Hezbollah, Israel y el precio de la guerra: ¿estamos realmente más cerca de la paz?
Tras más de un año de enfrentamientos y cientos de muertos, la presión internacional empuja a Líbano e Israel hacia la mesa de negociaciones. ¿Será esta vez diferente?
Un conflicto que no cesa
Desde el inicio del conflicto entre Israel y Hamas tras el ataque del 7 de octubre de 2023, en el que murieron más de 1,200 israelíes y 251 personas fueron secuestradas, el sur del Líbano se ha transformado en una nueva línea de fuego. Hezbollah, considerado por muchos países como una organización terrorista y brazo armado de Irán en la región, decidió abrir un frente de respaldo a Gaza, intensificando los combates con Israel.
Aunque los medios han enfocado gran parte de su cobertura en la franja de Gaza, lo ocurrido en la frontera libanesa-israelí no ha sido menos significativo: bombardeos casi diarios han dejado decenas de muertos, tanto entre combatientes como civiles. ¿Qué ha resultado de esta violencia continua? Nada que se pueda interpretar como avance político. Todo lo contrario.
La propuesta de Aoun: ¿una vía hacia la estabilidad?
El presidente libanés, Joseph Aoun, expresó recientemente su disposición a retomar el camino diplomático con Israel. En un tono inusualmente directo, señaló ante un grupo de periodistas que "la guerra no ha generado resultados positivos" y que es el momento de volver a la mesa de negociaciones.
Recordó que ambos países ya lograron en 2022 un acuerdo histórico de delimitación marítima mediado por Estados Unidos y la ONU. ¿Por qué no repetir el proceso en las fronteras terrestres y demás temas pendientes? "Las condiciones en la región se están moviendo hacia los acuerdos y la estabilidad", aseguró.
El contexto regional: ¿una atmósfera de negociación?
La idea de Aoun no parece una ocurrencia aislada. Varios indicios sugieren que tanto actores regionales como potencias globales están apostando por disminuir las tensiones. Estados Unidos, bajo la intermediación del expresidente Donald Trump, ya logró una tregua efectiva entre Israel y Hamas, e incluso ha hecho presión directa sobre Líbano para avanzar en temas como el desarme de Hezbollah.
En su discurso ante el Parlamento israelí, Trump sentenció: "Israel ya no tiene más que ganar en el campo de batalla. Es tiempo de negociar”. También elogió los esfuerzos (controvertidos) del gobierno libanés por desarmar a Hezbollah y abrir espacios de diálogo. Sin embargo, estas palabras contrastan con la realidad en el terreno.
El talón de Aquiles: Hezbollah
Aunque el Ejecutivo libanés había establecido como meta el desarme del grupo antes de terminar el año, autoridades militares admiten que no existen los recursos suficientes para cumplir con esa promesa en el corto plazo. Entonces, el objetivo se ajustó: asegurar la franja sur del río Litani (obligación estipulada en la Resolución 1701 de la ONU) antes de avanzar a otras zonas.
Hezbollah, por su parte, rechaza rotundamente cualquier plan de desarme, asegurando que no cederá mientras Israel continúe ocupando ciertos territorios fronterizos y realizando bombardeos sobre suelo libanés.
¿Fin del respaldo popular a Hezbollah?
Durante años, Hezbollah gozó de un respaldo importante dentro del Líbano, en especial entre la comunidad chiita y sectores que lo veían como un factor de disuasión frente a la agresión israelí. Pero la prolongación del conflicto, el daño a la infraestructura civil y las víctimas colaterales están cambiando esta percepción.
Según una encuesta realizada en mayo de 2024 por la encuestadora libanesa Statistics Lebanon, el 58% de los encuestados en zonas mixtas opinaba que Hezbollah debería reconsiderar su papel militar en el conflicto con Israel. Además, el 72% estaba a favor de una solución diplomática para evitar una escalada mayor.
Precedentes de negociación: ¿funcionan?
Es fácil caer en el escepticismo. No es la primera vez que se habla de resolver los litigios entre Israel y Líbano mediante el diálogo. En 1996 y 2006, tras intensos conflictos armados, se lograron ceses al fuego con mediación internacional que redujeron temporalmente la violencia, pero no abordaron el fondo del problema.
El acuerdo de delimitación marítima de 2022 fue un cambio de paradigma. Por primera vez en décadas, ambos países firmaron un documento legal, con reconocimiento mutuo (aunque indirecto), y lograron acotar un tema de importancia estratégica: los derechos de exploración en zonas ricas en gas natural.
Ese precedente demuestra que, aunque no se reconozcan oficialmente como estados amigos, sí pueden sentarse en una misma mesa y llegar a consensos bajo presión internacional.
El factor Irán y las tensiones geopolíticas
No se puede analizar el conflicto sin entender el papel de Irán como promotor político y financiero de Hezbollah. Un acuerdo entre Beirut e Israel inevitablemente pasaría por algún nivel de consulta o, por lo menos, de tolerancia por parte de Teherán. Y aquí radica uno de los grandes obstáculos.
Si las tensiones entre Irán y Estados Unidos o entre Irán e Israel escalan, cualquier intento de desmovilización de Hezbollah será percibido como una traición al “eje de la resistencia”. Por ello, muchos analistas piensan que la ventana para negociar será extremadamente estrecha.
El costo humano y económico de la guerra
Desde el reinicio de hostilidades a lo largo de la Línea Azul que separa a Israel del Líbano, más de 300 personas han muerto en territorio libanés, entre ellas más de 85 civiles, según cifras recopiladas por Human Rights Watch. El número de desplazados internos supera los 47,000 habitantes en el sur del país.
Además, se calcula que el impacto económico por la destrucción de viviendas, servicios e infraestructura alcanza ya los 2,100 millones de dólares estadounidenses, en un país que atraviesa su peor crisis financiera en más de un siglo.
Esta combinación de muerte, destrucción y estancamiento político está empujando a una parte considerable de la élite libanesa a ver los acuerdos, antes impensables, como una posible salida.
¿Paz o tregua temporal?
La propuesta de Aoun, el ambiente de negociaciones regionales y la presión de potencias extranjeras como Estados Unidos pueden alinear los puntos para un nuevo intento de entendimiento. No obstante, la historia ofrece lecciones claras: sin cambios estructurales ni voluntad real de ambas partes, cualquier acuerdo corre el riesgo de convertirse en un simple paréntesis en un conflicto sin fin.
Como dijo recientemente el analista árabe Marwan Bishara: "Una guerra que no resuelve nada termina por recordarnos que lo más difícil no es luchar, sino atreverse a hacer la paz".
La gran pregunta queda en el aire: ¿Será esta vez la excepción que confirme la regla, o simplemente otro capítulo más en una tragedia sin epílogo?