ha advertido que más del 85% de la población gazatí padece inseguridad alimentaria severa, y la UNICEF alerta que más de 30,000 niños están en riesgo de morir por desnutrición aguda.
¿Humanismo selectivo?
En menos de una semana, el mundo ha aplaudido descubrimientos en inmunología (con el Nobel de Medicina a Brunkow, Ramsdell y Sakaguchi), física cuántica aplicada (Premio Nobel de Física a Clarke, Devoret y Martinis), y ahora en inteligencia artificial aplicada a la biología. Pero, al mismo tiempo, ha visto cómo detenían a Greta Thunberg, símbolo global de la juventud comprometida, por intentar llevar remedios a Gaza.
Así, surgen estas preguntas: ¿por qué celebramos el progreso científico sin prestar igual atención a los abusos contra los derechos humanos? ¿Puede hablarse de “civilización” cuando la mitad del planeta avanza hacia la era biotecnológica y la otra mitad apenas sobrevive bajo la amenaza constante de muerte y escasez?
La encrucijada moral del siglo XXI
El progreso científico no puede ser evaluado únicamente por lo que puede lograr, sino también por cómo se aplica, a quién beneficia y a costa de qué. El dilema de nuestro tiempo es que mientras la tecnología acelera, los sistemas de justicia, compensación y protección de los más vulnerables siguen estancados o incluso en retroceso.
El contraste que representan los Premios Nobel y las flotillas a Gaza es un potente recordatorio de esta disonancia. Avanzamos en precisión molecular, pero no en empatía colectiva. Porque ningún algoritmo, por sofisticado que sea, suplantará jamás la capacidad humana de tender una mano más allá de los intereses geopolíticos.
Quizá la pregunta clave de este siglo no sea qué podemos descubrir, sino: ¿Qué elegimos hacer con nuestras herramientas más poderosas?