“The Last Frontier”: cuando el caos aéreo se convierte en thriller rural con corazón

La nueva serie de Apple TV+ mezcla acción trepidante con drama humano ambientado en la helada Alaska. ¿Es solo otra historia de fugitivos, o una mirada más profunda al alma rural estadounidense?

Por: Redacción Bar y Vida

Un choque aéreo, un aluvión de criminales y una conspiración de la CIA

Apple TV+ ha apostado fuerte por las series que combinan acción, atmosferas intrigantes y una narrativa vertiginosa, y “The Last Frontier” no es la excepción. Imagina comenzar tu día en una helada y aislada región de Alaska para enterarte de que un avión con 52 presos federales cayó en plena tundra… y que 18 de ellos siguen sueltos.

El piloto, o más bien dicho, el showrunner Jon Bokenkamp (recordado por su trabajo en “The Blacklist”), no pierde tiempo en sumergirnos en esta montaña rusa de emociones. Los primeros minutos están cargados de tensión, con la caída del avión retratada con un toque casi poético: los cuerpos girando como si estuvieran en una coreografía de ballet, mientras suena “Unchained Melody” de Elvis Presley. Un indicio claro de que esta serie no solo busca adrenalina, sino también estilo.

Jason Clarke, el guardián de las montañas heladas

Encabezando el reparto está Jason Clarke, quien ya nos ha demostrado su talento en “Zero Dark Thirty” y “Oppenheimer”. Aquí da vida a un U.S. Marshal con heridas emocionales y responsabilidades territoriales casi imposibles de manejar. Cuando el gobierno le pregunta si ya “aseguró el perímetro”, responde con una línea que define el tono de la serie: “Esto es Alaska. No hay perímetro.”

Y tiene razón. En un entorno salvaje e impredecible, rastrear a criminales peligrosos se convierte en una experiencia casi mística donde la naturaleza, el aislamiento y la tensión psicológica se entretejen en cada escena.

No solo acción, también comunidad

Lo que diferencia a “The Last Frontier” de otras series con ritmo de infarto es su dimensión humana. Mientras los criminales recorren los glaciares escapando, la comunidad rural trata de resistir, adaptarse y ayudar, aún si eso significa enfrentar sus propios traumas. El personaje de Simone Kessell, esposa del marshal y enfermera en el hospital de Fairbanks, representa a una mujer que, desde la primera línea sanitaria, demuestra coraje, compasión y resistencia.

“Creo que es fundamental mostrar a mujeres fuertes que pueden hacerlo todo. Eso nos inspira para replantearnos nuestros propios límites.” – Simone Kessell

Una estructura narrativa que apuesta por el “completo”

Jon Bokenkamp se esmera por ofrecer más que cliffhangers y tiros. Cada episodio de la serie lleva el nombre de una canción, cuidadosamente elegida para simbolizar su contenido, desde “Blue Skies” de Willie Nelson hasta “American Dream” de Hayes Carll. Este enfoque musical añade una capa extra de interpretación emocional, haciendo que la historia no solo se vea, sino que se sienta.

“No quería que cada episodio terminara como una trampa para ver el siguiente. Quería que fuera una comida completa.” – Jon Bokenkamp

Se sigue una estructura procedural en la que cada semana hay un enfoque diferente: se cuenta la historia de uno de los fugitivos mientras el arco central —el operativo de la CIA con identidad secreta y dobles lealtades— se va desarrollando como una sombra cada vez más oscura.

Inspiración rural en un mundo dividido

Uno de los elementos más llamativos es el choque cultural entre el agente urbano de la CIA (interpretado por una misteriosa y distante Haley Bennett) y los habitantes del pequeño pueblo de Yukon Flats. Este conflicto sirve de excusa para mostrar cómo, aún hoy, subsisten prejuicios tanto de los rurales hacia los citadinos como en sentido inverso.

Bokenkamp, quien ha vivido entre Nebraska y Los Ángeles, conoce bien esta fractura:

“Ambos lados se malinterpretan constantemente. Quería mostrar que aún en tiempos de profunda división, el espíritu comunitario sigue siendo poderoso.”

La serie se convierte así en una alegoría moderna de lo que significa comunidad en lugares donde se depende del otro para sobrevivir: en -30 °C, no importa si detestas a tu vecino, porque es quien te prestará el generador eléctrico cuando más lo necesites.

Filmada con dureza y pasión

Rodada en Quebec para simular los paisajes de Alaska, “The Last Frontier” no escatimó en autenticidad. Jason Clarke destaca que la experiencia fue extrema, pero formativa. “El frío agudiza tus sentidos. Estás más alerta, más presente. Filmar acción en ese entorno te entrena de una forma brutal.”

Simone Kessell, entre risas, señala que aunque hubiera preferido filmar en Hawái o Sicilia, lo vivido “cambió el alma”.

Un thriller fuera del molde

Las comparaciones con “Con Air” y “The Fugitive” no son injustificadas. La serie toma la tensión constante de ambas y le agrega una capa de inteligencia y corazón poco habitual en thrillers televisivos. Aquí no solo hay persecuciones en motos de nieve. Hay conflictos morales, decisiones difíciles y secretos oscuros que pueden cambiar el país entero.

Y no podemos olvidar el inusual pero efectivo humor negro de Bokenkamp, que le da a la historia esa pizca de irreverencia cuando más lo necesita.

¿Por qué verla?

  • Porque no es “una serie más de criminales”.
  • Porque ofrece acción y reflexión en la misma dosis.
  • Porque los personajes femeninos no son accesorios sino fuerzas clave.
  • Porque en tiempos de discursos divisorios, esta historia propone comunidad y empatía.
  • Y sí, también porque una banda sonora con Willie Nelson, Scorpions y Elvis Presley nunca falla.

En definitiva, “The Last Frontier” es más que una serie de escapistas y secretos gubernamentales. Es un experimento emocional, político y humano que nos recuerda que cuando todo falla, lo único que tenemos es al otro.

Disponible en Apple TV+. Episodios nuevos cada semana.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press