La fiebre del bosque: el resurgimiento de la recolección de hongos en Alemania
Un pasatiempo olvidado se convierte en tendencia viral gracias a la pandemia, el estilo de vida vegano y el interés por la biodiversidad
Un regreso al bosque: la recolección de hongos en tiempos modernos
En los densos y húmedos bosques de Potsdam, Alemania, un grupo ecléctico de 20 personas —entre ellos estudiantes, jubilados, turistas y familias— siguen con entusiasmo las enseñanzas de Wolfgang Bivour, uno de los micólogos más famosos del país. En el suelo, descansan esparcidos ejemplares de boletus edulis, armillaria, lactarius y, peligrosamente, algunas Amanita phalloides, conocidas como la mortal "oronja verde".
En lo que parece una escena nostálgica de siglos pasados, la práctica de recolectar hongos ha resurgido de las sombras del olvido. Lo que fue una necesidad tras la Segunda Guerra Mundial, se transformó en una moda 'retro' alimentada por una tormenta perfecta de factores contemporáneos: restricciones pandémicas, búsqueda de alimentos naturales, consciencia ecológica y, por supuesto, el inexorable poder de las redes sociales.
Una tradición entre hojas caídas: pasado y presente
Tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial, muchas familias alemanas dependían de los frutos del bosque —especialmente hongos— para sobrevivir. La práctica era común tanto en el este como en el oeste del país. Sin embargo, con el milagro económico de los años 50, la costumbre perdeu popularidad frente a la conveniencia de los supermercados.
Hoy, más de medio siglo después, la recolección de hongos no solo ha regresado, sino que se ha reinventado. Impulsada inicialmente por las restricciones de la pandemia de COVID-19, que alejaron a las personas de espacios cerrados hacia la naturaleza, la práctica ha sido adoptada por urbanitas que ven en ella una forma de conectar con la tierra e incluso con su identidad cultural.
Un boom impulsado por lo digital
Como tantas otras tendencias modernas, el renacimiento de la micología ha encontrado terreno fértil en las redes sociales. Imágenes de hongos exóticos, canastas llenas de porcinis y selfies bajo árboles cubiertos de musgo han inundado Instagram, TikTok y Facebook. Wolfgang Bivour, quien ha sido recolector y educador micológico desde hace más de 50 años, incluso ha incursionado en el mundo digital con su Pilz-Podcast y publicaciones regulares en redes sociales.
“Compartir el conocimiento es crucial”, dice Bivour. “Pero también lo es enseñar a las personas a respetar la naturaleza y a tratar los hongos con cuidado”.
Mucho más que sabor: el valor ecológico y medicinal
Para Bivour y otros expertos, la importancia de los hongos va más allá del ámbito culinario. “Los hongos son esenciales para los ecosistemas forestales. Sin ellos, no habría descomposición ni renovación del suelo”, explica el experto. Además, resalta que varias especies poseen propiedades medicinales que están siendo redescubiertas por la medicina moderna.
Por ejemplo, el Ganoderma lucidum o Reishi es popularmente conocido por sus beneficios para el sistema inmunológico. Otros, como el Hericium erinaceus o "melena de león", están siendo estudiados por su potencial en el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas.
Pero... ¿qué pasa con los hongos venenosos?
El peligro de los hongos tóxicos sigue estando muy presente. En Alemania, cada año mueren varias personas por consumir especies venenosas, especialmente la oronja verde, que es difícil de diferenciar del champiñón común. Estos casos suelen afectar a inmigrantes o recolectores novatos que no están familiarizados con la flora local.
Es por ello que Bivour y organizaciones como Urania en Potsdam promueven talleres guiados, donde se enseña no solo a recolectar sino a identificar visual y olfativamente las especies seguras. La demanda es tal que las plazas se llenan en cuestión de minutos.
Karin Flegel, directora de Urania, menciona: “Hemos notado un aumento espectacular en la demanda. Ya no es un pasatiempo de viejos ermitaños; ahora es una actividad familiar, educativa y de bienestar”.
Más allá del bosque: la cocina como estrella
La cocina de hongos silvestres también ha vivido su propio renacer. En la gastronomía alemana, el Steinpilz (boletus edulis o porcini) es el rey indiscutible. Se suele preparar frito en mantequilla y servido en pan de centeno tostado, pero también se encuentra en guisos tradicionales y incluso en platos veganos de autor.
Otras especies muy apreciadas incluyen el Maronenröhrling (bay bolete), la Butterpilz (Suillus luteus) y el Pfifferling (rebozuelo amarillo). Las ferias otoñales y mercados locales han comenzado a ofrecer espacios donde expertos revisan las cosechas caseras de los recolectores amateur, para evitar intoxicaciones graves.
Tim Köster, un estudiante universitario de 25 años de Berlín, reconoce que “aunque me encantaría cosechar mis propios porcinis, todavía no me atrevo sin supervisión”. Y no es el único: muchos participantes siguen llevando sus hongos al mercado para verificar su seguridad.
El papel de la educación y la biodiversidad
Bivour insiste en la necesidad de continuar con la educación ambiental, especialmente con los más jóvenes. “Entender el rol ecológico de los hongos nos hace respetarlos más. No se trata solo de coger lo bonito o lo sabroso, sino de entender que los hongos permiten que los árboles vivan, que el suelo respire, que el bosque mantenga su equilibrio.”
Con más de 14,000 especies de hongos identificadas en Alemania (y muchas más por descubrir), la diversidad micológica es asombrosa. Pero también lo es la fragilidad de su hábitat ante el cambio climático y la contaminación del suelo.
Chile, Japón y otros países siguen el ejemplo
El actual auge en Alemania ha generado interés en otros países. En Japón y Corea del Sur, la micología tiene larga tradición culinaria y medicinal. En Latinoamérica, países como Chile y Argentina están comenzando a promover el turismo micológico, especialmente en regiones como la Araucanía o la Patagonia Andina.
Los bosques se están convirtiendo en aulas vivas, y los hongos en embajadores del conocimiento ancestral combinado con ciencia moderna.
¿Moda o forma de vida?
Queda por ver si esta fiebre del bosque es una moda pasajera o el inicio de un cambio cultural más profundo. Lo que es innegable es que, para muchos alemanes, salir al bosque con una cesta y una guía de hongos se ha vuelto un ritual dominical. Y en ese caminar introspectivo, entre árboles y hojas otoñales, quizás encontremos más que hongos: una reconexión con la naturaleza que tanto necesitamos.