Crisis en aumento: tensiones fronterizas entre Pakistán y Afganistán encallan miles de vidas
Choques militares, cierre de cruces fronterizos y una creciente hostilidad evidencian la fragilidad de la relación afgano-paquistaní
Una frontera al filo del conflicto
La frontera de 2,611 kilómetros que separa a Pakistán y Afganistán, conocida como la Línea Durand, vuelve a ser escenario de tensiones bélicas. Tras el estallido de enfrentamientos armados durante el fin de semana, ambas naciones se sumen en una nueva crisis geopolítica que pone en pausa el cruce fronterizo crucial para miles de personas y el comercio bilateral.
El sábado por la noche, fuerzas afganas abrieron fuego contra múltiples puestos militares paquistaníes, desatando una respuesta inmediata. El gobierno talibán afirma que la ofensiva fue en represalia por violaciones reiteradas del espacio aéreo y terrenal afgano. Las cifras de muertos varían: Afganistán reporta haber eliminado a 58 soldados paquistaníes, mientras que Pakistán reconoce 23 bajas propias y asegura haber dado muerte a más de 200 insurgentes supuestamente vinculados al Talibán.
El costo humano de una frontera cerrada
El cierre de los pasos fronterizos más activos, como Torkham al noroeste y Chaman en la provincia de Baluchistán, ha tenido repercusiones inmediatas. Más de 1,500 afganos que estaban varados en Chaman fueron autorizados a regresar de manera excepcional, pero otros cientos continúan esperando indefinidamente.
“He estado esperando en el cruce de Torkham desde el domingo. No tenemos recursos y muchos como yo han regresado a Peshawar con la esperanza de que la frontera reabra pronto”, dice Gul Rahman, un refugiado afgano.
El comercio bilateral, vital para ambos países, se ha paralizado. El paso de decenas de camiones cargados con productos perecederos ha sido detenido, con pérdidas económicas severas para comerciantes locales y transfronterizos. Mujib Ullah, representante de comerciantes en la región de Torkham, confirmó que “la ruta se encuentra completamente bloqueada para tránsito y comercio”.
Una historia cargada de desconfianzas
La disputa fronteriza entre Afganistán y Pakistán tiene raíces históricas profundas. La Línea Durand, trazada durante la época colonial británica en 1893, nunca fue reconocida oficialmente por Afganistán. Este desacuerdo territorial —junto con las acusaciones mutuas de albergar grupos insurgentes— ha provocado varias escaramuzas en el pasado.
Pakistán acusa a Kabul de ser refugio del Tehrik-i-Taliban Pakistan (TTP), un grupo insurgente que ha ejecutado numerosos atentados en suelo paquistaní. Por su parte, el régimen talibán niega encubrimiento alguno y reitera que no permite que su suelo sea utilizado contra otras naciones.
La actualidad política de Afganistán, dominada por el gobierno talibán desde agosto de 2021 tras la retirada de tropas americanas, ha estrechado el margen diplomático para lograr acuerdos de seguridad con sus vecinos. Tal situación ha derivado en bombardeos esporádicos por parte de Pakistán, sin que este último siempre los reconozca abiertamente.
¿Es esto el preludio de una crisis regional mayor?
Los analistas internacionales advierten que estos enfrentamientos podrían ser un reflejo de una reconfiguración de poder más amplia en Asia Central. Pakistán, sacudido por inestabilidad política interna y una economía presionada por la inflación, ha endurecido su política hacia los refugiados afganos: se estima que más de 1.7 millones viven actualmente en su territorio.
Según el periodista y experto en seguridad Ahmed Rashid, “la situación actual en la frontera refleja una falta de coordinación total entre dos gobiernos que no se comunican, no confían el uno en el otro y que actualmente siguen rutas completamente divergentes en su política exterior y de seguridad”.
Además de las implicaciones puramente bilaterales, hay una constante inquietud por el posible recrudecimiento del conflicto si las potencias regionales, como India, Irán o China, interpretan esta crisis como una oportunidad o riesgo para sus intereses.
¿Dónde quedan los refugiados?
Los mayores perjudicados por esta confrontación son, evidentemente, los miles de refugiados afganos que intentan regresar a su país desde Pakistán. Muchos fueron desplazados durante la guerra contra el Talibán, y ahora, con el régimen de este en el poder y la persecución paquistaní a extranjeros, el regreso forzado o voluntario resulta inevitable.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha mostrado su preocupación por la seguridad de los retornados. “Los pasos cerrados ponen en riesgo a quienes dependen de asistencia humanitaria transfronteriza”, señaló el organismo en un comunicado.
Una pausa en el conflicto, pero no en la desconfianza
El lunes, oficiales paquistaníes informaron que no se había registrado más intercambio de fuego desde el domingo, lo que da esperanzas sobre la instauración de un alto el fuego frágil pero funcional.
No obstante, los gobiernos no han anunciado cuándo podrían reabrirse los cruces. Según fuentes diplomáticas regionales, Arabia Saudita y otros terceros han llamado a la calma, subrayando la importancia de mantener una frontera estable para evitar la propagación de extremismo e inseguridad en otras zonas de Asia.
¿Qué sigue?
Pese al alto el fuego temporal, la situación se mantiene altamente volátil. Los comerciantes y refugiados en ambas naciones viven entre la incertidumbre y la angustia, mientras los líderes políticos deciden si optan por la diplomacia o escalan aún más el conflicto.
Hasta entonces, la región sigue atrapada entre muros que no solo bloquean personas o mercancías, sino también la posibilidad de una vecindad pacífica.