El precio del intercambio: ¿A qué costo recuperamos a nuestros rehenes?
La difícil elección entre liberar a asesinos convictos o mantener a ciudadanos secuestrados: el profundo dilema moral al que Israel se enfrenta
Una nación dividida en su alma
En Israel, donde la memoria y el duelo se convierten en parte integral de la identidad colectiva, la reciente decisión del gobierno de cerrar un acuerdo de cese al fuego con Hamas, que incluyó el intercambio de prisioneros palestinos a cambio de rehenes israelíes, ha reabierto heridas profundas y sin sanar.
La historia de Tal Hartuv, una mujer sobreviviente de un brutal ataque terrorista en 2010, personifica esta herida abierta. Hartuv fue apuñalada 18 veces en un ataque que también cobró la vida de su amiga, Kristine Luken, turista estadounidense. Uno de sus atacantes, Iyad Hassan Hussein Fatafta, está entre los prisioneros que ahora serían liberados.
“Puedo estar feliz por los rehenes que regresan a casa”, dice Hartuv, “pero también puedo sentir ira, traición y vacío. No son emociones excluyentes”. Su dolor refleja el de muchas familias israelíes que han perdido seres queridos y ahora ven a sus asesinos salir de prisión como parte de estos acuerdos.
Intercambios dolorosos: Historia y contexto
Los intercambios de prisioneros no son nuevos en la historia de Israel. En 2011, el soldado Gilad Shalit, capturado por Hamas y mantenido en cautiverio por cinco años, fue liberado a cambio de 1,027 prisioneros palestinos. Entre ellos se encontraba Yahya Sinwar, quien más tarde orquestaría el mortal ataque del 7 de octubre de 2023, que dejó más de 1,200 israelíes muertos y 251 secuestrados.
Esta coincidencia histórica ha encendido alarmas, llevando a muchos a preguntarse si estos intercambios no están sembrando las semillas del próximo conflicto.
Voces del pasado que aún resuenan
Ron Kehrmann, quien perdió a su hija Tal, de 17 años, en el atentado con bomba en el autobús 37 en Haifa en 2003, se muestra firme: “Si un joven cree que al matar israelíes será liberado algún día, entonces no tendrá ningún impedimento para actuar”. Para él, liberar asesinos solo aumenta el incentivo al terrorismo.
Una perspectiva semejante la tiene Yossi Zur, cuyo hijo Asaf también murió en ese atentado. Aunque durante años lideró campañas contra este tipo de intercambios, hoy admite que se ha rendido: “Necesitamos traerlos de vuelta”.
Esta frase, simple y dolorosa, encapsula la esencia del dilema nacional: la necesidad de salvar vidas frente a la certeza de un alto costo a futuro.
Datos desgarradores del conflicto
- El ataque de Hamas el 7 de octubre de 2023 dejó 1,200 muertos y 251 secuestrados, incluyendo niños y ancianos.
- La respuesta militar israelí ha dejado más de 67,000 palestinos muertos, según el Ministerio de Salud de Gaza, aunque no detalla cuántos eran combatientes.
- El nuevo acuerdo de cese al fuego contempla: liberación de 48 rehenes israelíes (20 vivos confirmados) y 2,000 prisioneros palestinos, incluidos 250 con sentencias largas.
La voz silenciosa de las víctimas
Esta tragedia que se repite lleva consigo una profunda sensación de abandono. Hartuv revela que nadie en el gobierno la contactó para informarle sobre la liberación de su atacante: se enteró por un periodista. Este hecho subraya una despersonalización burocrática en un momento profundamente humano.
“Miro las fotos de los padres de los rehenes, leo en sus ojos su angustia. No me derrite, pero me ayuda a empatizar”, dice Hartuv. Aun así, confiesa, se siente traicionada por su propio gobierno y por los países occidentales que no han exigido cuentas a Hamas.
Una repetición de errores
Para muchos, este patrón es tan frustrante como alarmante. Los prisioneros liberados en 2011 no solo fueron recibidos como héroes en Gaza, sino que algunos, como Sinwar, regresaron a cargos de liderazgo militar y perpetraron nuevos crímenes.
Esto plantea una dolorosa pregunta: ¿Cuántas veces más cometerá Israel el mismo error? ¿Cuántas vidas más se perderán antes de revisar el modelo de negociación?
El contraste simbólico: Rehenes por asesinos
En Israel, la imagen de los rehenes regresando a casa es celebrada con emociones encontradas. La televisión muestra abrazos, lágrimas, manos agrietadas por el sufrimiento. Pero en Gaza, la liberación de prisioneros es acompañada de fuegos artificiales y discursos de victoria.
El mismo acto que representa esperanza para una madre israelí puede ser percibido como triunfo militar en Gaza. ¿Qué mensaje envía esto?
¿Existe una alternativa?
Muchos analistas y sectores políticos plantean la necesidad de buscar formas más inteligentes de rescate que no impliquen concesiones masivas. Desde operaciones encubiertas hasta presión internacional, cada opción conlleva riesgos, pero también la posibilidad de evitar un ciclo de violencia sin fin.
Algunos sugieren una doctrina más firme: no negociar con terroristas, como lo practican países como Estados Unidos. Pero esta postura sigue siendo minoritaria en una sociedad que valora la vida individual sobre principios abstractos.
Empatía y reconocimiento: el mínimo exigible
Hartuv no pide que se frene el acuerdo. Pide algo más simple y humano: reconocimiento. “Si entendieran lo que implica para mí ver a mi atacante libre, aclamado como héroe, y que aún así yo no me opongo a la liberación de los rehenes… eso magnificará el valor de lo que significa recuperarlos”.
Su llamado no es político, es profundamente moral. Es el deseo de que el país aprenda a sostener, al mismo tiempo, dos verdades incómodas: la necesidad del acuerdo y el coste emocional que este representa.
Un país entre emociones opuestas
Israel está atrapado entre la urgencia de traer de vuelta a sus secuestrados y el dolor de soltar a quienes causaron tanto sufrimiento. Esta paradoja moral no tiene resolución inmediata. Pero podría conducir, como espera Hartuv, a una versión más empática y reflexiva de lo que significa ser una nación que no olvida ni abandona a los suyos.
Y si la historia nos muestra algo, es que las decisiones más duras no siempre son las que dividen a un país, sino aquellas que exigen mantener viva la compasión, pese al dolor.