Cese al fuego en Gaza: ¿Paz duradera o pausa estratégica?
El frágil acuerdo impulsado por Trump abre esperanzas para la región, pero varios interrogantes ensombrecen el futuro
Un alto al fuego esperado pero plagado de incertidumbre
La reciente tregua en Gaza ha sido recibida como una bocanada de aire tras meses de intenso conflicto que dejó a la región sumida en ruinas. Uno de los elementos más llamativos fue la liberación simultánea de rehenes israelíes y prisioneros palestinos, un gesto simbólico pero con resonancias profundas.
El acuerdo, mediado por el presidente Donald Trump tras su reelección presidencial, marca un punto de inflexión en el extenso e intrincado conflicto entre Israel y Hamas. En palabras del propio Trump durante la cumbre en Egipto: “Los primeros pasos hacia la paz siempre son los más difíciles”. Pero muchos observadores consideran que lo más complicado está aún por venir.
Una reconstrucción monumental
Gaza se enfrenta ahora a una reconstrucción colosal. Según cálculos del Banco Mundial, la ONU y la Unión Europea, el costo estimado para reconstruir la Franja es de 53 mil millones de dólares. Esta cifra refleja la magnitud del desastre: el 90% de la población gazatí está desplazada internally, decenas de miles han muerto, el sistema sanitario colapsó y la infraestructura básica quedó arrasada.
A esta monumental tarea se suma el desafío de instaurar un nuevo sistema de seguridad administrado por tropas extranjeras, cuya composición aún no está definida. Países árabes ricos en petróleo podrían financiar parcialmente la reconstrucción, pero exigen garantías de un camino hacia la independencia palestina —tema aún vago en el plan de Trump.
Los detalles más polémicos del acuerdo
Varias incógnitas rodean el acuerdo del alto al fuego. Entre los puntos más controversiales se encuentran:
- ¿Cuándo y cómo se llevará a cabo el desarme de Hamas?
- ¿Qué naciones conformarán la nueva fuerza de seguridad extranjera?
- ¿Cómo se resolverá el futuro político de Gaza si Netanyahu insiste en su discurso de “victoria total” sobre Hamas?
- ¿Quiénes integrarán el llamado “Consejo de Paz”? ¿Dónde se ubicará?
Trump anunció que presidirá ese consejo y que nombraría a Tony Blair como uno de sus líderes. Sin embargo, su comentario posterior —“Quiero saber si Tony es aceptado por todos”— revela la fragilidad de su propuesta. Muchos sectores palestinos expresaron ya su rechazo ante figuras occidentales como Blair por su papel en los conflictos en Irak y Líbano.
El contexto político israelí: ¿obstáculo o catalizador?
Del lado israelí, el plan de paz presentado implica una delicada maniobra política. El primer ministro Benjamín Netanyahu no declaró oficialmente el fin de la guerra y sigue enfrentando presiones de sus socios de coalición ultranacionalistas. Si cede a Trump y acepta el fin del conflicto sin haber eliminado completamente a Hamas, podría provocar una crisis interna que lo arrastre hacia unas elecciones anticipadas, previstas actualmente para octubre.
Netanyahu conserva el control militar de más del 50% del territorio de Gaza. Su silencio respecto al desmantelamiento de Hamas sugiere una postura defensiva ante las presiones internacionales y una posible falta de voluntad real para llegar al punto final del conflicto. Su lema de campaña, “ni un centímetro para los terroristas”, contrasta con la apertura que el acuerdo requiere.
Hamas: ¿debilitado o latente?
Aunque Hamas se ha visto notablemente debilitado tras casi dos años de enfrentamientos, su capacidad de reconfiguración todavía es significativa. Mantiene poder político en múltiples núcleos urbanos de Gaza y cuenta con un sólido respaldo en distintos sectores sociales gazatíes.
