El gran revés de Holtec y la batalla nuclear en EE. UU.: ¿quién quiere los residuos tóxicos?
La empresa energética Holtec abandona su plan de almacenamiento de residuos nucleares en Nuevo México mientras el país sigue sin solución duradera para las 90.000 toneladas de desechos radioactivos
Una retirada estratégica con mucho trasfondo
La empresa Holtec International, con sede en Nueva Jersey, ha decidido abandonar su ambicioso proyecto de construir un depósito temporal de residuos nucleares en el sureste de Nuevo México. A pesar de contar con la aprobación regulatoria y una sentencia favorable del Tribunal Supremo de EE. UU., Holtec afirmó que las barreras políticas y sociales en el estado hacían de esta una “vía inviable”.
Este giro sorpresivo no sólo representa un revés para la compañía, sino que vuelve a poner en evidencia una realidad incómoda: Estados Unidos no tiene, a día de hoy, una solución permanente para almacenar los más de 90.000 toneladas de combustible nuclear gastado que se acumulan desde hace décadas en plantas nucleares activas y desmanteladas del país.
El elefante radioactivo en la sala
Desde la década de 1980, EE. UU. ha almacenado sus residuos nucleares “temporalmente” en sitios diseñados para un uso de corto plazo bajo la promesa de que, eventualmente, habría un depósito subterráneo permanente. Ese lugar nunca llegó. El famoso proyecto de Yucca Mountain en Nevada, que debía ser el repositorio definitivo, quedó paralizado por razones políticas y sociales a principios del siglo XXI.
Con cada año que pasa, la cantidad de residuos aumenta, así como las preocupaciones por su seguridad. Las piscinas de almacenamiento y los contenedores secos que contienen estos materiales altamente radiactivos no fueron diseñados para servir indefinidamente.
Según la U.S. Nuclear Regulatory Commission, alrededor del 98% de las plantas nucleares del país almacenan residuos en instalaciones que ya exceden su vida útil prevista. Camilla Feibelman, directora del capítulo Río Grande del Sierra Club, lo resume así: “La energía nuclear tiene un problema imposible de resolver: nadie quiere los residuos”.
Nuevo México: de la aceptación al rechazo total
El plan de Holtec consistía en construir un megacomplejo de almacenamiento temporal capaz de alojar hasta 173.000 toneladas de combustible gastado, utilizando contenedores de acero y hormigón. Sin embargo, el proyecto fue impugnado en múltiples frentes.
La gobernadora de Nuevo México, Michelle Lujan Grisham y el Congreso estatal avanzaron legislación específica para obstaculizar el proyecto. Entre las medidas figuraban restricciones de permisos estatales y una demanda judicial dirigida a impedir cualquier iniciativa sin el consentimiento del estado.
Esta postura contrasta con la política de su predecesora republicana, Susana Martínez, quien había sido más receptiva al proyecto. En los últimos años, movimientos ambientalistas y comunidades indígenas y latinas se han mostrado especialmente activos denunciando los riesgos ambientales y sociales del almacenamiento nuclear.
Este desencuentro resalta una paradoja evidente: muchos de los estados que generan energía nuclear no quieren ni siquiera considerar la posibilidad de alojar los residuos, y aquellos que no los generan, aún menos.
Texas, igual destino
Aunque Texas también había sido considerado para albergar residuo nuclear como parte de una inversión paralela, la oposición local ha sido igual o más intensa. El Tribunal Supremo había sentenciado a favor de reactivar los planes tanto en Texas como en Nuevo México, reviviendo esperanzas para Holtec y otras compañías del sector. Sin embargo, la resistencia política ha demostrado ser un muro más alto que cualquier fallo judicial.
Holtec anunció que, en lugar de insistir en Nuevo México, ahora explorará alternativas en “estados más receptivos”, aunque no precisó cuáles. ¿Pero cuáles son esos estados? Esta pregunta sigue sin respuesta. La realidad es que ningún estado se ofrece voluntariamente.
La geopolítica de los residuos nucleares
Esta disputa interna tiene implicaciones internacionales. Francia, que obtiene más del 70% de su electricidad de plantas nucleares, ya ha implementado modelos de almacenamiento subterráneo como el proyecto Cigéo en Bure. Finlandia avanza con su depósito geológico en Onkalo, previsto para operar a partir de 2025. En contraste, Estados Unidos aún debate dónde y cómo empezar.
El contexto global de competencia por tecnologías limpias y estratégicas también añade presión. La energía nuclear es vital para los objetivos de descarbonización y seguridad energética frente a competidores geopolíticos como China y Rusia. Pero, sin resolver el dilema de los residuos, sus beneficios siguen siendo objeto de controversia política y social.
¿Qué hay en juego?
- Seguridad nacional: el almacenamiento desordenado de residuos en todo el país implica riesgos de ataques, terrorismo o accidentes.
- Justicia medioambiental: muchas comunidades cercanas a depósitos actuales o planeados son latinas, indígenas o de bajos ingresos.
- Economía energética: sin solución permanente, el crecimiento de nuevas centrales se ve condicionado.
Una política energética dividida
La decisión de Holtec coincide con una ofensiva del ala republicana para desmantelar regulaciones ambientales establecidas durante la administración de Joe Biden. En paralelo, el Congreso —liderado por los republicanos— busca fomentar el desarrollo energético en terrenos públicos, abriendo puertas a más minería y exploración de combustibles fósiles.
El contraste es profundo: mientras unos promueven la expansión de materiales críticos como el cobre o el cobalto (vitales para inteligencia artificial o energías renovables), otros insisten en avanzar con las energías limpias sin resolver la montaña de residuos nucleares acumulados.
En palabras del senador demócrata Tim Kaine: “Estamos viendo dramáticos aumentos en precios de energía mientras Trump da un pase libre a las industrias fósiles. Esto no es política energética, es revancha”.
¿Y ahora qué?
Holtec se va de Nuevo México, pero el residuo no se va a ninguna parte. Con más de 60 reactores operativos y decenas desmantelados, EE. UU. tiene 90.000 toneladas de material radiactivo que deben almacenarse durante siglos.
La falta de un plan nacional coordinado, transparente y aceptado socialmente es hoy uno de los grandes fracasos de la política energética estadounidense.
Cada año sin una solución definitiva equivale a una apuesta temeraria contra la seguridad futura. Hoy, la realidad es que pocos quieren la carga silenciosa del progreso nuclear: contenedores llenos de un legado brillante, pero también peligrosamente duradero.