Dominion Voting Systems cambia de manos: ¿transparencia electoral o agenda política?

La venta de Dominion a una nueva firma de corte conservador desata debates sobre el futuro de la tecnología electoral en EE. UU.

Liberty Vote: un nuevo capítulo para Dominion Voting Systems

La compañía Dominion Voting Systems, atacada ferozmente desde la elección presidencial de 2020 por teorías de conspiración promovidas por Donald Trump y sus aliados, ha sido oficialmente vendida a una nueva empresa: Liberty Vote. Esta reciente adquisición no es simplemente una transacción empresarial, sino un cambio que plantea numerosas preguntas sobre la confianza, legitimidad y transparencia del voto estadounidense.

KNOWiNK, una compañía de San Luis especializada en libros electrónicos de votación, anunció la compra, señalando además un cambio de nombre. Scott Leiendecker, exdirector electoral republicano de San Luis y dueño de KNOWiNK, lidera la nueva empresa.

Un trasfondo marcado por teorías conspirativas

Desde noviembre de 2020, Dominion ha estado en el ojo del huracán político. Fue blanco de acusaciones infundadas de manipulación electoral, incluyendo la propagación de teorías que afirmaban que las máquinas de Dominion alteraban votos o estaban vinculadas al difunto dictador venezolano Hugo Chávez. Aunque múltiples procesos judiciales han desmentido estas afirmaciones, los rumores han dejado una huella profunda en la percepción pública.

Esto ha desencadenado demandas millonarias por difamación. En 2023, Dominion ganó un acuerdo de 787 millones de dólares contra Fox News, seguido de un arreglo en 2024 con Newsmax por 67 millones de dólares. Las consecuencias de estas acusaciones infundadas aún resuenan en los pasillos del poder político y judicial.

¿Quién es Liberty Vote y qué planea hacer?

Liberty Vote promete alinearse con una orden ejecutiva de Trump de 2020 que exigía radicales reformas al sistema electoral, un decreto que ha sido bloqueado por tribunales por considerarse inconstitucional. El punto clave de este programa es la eliminación del uso de códigos de barra o QR en papeletas de votación y el regreso a boletas en papel marcadas a mano.

Scott Leiendecker declaró que su empresa ofrecerá “tecnología de votación que prioriza la transparencia basada en papel”, una frase que resuena directamente con los reclamos de quienes creen, sin sustento empírico, que las elecciones electrónicas están sujetas a fraude.

Reacciones divididas

El anuncio ha generado preocupación, especialmente en estados demócratas donde Dominion aún opera. Gobiernos estatales, asociaciones de derechos civiles y el Comité Nacional Demócrata ven con inquietud la posibilidad de que una empresa privada con clara inclinación partidista pueda influir en la infraestructura electoral.

“Dominion se está alineando político-ideológicamente, algo que históricamente estas empresas han evitado”, comentó un funcionario electoral anónimo de California. “Lo que era una empresa centrista ahora muestra abiertamente preferencias”.

No obstante, otros actores relevantes del sistema electoral mantienen una visión más matizada. Stephen Richer, funcionario electoral republicano de Arizona que también fue blanco de ataques de Trump, declaró:

“KNOWiNK siempre ha mantenido una reputación profesional y no ha promovido activamente teorías conspirativas. Hasta ahora, han sido como cualquier otra empresa neutral en este mercado”.

¿Tecnología o ideología?

El debate se centra en una pregunta fundamental: ¿puede una empresa proporcionar servicios de infraestructura electoral cuando su agenda parece estar alineada con una facción política? Hasta ahora, las tecnológicas del voto han sido cuidadosas al respecto. La razón es simple: sus equipos son utilizados tanto en estados gobernados por republicanos como por demócratas.

Liberty Vote desafía esta postura con declaraciones abiertamente políticas. ¿Implicará esto un giro a nivel de diseño tecnológico? ¿Podrán los estados confiar en que los sistemas serán diseñados para asegurar elecciones libres e imparciales, sin importar quién esté en el poder?

La inevitable politización de la tecnología electoral

En la era post-2020 es imposible ignorar la nueva realidad del sistema electoral estadounidense: la tecnología, que antes solía verse como una herramienta neutral, ahora es un campo de batalla político. Los equipos de votación, los libros electrónicos para validar identidades y hasta los conteos automatizados están ahora bajo microscópica vigilancia ideológica.

Lo que comenzó como una crítica extrema sin fundamento ha obligado a reformular cómo se percibe y se gobierna la tecnología electoral. Incluso si Liberty Vote logra mantener operaciones técnicas impecables, la percepción pública ya está teñida por un pasado lleno de litigios, retóricas polarizantes y desinformación.

¿Qué papel juega la legislación en todo esto?

La Constitución de los Estados Unidos asigna a los estados y al Congreso la autoridad sobre las reglas electorales. La orden ejecutiva de Trump nunca tuvo fuerza legal, pero su existencia ha sido utilizada como instrumento de presión política. Cualquier empresa que diga alinearse con esas directrices, ignora tanto la separación de poderes como la jurisprudencia existente.

De hecho, múltiples jueces federales y estatales han declarado inconstitucional intentar imponer regulaciones técnicas como las que incluye dicha orden. Una cita relevante del juez James Boasberg, de la Corte del Distrito de Columbia:

“El Ejecutivo no puede dictar la infraestructura técnica del sufragio estatal, mucho menos bajo parámetros sin fundamentos fácticos sólidos”.

¿Qué esperar a futuro?

  • Mayor escrutinio legal: Si Liberty Vote implementa prácticas alineadas con una orden ejecutiva suspendida, podría enfrentarse a demandas o restricciones estatales.
  • Posible pérdida de contratos: Estados donde dominan los demócratas podrían dejar de trabajar con una empresa que perciben como ideológicamente sesgada.
  • Resistencia social: Organizaciones de derechos civiles y ciudadanía activa pueden presionar por una auditoría o revisión de los contratos adjudicados.
  • Mayor polarización: Este episodio podría incrementar aún más la desconfianza de los ciudadanos hacia todo el sistema electoral.

Los próximos años serán cruciales para determinar si Estados Unidos puede volver a establecer un consenso mínimo sobre cómo organizar y verificar sus elecciones. La historia de Dominion, ahora Liberty Vote, será una pieza clave para entender esa evolución.

¿Puede haber neutralidad tecnológica en medio de un ambiente partidista extremo? ¿Qué rol debe jugar una empresa privada en el proceso democrático más delicado de una nación? Esas son las verdaderas preguntas que esta historia nos obliga a responder.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press