Pakistán bajo fuego: el ataque al centro de entrenamiento policial revela una crisis de seguridad sin freno

Los recientes atentados armados en Dera Ismail Khan muestran el alarmante repunte del terrorismo en una región plagada de tensiones desde hace años.

  •  EnPelotas.com
    EnPelotas.com   |  

Una noche de terror en el noroeste de Pakistán

El reciente ataque armado al centro de entrenamiento policial en Dera Ismail Khan ha encendido nuevamente las alarmas sobre la creciente inestabilidad en el noroeste de Pakistán. Con al menos siete policías muertos y trece heridos, este sangriento episodio refleja la compleja red de grupos extremistas que operan en la región y la dificultad que enfrenta el Estado para mantener el control.

Los hechos ocurrieron el pasado viernes por la noche, cuando un grupo fuertemente armado asaltó un recinto que alojaba aproximadamente a 200 reclutas y sus instructores. La ofensiva inició con la explosión de un camión cargado de explosivos en la entrada del centro, seguida por un asalto directo con armas automáticas y granadas por parte de militantes vestidos con uniformes militares.

El desarrollo del ataque y la respuesta de las fuerzas de seguridad

El jefe policial de Dera Ismail Khan, Sajjad Ahmad, afirmó que los atacantes lograron irrumpir en el complejo tras el estallido inicial, generando un combate armado que se extendió por más de seis horas. Aunque siete oficiales perdieron la vida, la policía y unidades paramilitares consiguieron retomar el control del perímetro, eliminando a seis insurgentes y confiscando armamento, explosivos y chalecos suicidas.

La operación demostró una coordinación militar avanzada por parte de los atacantes. Según informes policiales, utilizaron tácticas similares a las empleadas en ofensivas de grupos yihadistas como el Tehreek-e-Taliban Pakistan (TTP), el cual se atribuyó inicialmente el atentado para luego desmentir su participación. Este juego de declaraciones ha generado confusión y sembrado dudas sobre la autoría real del ataque.

Una región atrapada entre insurgencias

El área de Khyber Pakhtunkhwa, fronteriza con Afganistán, ha sido históricamente un punto caliente de actividad insurgente. Desde la caída de Kabul en 2021 a manos del Talibán afgano, Pakistán ha visto regresar con fuerza olvidadas redes de militantes que operan en las sombras y que han intensificado sus ofensivas contra objetivos del Estado pakistaní.

El vocero principal del ejército paquistaní, Ahmad Sharif Chaudhry, reveló que desde el inicio de 2023 hasta mediados de septiembre, las fuerzas de seguridad han llevado a cabo más de 10,000 operaciones antiterroristas, con un saldo de 970 insurgentes abatidos. Sin embargo, estas campañas han tenido un alto coste humano del lado de las fuerzas estatales, con 311 soldados y 73 policías caídos en combate.

¿Un estado fallido en el noroeste?

El ataque a la academia policial en Ratta Kulachi es descrito por analistas como una afrenta directa al monopolio del Estado sobre el uso de la fuerza. Ya no se trata solamente de ofensivas en zonas rurales poco habitadas, sino de acciones contra infraestructura clave de seguridad. Esta evolución pone en tela de juicio la capacidad operativa de las agencias de inteligencia e interdicción pakistaníes.

El exdirector del Centro para Estudios de Seguridad de Islamabad, Raza Shahid, declaró para Dawn News: “Cuando insurgentes son capaces de montar un operativo de esta envergadura a 15 minutos de una ciudad principal, lo que está en juego no es solo la seguridad de la zona, sino la legitimidad del Estado como garante del orden”.

El papel ambivalente de los talibanes afganos

Otro de los factores que complica la lucha contra el terrorismo en el noroeste de Pakistán es la presencia y, en muchos casos, la colaboración tácita entre grupos insurgentes transfronterizos. La frontera de 2,600 km con Afganistán nunca ha estado completamente asegurada, y el ascenso del régimen talibán en Kabul ha generado un efecto dominó en las zonas tribales adyacentes en Pakistán.

Aunque el Tehreek-e-Taliban Pakistan se considera una organización separada de los talibanes afganos, los vínculos históricos entre sus combatientes y el refugio que hallan en el otro lado de la frontera señalan una relación simbiótica. El gobierno pakistaní ha elevado múltiples protestas diplomáticas a Kabul, pero hasta ahora los resultados son escasos.

Una estrategia militar desgastada

Desde que Pakistán lanzó la Operación Zarb-e-Azb en 2014 para erradicar las bases insurgentes en Waziristán del Norte, se han sucedido iniciativas similares cada año. Estas han generado resultados temporales pero no han erradicado el problema de raíz. A menudo, los insurgentes simplemente se reagrupan más allá de la frontera o se infiltran nuevamente cuando disminuye la presencia militar.

Analistas del think tank International Crisis Group han advertido que la falta de una política integral de reconstrucción en las regiones liberadas favorece el retorno del extremismo. Las comunidades afectadas, en su mayoría pashtunes, demandan más inversión en educación, salud y empleos, en lugar de solo presencia militar.

Mohsin Naqvi: “Los mártires no serán olvidados”

El Ministro del Interior de Pakistán, Mohsin Naqvi, rindió homenaje a los oficiales fallecidos, calificándolos de “héroes que dieron su vida por la patria”. Anunció inmediatas compensaciones para las familias de los caídos y prometió medidas más contundentes para evitar futuros atentados, incluido el fortalecimiento de los servicios de inteligencia.

No obstante, los críticos del gobierno señalan que los mismos discursos se repiten tras cada tragedia sin que se perciban cambios significativos en la política de seguridad nacional. Las víctimas continúan aumentando, los atacantes siguen irrumpiendo en lugares de alto perfil y la población vive en constante incertidumbre.

¿Un futuro más seguro?

Algunos especialistas abogan por una estrategia más holística que implique no solo la fuerza, sino la participación ciudadana, el desarrollo local y un cambio en la narrativa estatal respecto a las regiones tribales. Según el Dr. Mahmud Abbas, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Peshawar: “Necesitamos un nuevo contrato social para estas regiones. No se puede seguir gobernando un área montañosa con fusiles cuando lo que la gente necesita es comida, agua y educación”.

El atentado en Dera Ismail Khan es, desgraciadamente, otro episodio en la larga historia violenta de esta región. Pero también puede marcar un punto de inflexión si tanto el gobierno central como la sociedad paquistaní reconocen que la raíz del extremismo no se elimina solo con balas, sino con esperanzas realistas y oportunidades tangibles para sus ciudadanos.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press