Orgullo, resistencia e identidad: Wake Forest celebra mientras enfrenta desafíos políticos
En medio de tensiones sociales y religiosas, el Pride Fest de Wake Forest se convierte en un símbolo de lucha y celebración por los derechos LGBTQ+ en el sur conservador de EE.UU.
Un pueblo con alma festiva y conciencia histórica
Wake Forest, una pequeña ciudad al norte de Raleigh, Carolina del Norte, tradicionalmente conocida por su seminario bautista, fue este sábado el escenario de una jornada intensa, cargada de emociones, ritmos, colores y también confrontaciones. El Wake Forest Pride Fest, celebrado en coincidencia con el National Coming Out Day, congregó a miles de personas con un solo objetivo: celebrar la diversidad sexual y de género en un contexto político cargado de incertidumbre y retrocesos.
La co-presidenta del evento, Amanda Cottrill, lo dijo claramente: “Si estamos prestando atención, estamos viendo lo que podría pasar... La historia se repite, por eso es tan importante que aprendamos y celebremos nuestra historia”. Su mensaje, pronunciado en una plaza envuelta en cánticos y pancartas, nos lleva inevitablemente a preguntarnos: ¿hasta qué punto está en juego la libertad y la existencia de las comunidades trans y queer en el actual clima político estadounidense?
Un contexto inquietante: política e identidad
El Pride Fest no se vivió en el vacío. Llegó en un momento delicado para los derechos LGBTQ+ en Estados Unidos. La administración de Donald Trump inició, durante su mandato, políticas que restringen severamente los derechos de las personas trans, como prohibir su participación en el ejército o imponer rígidas definiciones biológicas del sexo con consecuencias legales y médicas de gran impacto.
Aunque la actual administración de Joe Biden ha buscado revertir algunas de estas acciones, todavía persisten profundas divisiones políticas y sociales sobre el reconocimiento de derechos a nivel estatal y municipal. En estados como Carolina del Norte, recientemente se han introducido más de 500 proyectos de ley anti-LGBTQ+ en todo el país, muchos de ellos centrados en limitar los cuidados médicos para menores trans o prohibir la enseñanza sobre identidad de género en las escuelas (Human Rights Campaign, 2024).
Dramas en la plaza: himnos religiosos y tambores de resistencia
La escena era tan surreal como simbólica: un grupo entonando himnos religiosos y alzando pancartas que llamaban al arrepentimiento frente a un grupo de personas LGBTQ+ bailando, ondeando banderas y tocando tambores bajo los colores del arcoíris. La policía vigilaba desde las alturas y patrullas con perros recorrían las calles. El mensaje era claro: incluso en la celebración, hay tensión y peligro.
John Pavlovitz, autor, activista y antiguo pastor juvenil, fue una de las voces que encendió el ánimo de los asistentes con una declaración poderosa: “No permitiremos que nos deshumanicen, maltraten o borren. No lo vamos a tolerar”. Su discurso, lleno de energía y compasión, arrancó aplausos y lágrimas del público.
El miedo como compañero de cada orgullo
Para muchas personas, asistir a eventos como el Wake Forest Pride Fest no es simplemente una fiesta sino una declaración política con riesgos. Phoenix Bilodeau, una persona trans, lo expresó con crudeza: “Ya nos catalogaron como terroristas. ¿Qué sigue? ¿Decir que somos enemigos del Estado?”. La inseguridad que describe Bilodeau no es paranoia, sino reflejo de una realidad hostil: los crímenes de odio contra personas trans han aumentado en Estados Unidos en los últimos años, con registros preocupantes de violencia física y asesinatos, particularmente contra mujeres trans negras y latinas (GLAAD, 2023).
Una protesta moral y los ecos del fundamentalismo
Will Arterburn, granjero local y uno de los organizadores del grupo que entonó himnos, justificaba su presencia con argumentos religiosos: “Este evento va en contra de las escrituras... estamos aquí como presencia de luz”. Esta mentalidad, repetida en sectores del cristianismo evangélico conservador, interpreta la existencia visible de personas LGBTQ+ como una amenaza al orden moral y social.
Sin embargo, otras personas religiosas han empezado a ofrecer lecturas más inclusivas. Organizaciones como Believe Out Loud o ReconcilingWorks impulsan discursos de reconciliación y aceptación dentro de comunidades de fe. “Dios no está limitado por nuestro prejuicio”, declaraba hace poco el reverendo Brandan Robertson, uno de los líderes queer cristianos más conocidos del país.
Celebrar la infancia, el futuro y el amor
Entre las imágenes más conmovedoras del día está la de Maeve, una niña de dos años, jugueteando con una pequeña bandera del orgullo. Su madre, Nikki Lyons, se emocionaba al ver a su hija crecer en un entorno que, pese al miedo, eligió celebrar. “Tenemos que unirnos y resistir esta administración... Todos merecemos ser amados”, dijo con lágrimas, levantando a su hija en brazos.
Este gesto resume lo esencial del evento: no se trató solo de política ni de religión, sino del derecho fundamental a existir con dignidad, a formar parte de la comunidad y a tener un futuro sin miedo. Y ese futuro se sostiene en acciones visibles, ruidosas y valientes, como cada paso que se dio en las calles de Wake Forest ese día.
Historia en contexto: del Stonewall a Carolina del Norte
Para entender mejor lo que significa este tipo de celebración en un estado como Carolina del Norte, es útil recordar que en 2016, el estado aprobó la infame ley HB2, conocida como “bathroom bill”, que prohibía a las personas trans usar baños públicos de acuerdo a su identidad de género. Esta ley causó un boicot empresarial masivo y fue derogada parcialmente en 2017 tras presiones económicas y sociales.
No obstante, la lucha comparada con eventos como los disturbios de Stonewall de 1969, muestra que el cambio ha sido lento, desigual y muchas veces reversible. Cada celebración del orgullo en espacios conservadores se convierte, de esta forma, en un eco de esa primera revuelta contra la opresión institucionalizada.
¿Por qué es importante seguir saliendo del clóset?
Aunque parezca que ya “todo está dicho” sobre la salida del clóset, jornadas como el National Coming Out Day siguen teniendo una fuerza simbólica vital. Según Human Rights Campaign, casi el 45% de personas LGBTQ+ en los Estados Unidos no se han declarado abiertamente en su espacio laboral. El miedo al rechazo social, familiar, e incluso legal, continúa muy presente.
Salir del clóset no es solo una afirmación personal, es un acto político y emancipador. Como dijo la activista y escritora Audre Lorde: “Tu silencio no te protegerá”. Y ningún lugar como un Pride Fest para romper ese silencio con ritmo, orgullo y comunidad.
Resistir bailando
Wake Forest no es San Francisco ni Nueva York. Es una comunidad pequeña, de raíces religiosas profundas, pero también un símbolo de transformación gradual. El hecho de que miles hayan salido a celebrar el orgullo LGBTQ+ frente a la sede del poder municipal y religioso define un momento histórico. La resistencia no siempre llega con pancartas o discursos: a veces se abre paso en forma de niños con banderitas, parejas tomadas de la mano o abuelitas llevando carteles que dicen “Mi nieta trans también merece un lugar en casa”.
Desafíos hay y seguirán llegando. Pero mientras haya tambores, banderas y gente que no está dispuesta a ceder terreno, el orgullo seguirá latiendo en cada calle, incluso en las menos esperadas.