‘El WRAP’: la polémica herramienta de ICE que transforma las deportaciones en tortura silenciosa
Investigación revela cómo el uso del dispositivo de inmovilización WRAP por parte de autoridades migratorias de EE. UU. ha sido cuestionado por su impacto físico y psicológico en los migrantes
¿Qué es el WRAP y por qué ha generado tanta controversia?
En los últimos años, el nombre WRAP ha dejado de ser solo un registro en documentos oficiales para convertirse en una señal de alarma para defensores de derechos humanos, abogados de migrantes y expertos en medicina forense. Se trata de un dispositivo de sujeción corporal total diseñado inicialmente como alternativa a la práctica de atar manos y pies (llamada “hog tying”), apuntando a evitar muertes por asfixia posicional. Pero su uso por parte del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) ha desatado serias preocupaciones sobre su legalidad, efectividad y humanidad.
ICE, dependiente del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), ha utilizado este mecanismo desde finales de 2015 en vuelos de deportación. Según investigaciones periodísticas, el dispositivo ha sido adaptado para ICE por la empresa fabricante Safe Restraints Inc. para su uso durante vuelos y trayectos largos, y ha sido utilizado a pesar de advertencias internas y denuncias de violaciones a los derechos humanos.
Más de 10,000 unidades vendidas en EE. UU.
El WRAP, fabricado en California, está presente en más de 1,800 agencias y centros de detención estadounidenses. Se han vendido alrededor de 10,000 unidades desde su creación, con una versión especial para ICE que incluye esposas frontales, amarres para los codos y materiales supuestamente más cómodos para largos trayectos.
“La intención fue salvar vidas, no castigar. Pero su aplicación ha sido distorsionada” — Charles Hammond, CEO de Safe Restraints Inc.
No obstante, múltiples testimonios de personas deportadas describen su uso como una técnica de intimidación, incluso cuando ya estaban esposadas, desarmadas y sin resistencias. La versión de ICE permite que los migrantes coman y beban, pero limita notablemente su movimiento.
Inquietante historial: muertes y demandas federales
La investigación revela que al menos 12 personas han muerto en la última década tras ser inmovilizadas con el WRAP por fuerzas policiales locales o personal penitenciario en EE. UU., según informes forenses. Aunque ninguna de estas muertes se ha registrado oficialmente en vuelos de deportación, abogados y activistas temen que la opacidad del proceso impida detectar violaciones graves.
Adicionalmente, ICE no ha revelado cifras claras sobre la frecuencia de uso del WRAP ni las circunstancias específicas en las que se emplea. La ley federal obliga a registrar el uso de fuerza, pero defensores de los derechos humanos alegan que dicha norma se incumple sistemáticamente.
“Es como una tortura silenciosa. Te inmovilizan para callarte, no porque seas un peligro” — Testimonio anónimo de migrante centroamericano
Las demandas se acumulan: familiares y exdetenidos han iniciado al menos una docena de querellas contra autoridades locales y federales por el uso indebido del WRAP. Los reclamos van desde uso excesivo de la fuerza hasta tratos crueles e inhumanos.
Lo que dice ICE (y lo que no)
Ante las solicitudes de transparencia, ICE se ha limitado a emitir comunicados genéricos. Tricia McLaughlin, portavoz del DHS, declaró que “el uso de dispositivos de sujeción es una práctica estándar, alineada con otros cuerpos de seguridad y dentro del marco legal establecido”. Pero la agencia no presentó documentación sobre sus protocolos ni confirmó qué criterios se usan para aplicar el WRAP.
De igual modo, se negó a detallar bajo qué circunstancias un oficial puede decidir inmovilizar completamente a una persona que ya se encuentra bajo custodia.
Testimonios desde el avión: miedo, lágrimas y resignación
A través de entrevistas con migrantes deportados entre 2020 y 2024, se descubrió un patrón preocupante: el uso del WRAP parecía aumentar cuando los detenidos manifestaban miedo a ser deportados o pedían hablar con abogados. Estas conversaciones son claves, ya que muchos intentaban reabrir procesos de asilo por temor a persecución o muerte en sus países de origen.
Algunos relataron haber estado amarrados a lo largo de vuelos transoceánicos de más de 8 horas, sin poder ir al baño o comunicarse con nadie. En algunos casos, eran también tapados con cobijas que evitaban que otros pasajeros (u observadores) se percataran del dispositivo.
“Me dolían las piernas, la espalda... sentía que me iba a desmayar. Les pedí que me soltaran solo para ir al baño, me dijeron que aguantara” — Migrante guatemalteco deportado en 2022
Un sistema quebrado, una herramienta mal aplicada
La adopción del WRAP puede entenderse como parte de un sistema migratorio colapsado, en el que el enfoque ha pasado del procesamiento legal al control físico. ICE justifica su uso como medida de seguridad, pero organizaciones como la ACLU y Human Rights Watch han denunciado que es parte de una estrategia para normalizar la detención prolongada y la deportación rápida.
Además, 91% de las compras de estos dispositivos fueron realizadas durante las dos administraciones de Donald Trump. La narrativa de “mano dura” contra la inmigración coincide con la expansión del uso del WRAP, especialmente en vuelos masivos donde son deportadas decenas de personas simultáneamente.
Más allá del WRAP: una política que traumatiza
Detrás del WRAP hay seres humanos que han escapado de guerras, hambrunas, violencias machistas o persecuciones políticas. Algunos llegaron cuando eran menores de edad. En lugar de recibir una evaluación legal justa, se encontraron con esposas, grilletes y un dispositivo que, según muchos, los marcó físicamente y psicológicamente de por vida.
La ausencia de datos claros sobre su impacto real —lesiones producidas, duración en el dispositivo, frecuencia de uso— alimenta el temor de que se esté utilizando como herramienta punitiva. De hecho, múltiples expertos advierten que incluso si el dispositivo es usado “correctamente”, provoca efectos en la circulación sanguínea, en la salud mental y en la percepción de dignidad del individuo.
Un llamado a la transparencia y la humanidad
El debate sobre el WRAP no es simplemente técnico: es una cuestión ética. ¿Puede una democracia como la estadounidense justificar que una persona permanezca amarrada de pies a cabeza durante horas, muchas veces sin justificación médica o legal clara?
En momentos en que el mundo entero discute el trato a los migrantes, ICE y el DHS tienen una oportunidad. Pueden liderar un cambio de rumbo, revisando prácticas opacas e inhumanas como esta. O pueden continuar reforzando muros físicos y psicológicos que, lejos de garantizar seguridad, perpetúan el sufrimiento innecesario de miles.
Lo único seguro es que mientras el WRAP siga siendo utilizado sin regulación estricta ni rendición de cuentas, Estados Unidos estará enviando al mundo un mensaje preocupante: que sus fronteras están protegidas, aunque sea a costa de los derechos humanos.