Francia al borde del abismo político: Lecornu, Macron y el juego de las sillas ministeriales
El nuevo gabinete nombrado por Sébastien Lecornu intenta contener la marea populista, estabilizar la economía y mantener el liderazgo global en medio de una tormenta política sin precedentes
El arte de sostenerse en el filo: Lecornu y la encrucijada de la Quinta República
Francia no es ajena a la inestabilidad política. Sin embargo, el reciente nombramiento (y renombramiento) de Sébastien Lecornu como primer ministro en menos de dos semanas marca un nuevo hito en la creciente fragilidad institucional del país. Con apenas 39 años y una carrera forjada como tecnócrata fiel al presidente Emmanuel Macron, Lecornu se convierte en el cuarto jefe de gobierno en un año, en una República que enfrenta el mayor reto desde los días febriles del Mayo del 68.
La situación es complicada, por decirlo suavemente. Macron, debilitado en las urnas y sin mayoría legislativa desde que disolviera la Asamblea Nacional en un acto audaz —algunos dirían temerario— en 2024, intenta todavía mantener el control del timón mientras el barco se sacude entre olas populistas de izquierda e ultra-droite.
Un gabinete reciclado, pero con nuevas tensiones
El nuevo gabinete de Lecornu es un mosaico de veteranos centristas, conservadores aliados y algunos ‘independientes’ que no han dudado en desafiar a sus propios partidos para unirse a una iniciativa que muchos ven como un barco que hace agua.
- Catherine Vautrin toma el Ministerio de Defensa, un cargo clave en un momento donde Francia busca reafirmar su compromiso militar con Ucrania y contener el expansionismo ruso.
- Laurent Nunez, extitular de policía de París durante los Juegos Olímpicos de 2024, será ahora Ministro del Interior, con la misión de sofocar posibles disturbios y mantener la cohesión interna.
- Roland Lescure asume el crucial Ministerio de Finanzas, en momentos donde Francia supera los 3 billones de euros en deuda pública, equivalente al 111% del PIB, y el desempleo juvenil ronda el 19%.
Mientras tanto, figuras como el canciller Jean-Noël Barrot mantienen sus carteras, en señal de cierta continuidad diplomática. El problema es que ni los cambios ni las continuidades parecen satisfacer a nadie.
Macron aislado: sin mayoría, sin aliados y con todos en su contra
Emmanuel Macron fue reelegido en 2022 con una plataforma ambiciosa de reformas liberales, ecologismo moderado y liderazgo europeo. En la práctica, su segundo mandato ha sido una pesadilla legislativa. Su impopular reforma de pensiones (que eleva la edad de jubilación de 62 a 64 años) fue aprobada en 2023 mediante un controvertido article 49.3, el cual permite aprobar leyes sin voto parlamentario. El precio político ha sido altísimo.
La reforma provocó meses de protestas masivas en todo el país, con más de 2 millones de manifestantes en las calles según cifras sindicales, en la mayor ola de descontento desde las movilizaciones de los “chalecos amarillos”.
Ahora, tanto el partido de Marine Le Pen, Agrupación Nacional, como el de Jean-Luc Mélenchon, La Francia Insumisa, se disputan el poder de capitalizar el malestar popular. Uno llama a elecciones inmediatas; el otro exige directamente la dimisión del presidente.
Una derecha conservadora en implosión
Ni siquiera los socios potenciales parecen confiables. El partido conservador Les Républicains expulsó de forma fulminante a seis miembros de sus filas por aceptar ser parte del gabinete de Lecornu. El mensaje es claro: colaborar con el gobierno de Macron es una traición.
Esto deja a Lecornu en una posición prácticamente insostenible. Como él mismo reconoció: “No había muchos candidatos al cargo”. Y no es para menos. Francia está dividida, polarizada y prácticamente ingobernable.
Economía en alerta: deuda, pobreza y fuga de inversión
Mientras el país se sumerge en crisis políticas sucesivas, la economía francesa da señales de fatiga. Según la comisión europea, Francia será la única gran economía del bloque que no reducirá su ratio deuda/PIB en los próximos dos años. Además, la inflación acumulada entre 2021 y 2025 alcanzaría el 18,4%, debido al sobreendeudamiento público, al aumento del precio de la energía y a shocks externos como los conflictos en Ucrania y Medio Oriente.
La pobreza relativa afecta ahora al 14,7% de la población, y las fundaciones benéficas informan un aumento del 23% en la demanda de bancos de alimentos desde 2022.
Empresarios e inversores observan con desconfianza: la bolsa de París retrocedió un 6,5% tras los últimos cambios de gobierno, y Standard & Poor’s ha dejado a Francia en perspectiva negativa desde abril.
Una diplomacia que intenta mantenerse a flote
Pese al caos interno, Macron ha intentado no ceder en el frente internacional. Francia sigue siendo una voz clave en la OTAN y la Unión Europea. La participación activa en foros multilaterales, el envío de ayuda militar a Ucrania y la presencia en la reciente ceremonia por el alto al fuego en Gaza dan señales de que París aún intenta proyectar su influencia global.
Sin embargo, esto también ha generado tensiones internas. Muchos franceses perciben que el presidente está más interesado en su prestigio exterior que en resolver los problemas domésticos.
¿Qué futuro político le espera a Francia?
No hay respuestas fáciles. Lecornu puede sobrevivir unas semanas o unos meses, pero sin una mayoría clara en la Asamblea Nacional, cualquier iniciativa legislativa será un campo minado. Las opciones en el horizonte son tres:
- Nuevo pacto de centro-derecha: improbable dados los vetos cruzados y las expulsiones recientes.
- Elecciones anticipadas: un riesgo que podría convertir a Le Pen o Mélenchon en primer ministro.
- Gobierno técnico o de unidad nacional: utópico en la Francia actual, donde cada bloque demoniza al otro.
Como escribió Tocqueville hace casi dos siglos: “Los franceses quieren ser gobernados bien, pero no quieren ser gobernados en absoluto”. Hoy más que nunca, París parece atrapado entre la necesidad de orden y el deseo de insurrección permanente.
Una democracia en tensión permanente
Lo que ocurre ahora en Francia es más que una crisis de gobierno: es una crisis de representación. Los partidos tradicionales están colapsados, los nuevos actores son extremos y la ciudadanía ha perdido fe en las instituciones. En este contexto, figuras como Lecornu parecen marionetas de una estructura que se desploma.
El desafío no es solo construir un gabinete funcional, sino salvar la legitimidad democrática del sistema francés. Porque más allá de las cifras del PIB, las agencias de calificación y las cumbres internacionales, lo que se juega en Francia es el futuro de Europa frente a su propio desencanto.
Y como tantas veces en su historia, lo que pase en París puede encender una chispa en todo el continente.