De la Refinería a la Incerteza: El Futuro Borroso de los Trabajadores Petroleros en California
Miles enfrentan el desempleo mientras el estado acelera su transición energética sin una hoja de ruta clara para los empleados desplazados
Una transformación ecológica con alto costo humano
California, históricamente uno de los líderes en producción de petróleo en Estados Unidos, se encuentra inmersa en una agresiva transición hacia energías más limpias. A pesar de los objetivos medioambientales ambiciosos, la realidad del proceso ha comenzado a impactar profundamente a los trabajadores de la industria petrolera. Las recientes decisiones de cerrar importantes refinerías, como las de Phillips 66 en Los Ángeles y Valero en Benicia, han puesto en jaque la estabilidad laboral de miles de personas.
Más que un cierre: una pérdida de identidad laboral
Wilfredo Cruz, empleado de la refinería Phillips 66 desde hace 12 años, representa a quienes han dedicado su vida al trabajo físico e industrial. Con un salario base de $118,000 dólares anuales como ajustador de tuberías, Cruz logró construir una vida estable sin necesidad de un título universitario. Pero ahora, esa estabilidad se tambalea.
“Me ducho inmediatamente al llegar a casa para evitar exponer a mi hijo a productos tóxicos. Ni siquiera lo dejo subir a mi carro del trabajo,” cuenta Cruz, reflejando los sacrificios que muchos en su empleo aceptan como parte del oficio. Ahora, se ha inscrito en un curso en línea de ciberseguridad financiado por el estado, pero teme que, más allá de esa oferta temporal, el plan de reconversión laboral sea inexistente.
Los números del cambio energético
- California ocupó el octavo lugar en producción de petróleo en EE. UU. en 2024, cayendo desde el tercer puesto en 2014.
- Entre 2018 y 2024, cerraron 46 refinerías en el estado.
- La industria de combustibles fósiles emplea actualmente a unas 94,000 personas en California.
- Se estima que hasta 58,000 empleados perderán su trabajo en esta década, según un estudio de 2021 del Political Economy Research Institute de la Universidad de Massachusetts Amherst.
Cierra una historia, pero ¿se abre otra?
Una historia similar se repite con Willie Cruz, padre de Wilfredo, quien vivió en carne propia el cierre de una refinería en los años 90. En su caso, logró reinventarse como terapeuta respiratorio gracias a un programa federal de capacitación laboral. Hoy, con 61 años, ayuda y aconseja a su hijo. “Pasé de contaminar a ayudar. Fue como compensar,” recuerda con una mezcla de nostalgia y orgullo.
El paralelismo entre ambos confirma una gran verdad: los trabajadores necesitan respuestas rápidas y tangibles, pues mientras las ambiciones políticas se materializan lentamente, el sustento de familias enteras está en juego.
Una transición sin mapa visible
Desde 2022, el estado aprobó el Displaced Oil and Gas Worker Fund, con casi $30 millones destinados a programas de capacitación y reinserción laboral. Sin embargo, este fondo expirará en 2027 y actualmente no existe ningún acuerdo legislativo para extenderlo.
Daniel Villaseñor, portavoz del gobernador Gavin Newsom, indicó que el mandatario “está comprometido a apoyar a las comunidades afectadas en la transición hacia nuevas oportunidades económicas.” De hecho, Newsom destinó $20 millones en 2022 para capacitar ex trabajadores petroleros en tareas como el sellado de pozos abandonados.
No obstante, frases como esta se perciben vacías para muchos que viven el día a día con la incertidumbre como compañera. Faraz Rizvi, de la Asian Pacific Environmental Network, expresó: “Estamos en solidaridad con los trabajadores desplazados. Merecen oportunidades reales de reubicación laboral.”
¿Falta voluntad o visión?
Desde la otra cara del debate, Jodie Muller, directora ejecutiva de Western States Petroleum Association, desafió la narrativa ambientalista, argumentando que las decisiones políticas actuales están “destruyendo algunos de los mejores empleos para trabajadores sin título universitario.”
Señalando el cierre de las plantas como una consecuencia directa de las políticas contra los combustibles fósiles, Muller instó al gobierno estatal a modificar sus estrategias ante una afectación que considera severa e innecesaria.
Impacto más allá de los empleados
El cierre de estas plantas no sólo golpea a los trabajadores. En Benicia, donde opera una refinería de Valero, los $7.7 millones en impuestos que la empresa aporta representan el 13% del presupuesto municipal. Mario Giuliani, administrador de la ciudad, advirtió: “Este cierre tendrá un impacto sísmico en nuestras finanzas.”
La situación en Benicia demuestra que estas medidas tienen un efecto dominó que afecta a las comunidades enteras alrededor de la actividad petrolera, incluyendo a tiendas locales, escuelas públicas y hasta servicios de emergencia.
Los rostros del cambio
Para la población latina, el impacto es aún más fuerte. Muchos de los trabajadores afectados son hispanos—muchos inmigrantes legales o ciudadanos—que han dedicado su vida laboral a estas industrias. El futuro incierto de miles no solo es personal, sino colectivo y cultural. Los oficios que han alimentado generaciones están en peligro de desaparecer sin propuesta concreta de reemplazo.
La historia de Wilfredo Cruz no es única, pero sí ejemplar. Y como él, miles se preguntan: ¿qué sigue? ¿Habrá un lugar para nosotros en la California futura?
Aceleración sin dirección: un futuro en espera
El sueño ambientalista de California es claro: un estado sin emisiones contaminantes, con energía verde y ciudades más limpias. Pero ese sueño exige un despertar responsable. La reconversión laboral no puede ser una promesa sin bases concretas ni políticas con fecha de caducidad.
California tiene frente a sí un reto mayúsculo: demostrar que se puede luchar contra el cambio climático sin sacrificar a los sectores más obreros de su economía. Mientras tanto, personas como Wilfredo siguen formándose en nuevas áreas, sí, pero también esperando algo más esencial: certidumbre.