La guerra silenciosa por la innovación: colaboración académica y el temor a la fuga tecnológica hacia China

Cómo la apertura científica de las universidades estadounidenses se ha convertido en un campo de batalla estratégico entre EE.UU. y China

Estados Unidos siempre ha liderado la innovación científica con un principio rector: la apertura. Durante décadas, esta filosofía alimentó el progreso en todos los campos, desde la física hasta la biología. Sin embargo, hoy esa misma apertura se halla en el centro de un debate intenso sobre seguridad nacional, espionaje industrial y la supremacía tecnológica en un mundo cada vez más multipolar.

Una relación académica que se tornó estratégica

La colaboración científica entre académicos chinos y estadounidenses ha sido, durante mucho tiempo, un símbolo de la cooperación global. Desde finales del siglo XX y especialmente tras la liberalización económica china en los años 80, miles de investigadores han cruzado fronteras para trabajar conjuntamente.

Más de 500 universidades estadounidenses han participado en publicaciones con investigadores chinos afiliados a instituciones con vínculo militar, según un informe de Strider Technologies. En 2024, ese número llegó a casi 2,500 publicaciones científicas compartidas, centradas en áreas críticas como la ingeniería, ciencias de materiales, biología, medicina y ciencias de la computación.

Pero ese trabajo compartido, que alguna vez fue celebrado como avance del conocimiento humano, ahora es visto con sospecha en Washington.

¿Investigación abierta o vulnerabilidad expuesta?

La preocupación no es nueva, pero ha ganado tracción en los últimos años, especialmente a medida que China acelera su modernización militar y tecnológica. La Comisión Selecta sobre el Partido Comunista Chino del Congreso estadounidense ha hecho de la protección de la investigación un eje prioritario.

“Durante demasiado tiempo, nuestros adversarios han explotado las universidades estadounidenses para promover sus intereses, poniendo en riesgo nuestra seguridad nacional y nuestra innovación”, sentenció el senador Tom Cotton, presidente del Comité de Inteligencia del Senado.

Las medidas en estudio incluyen:

  • Restricciones en colaboraciones con instituciones extranjeras vinculadas a ejércitos adversarios.
  • Controles más estrictos de visados para estudiantes de doctorado y académicos provenientes de China.
  • El fin de programas conjuntos que puedan facilitar la fuga de conocimiento estratégico.

De la colaboración al enfrentamiento: un vínculo en transformación

La relación entre EE.UU. y China ha pasado rápidamente del engagement diplomático al desacoplamiento económico, y desde la colaboración académica a la sospecha estratégica.

Investigaciones como las realizadas por el Centro Nacional de Contrainteligencia y Seguridad de EE.UU. y la Strider Technologies advierten que China utiliza la colaboración científica abierta como una vía para adquirir conocimiento militar y como medio para reclutar talento académico extranjero. No se trata exclusivamente de espionaje tradicional, sino de un sistema estatal dirigido a absorber capacidades estratégicas.

¿Quién debe trazar la línea roja?

Abigail Coplin, profesora de sociología en Vassar College especializada en tecnología y ciencia, sostiene que el sistema ya cuenta con salvaguardas adecuadas para proteger información clasificada o sensible. Ella advierte contra las consecuencias de implementar restricciones demasiado amplias.

“Los intereses de seguridad nacional y competitividad económica de EE.UU. estarían mejor servidos con más inversión en investigación que con nuevas barreras costosas a la colaboración científica”, afirma.

Sin embargo, para autoridades del Departamento de Seguridad Nacional y agencias de inteligencia, no basta con confiar en controles institucionales. China ha demostrado, dicen, una capacidad consistente de infiltrar laboratorios, cooptar talento y copiar desarrollos tecnológicos.

La amenaza invisible: del robo cibernético a la ciencia cooptada

Desde el punto de vista estratégico, robar avances científicos es mucho más barato que desarrollarlos internamente. Las técnicas incluyen el hackeo de redes universitarias, la contratación de investigadores o el reclutamiento en programas que aparentan ser académicos.

Según el Departamento de Justicia de EE.UU., el 80% de los casos de espionaje económico procesados durante los últimos años están relacionados con intentos de beneficiar a China.

Aunque el programa “China Initiative” —creado durante la administración Trump— fue cancelado en 2022 tras críticas por racismo estructural, algunos legisladores buscan revivirlo con nuevos parámetros legales. Lo ven como una herramienta clave frente a una amenaza en evolución continua.

Una trampa para la innovación estadounidense

Empresarios del sector tecnológico también se encuentran en medio de este dilema. Arnie Bellini, inversor y empresario, ha alertado que proteger la innovación no debería implicar suprimirla. Él aportó 40 millones de dólares para crear una facultad de ciberseguridad e inteligencia artificial en la University of South Florida.

“Nuestras fronteras digitales están bajo ataque constante, y las empresas —sin importar su tamaño— deberían estar preocupadas”, advierte Bellini.

¿Sigue siendo viable la ciencia sin fronteras?

El valor de la investigación abierta ha sido el motor del avance tecnológico moderno. Desde la vacuna contra el COVID-19 hasta los avances en inteligencia artificial, científicos de múltiples nacionalidades comparten hallazgos que permiten acelerar resultados. Esta sinergia podría perderse si se restringe bajo la lógica de seguridad.

A pesar de la creciente presión legislativa, muchos académicos sostienen que el cierre de canales con China no detendrá su avance científico, pero sí puede hacer que EE.UU. pierda el acceso al talento global y reduzca su propia capacidad de innovación.

Incluso, algunas universidades están empezando a implementar protocolos más estrictos en prevención de riesgos, sin caer necesariamente en el aislamiento total.

El desafío del equilibrio

El verdadero reto para EE.UU. no es solo evitar la fuga de tecnología sensible, sino preservar el espíritu de innovación que le ha dado ventaja desde la Segunda Guerra Mundial. Las restricciones duras pueden tener efectos colaterales graves: la salida de científicos, la ralentización del progreso y la erosión del liderazgo en áreas como la IA y la física cuántica.

Lograr un balance estratégico entre apertura y protección es, quizás, la tarea más compleja que enfrentan hoy gobiernos, universidades y empresas.

Porque en un mundo donde la seguridad nacional incluye chips, proteínas y algoritmos, la frontera entre militar y civil, entre académico y estratégico, jamás ha sido tan delgada.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press