La exigencia israelí de un desmantelamiento completo de Hamas —sin ofrecer a cambio una ruta clara hacia la autonomía y dignidad de los palestinos— complica cualquier intento serio de transición. ¿Cómo negociar la reconstrucción y la paz si una parte del poder sigue armada y atrincherada?
Un Estado palestino en el limbo
El plan de Trump menciona, con vaguedad, la posibilidad de un estado palestino, pero solo tras un prolongado periodo de transición. No se menciona explícitamente una solución de dos estados, planteada desde los Acuerdos de Oslo en la década de 1990.
Expertos como Mona Yacoubian, del Center for Strategic and International Studies, califican la propuesta como “intencionalmente ambigua”. Argumentan que busca mantener contentos tanto a ciertos sectores israelíes como a los países árabes aliados, pero sin comprometerse firmemente con la autodeterminación palestina.
“Se va a necesitar una enorme cantidad de trabajo y concentración en el más alto nivel si esto tiene posibilidad de funcionar”, sostiene Robert Wood, ex delegado de EE.UU. en la ONU. Su opinión refleja un consenso generalizado: sin presión continua, el frágil acuerdo podría desplomarse.
Una historia de fracasos diplomáticos
No es la primera vez que se vislumbra un proceso de paz esperanzador en la región. Desde la Conferencia de Madrid en 1991 hasta los Acuerdos de Oslo de 1993 y 1995, pasando por múltiples intentos hasta 2014, cada iniciativa ha terminado en fracaso.
El historial es preocupante. Los conflictos cíclicos entre Gaza e Israel estallan cada pocos años, y en cada caso preceden a breves treguas que apenas logran reorganizar el tablero sin transformarlo.
Incluso las treguas más prolongadas —como el periodo 2012-2014— acabaron entre acusaciones cruzadas, intensificación de asentamientos israelíes y fortalecimiento de Hamas. Muchos temen que el actual cese al fuego no signifique una paz real, sino una oportunidad para rearmarse. Lucy Kurtzer-Ellenbogen, del Middle East Institute, expresó que esta pausa podría ser “una plataforma de lanzamiento o simplemente una tregua táctica”.
¿El comienzo de una nueva etapa?
Más allá de las dudas legítimas, la tregua ha creado un clima de relativa celebración en Gaza. La llegada de buses con prisioneros palestinos liberados fue recibida con júbilo popular, mientras que en Israel existía una mezcla de alivio y escepticismo por la liberación de sus ciudadanos.
La reconstrucción plantea además una oportunidad económica para actores internacionales. Estados del Golfo como Catar y Emiratos Árabes Unidos podrían invertir miles de millones en donar infraestructuras educativas, sanitarias y agrícolas, buscando equilibrar intereses estratégicos con responsabilidad humanitaria.
Por primera vez en años, se plantea una gobernanza provisional administrada por organismos internacionales que incluya observadores de derechos humanos y misiones de desarrollo sostenible. Aunque esto apenas ha sido esbozado, representa una novedad desde el colapso del proceso de paz a principios de la década de 2000.
Reflexiones finales: ¿optimismo o cautela?
Es innegable que el cese al fuego supone un punto de inflexión. Pero, ¿será realmente el inicio de una paz duradera? ¿O simplemente otra pausa transitoria en una historia marcada por ciclos de violencia?
La respuesta se encuentra en la voluntad política de los actores implicados, la presión diplomática sostenida de EE.UU., la vigilancia de la comunidad internacional y, sobre todo, en la disposición de ambas partes a construir confianza. Sin ella, no hay muro que se reconstruya ni niño que regrese a casa sin miedo.
Hoy Gaza espera. Mira los escombros e imagina hospitales, colegios y mercados. Sueña con algo más que sobrevivir. Pero el camino hacia la paz está plagado de minas —políticas, ideológicas y militares. Solo el tiempo —y acciones concretas— dirán si esta vez, la esperanza será más fuerte que la historia.