¿Justicia o Ciencia Obsoleta? El Caso Roberson y la Controvertida Condena por 'Shaken Baby Syndrome'
La pausa en la ejecución de Robert Roberson en Texas reabre el debate sobre la validez del síndrome del bebé sacudido y el uso de ciencia desacreditada en juicios penales
Una pausa que reaviva viejos debates
En Texas, el caso de Robert Roberson ha adquirido relevancia nacional al convertirse en una nueva prueba para el sistema judicial estadounidense y el uso de evidencia médica controvertida en juicios penales. Su ejecución, programada para el 16 de octubre de 2024, fue detenida por la Corte de Apelaciones Criminales de Texas. Esta suspensión no sólo le otorga más tiempo de vida, sino que podría abrirle la puerta a un nuevo juicio.
Roberson, de 58 años, fue condenado a muerte en 2003 por la muerte de su hija de 2 años, Nikki Curtis. Su caso se basó, en gran medida, en un diagnóstico de “shaken baby syndrome” (“síndrome del bebé sacudido” en español), una teoría médica que ha sido fuertemente cuestionada y, en ciertos círculos, desacreditada durante la última década.
¿Qué es el síndrome del bebé sacudido?
Esta condición se refiere a lesiones cerebrales graves causadas supuestamente por sacudir violentamente a un bebé, lo que lleva a una hemorragia cerebral, hinchazón del cerebro y, a menudo, la muerte. La teoría fue ampliamente aceptada en la década de 1990 y usada en numerosos casos penales para condenar a padres o cuidadores.
Sin embargo, en años recientes, varios médicos y expertos legales han puesto en entredicho esta teoría, argumentando que síntomas similares pueden deberse a enfermedades, caídas accidentales e incluso errores médicos. De acuerdo con el Proyecto Inocencia, múltiples personas han sido exoneradas después de pasar años en prisión bajo acusaciones fundamentadas en esta teoría médica.
La “ley de ciencia basura” en Texas
El caso de Roberson se ampara en la legislación estatal impulsada en 2013, conocida como la "junk science law”, diseñada para conceder nuevas audiencias cuando evidencia científica utilizada para una condena ha evolucionado o sido desacreditada. Hasta ahora, esta ley no había derivado en un nuevo juicio para un condenado a muerte.
La Corte de Apelaciones Criminales de Texas cita particularmente su decisión de 2023, en la que se revocó la condena de un hombre de Dallas cuya sentencia también se había basado en esta teoría. En ese precedente, el tribunal concluyó que el juicio habría sido sustancialmente distinto si la evidencia médica se hubiese presentado según los estándares científicos actuales. Esta doctrina sentó la base para suspender la ejecución de Roberson.
Un frente legal y político diverso a su favor
Curiosamente, el caso ha sumado apoyos de todo tipo. Desde legisladores liberales hasta ultraconservadores, figuras como el novelista John Grisham e incluso uno de los investigadores originales del caso, han pedido una revisión, y en muchos casos, un nuevo juicio para Roberson.
“Robert adoraba a Nikki, cuya muerte fue una tragedia. Estamos convencidos de que una revisión objetiva de la evidencia médica demostrará que no hubo crimen”, dijo Gretchen Sween, una de las abogadas del equipo legal de Roberson, tras la decisión judicial.
Sin embargo, estos esfuerzos han recibido oposición del fiscal general estatal, Ken Paxton, quien sostiene que la muerte de Nikki Curtis fue resultado de maltrato infantil y que Roberson tenía antecedentes de violencia hacia su hija.
¿Juicio justo o prueba manipulada?
El veredicto original de 2003 se fundamentó principalmente en el testimonio de un experto que aseguró que la niña presentó síntomas “clásicos” del síndrome de bebé sacudido: sangrado intracraneal, inflamación cerebral y signos de daño ocular.
No obstante, informes más recientes, incluidos en la apelación del caso, sostienen que Nikki tenía una infección por neumonía no diagnosticada y que otros factores, entre ellos, el historial médico de la niña, no fueron correctamente considerados. La defensa argumenta que la menor pudo haber fallecido por complicaciones de esa infección, deshidratación o incluso interacción con medicamentos, más que por abuso intencional.
La dura crítica al sistema judicial
“Texas se ha convertido en pionero en revisar condenas basadas en ciencia basura, pero sigue sin resolver cómo compensar errores cometidos”, dice David Wren, abogado especializado en fallos erróneos. Según datos de la National Registry of Exonerations, más de 3,300 personas han sido exoneradas desde 1989, muchas por errores forenses.
Roberson sería la primera persona en el país en ser ejecutada basándose únicamente en un diagnóstico de síndrome de bebé sacudido, lo que lo convertiría en un símbolo trágico de un sistema que, a pesar de leyes progresistas, sigue operando con evidencia profundamente cuestionable.
¿Qué sigue para Roberson?
El caso regresará ahora a la corte de distrito en el condado de Anderson, al este de Texas, que decidirá si Roberson merece un nuevo juicio. Su defensa aspira a que este tribunal considere la nueva evidencia médica con estándares actuales. No hay una línea de tiempo establecida para este proceso, pero los abogados se han comprometido a acelerar el proceso todo lo posible.
Mientras tanto, organizaciones de derechos humanos y activistas continúan realizando campañas para concienciar sobre la fragilidad del sistema judicial cuando se basa en ciencia obsoleta o discutida. “Ninguna democracia debería permitir que una persona sea ejecutada sin estar segura de la solidez del fundamento científico de su sentencia”, dijo en un comunicado Innocence Project.
¿Estamos ante el ocaso del síndrome del bebé sacudido en los tribunales?
El mundo judicial y médico sigue polarizado. Por un lado, instituciones como la Academia Americana de Pediatría sostienen que el síndrome del bebé sacudido es una realidad médica, aunque reconocen que su diagnóstico se ha aplicado con demasiada ligereza en el pasado. Por otro lado, informes científicos y comisiones de revisión forense, como la del estado de Texas, aseguran que hay consenso creciente sobre los límites e imprecisiones del diagnóstico.
Casos como el de Robert Roberson, al igual que el de otros prisioneros que apelan sentencias fundadas en teorías científicas desacreditadas, podrían marcar el principio del fin de una era donde la ciencia imperfecta resultaba en condenas definitivas. Pero mientras eso ocurre, la vida de Roberson —y el futuro de la justicia basada en hechos científicos— continúa en la cuerda floja.