Crisis a flote: El colapso del pescado blanco en los Grandes Lagos que amenaza generaciones

Pescadores tribales y comerciales enfrentan un futuro incierto en Michigan ante la invasión de mejillones que ha devastado el ecosistema del pescado blanco

Un legado familiar en jaque

Durante más de tres décadas, Richard Boda ha navegado las profundidades de los Grandes Lagos armado con redes, experiencia transmitida por generaciones y un pequeño cuaderno a prueba de agua. En él registraba condiciones climáticas, ubicaciones de redes, capturas y pensamientos para guiar algún día a sus hijos. Su sueño era dejarles un negocio pesquero sólido. Hoy, ese cuaderno se ha convertido en un diario de extinción en tiempo real.

Boda, un pescador comercial de tercera generación y miembro de la Sault Ste. Marie Tribe of Chippewa Indians, narra ahora cómo los días de faenas abundantes en el lago Huron se tornaron en jornadas casi simbólicas en el lago Michigan, debido a la drástica disminución del pescado blanco (también conocido como coregono o whitefish).

Del esplendor al colapso biológico

El pescado blanco ha formado parte crucial de la economía y cultura de las comunidades del norte de Michigan durante milenios. Pero hoy, está siendo empujado al borde de la extinción debido no a la sobrepesca, como en muchos casos globales, sino por una invasión silenciosa: los mejillones quagga y cebra.

Estas especies invasoras llegaron a través de aguas de lastre descargadas por barcos en los años 80 y 90. Se han esparcido como una alfombra por el fondo de los lagos Michigan y Huron, consumiendo fitoplancton, algas y nutrientes esenciales para la cadena alimenticia submarina. Según Grantly Galland, director de pesca internacional de Pew Charitable Trusts, “es un caso sin comparación: normalmente se puede combatir la sobrepesca deteniendo las embarcaciones; aquí no hay redención visible”.

Del muelle a la bancarrota: estadísticas alarmantes

  • El 70% de la pesca total comercial se ha desplomado en 15 años en los lagos Michigan y Huron.
  • El pescado blanco representa cerca del 90% de la captura comercial en estos lagos.
  • Su valor en muelle apenas suma 5.8 millones de dólares anuales, pero su impacto en turismo y gastronomía es mucho mayor.

Los efectos en las generaciones de pescadores como los Boda son palpables. "Tengo que ir más lejos cada año, para volver con menos peces", dice Nate Boda, hijo de Richard, que ha optado por un empleo fijo en un resort de esquí. La hermana menor, Alicia O'Neil, ha comenzado a pescar con su padre, aunque también duda sobre el futuro.

Un ecosistema desbalanceado y sin soluciones rápidas

Las larvas de pescado blanco mueren ahora por inanición o quemaduras solares poco después de eclosionar debido a la escasez de sombra vegetal en el lecho lacustre y la falta de nutrientes. Aunque aún existen zonas como Saginaw Bay y Green Bay donde el escurrimiento agrícola nutre la cadena alimenticia, el resto de los lagos ofrece un panorama sombrío.

El gobierno federal ha invertido más de 1.2 mil millones de dólares en contener especies invasoras como la carpa asiática, pero solo ha destinado 14 millones para investigar el control de mejillones. “No hay una estrategia sólida para restaurar las poblaciones de pescado blanco en los lagos infestados”, admiten científicos estatales y tribales.

Respuestas desesperadas desde el muelle

Con bajos ingresos (Richard Boda ronda los $40,000 anuales, comparado con los $100,000 de décadas anteriores), los pescadores comerciales están buscando nuevas salidas:

  • Integración vertical: vender pescado directamente al consumidor en ferias y food trucks, en lugar de al por mayor.
  • Procesamiento total: nuevas iniciativas buscan aprovechar piel, huesos y vísceras de modo similar al enfoque exitoso de Islandia con sus bacalaos.
  • Pesca alternativa: los pescadores tribales han diversificado hacia truchas, aunque estas tienen menor valor de mercado.

Sin embargo, los pescadores estatales no tienen el mismo acceso por regulaciones estrictas. Eso ha llevado a algunos como Joel Petersen, pescador desde Muskegon, a declarar pesimistamente: “En diez años, no va a haber nadie pescando.”

¿Vale la pena salvar una tradición?

La pregunta inevitable que se plantean reguladores y grupos recreativos es si vale la pena sostener una industria en declive, como plantea Dennis Eade de la Asociación de Pescadores de Steelhead y Salmón de Michigan: “¿Quién fabrica látigos para carruajes hoy en día?”

El trasfondo emocional, empero, pinta otro cuadro. “Cada atardecer en el lago era como verlo en la ventana de la oficina más bonita del planeta”, cuenta Boda. Y cuando el clima o el día de pesca era malo, rezaba a su abuelo para encontrar fortuna. “Siempre parecía funcionar, hasta que llegaron los mejillones”, dice con los ojos vidriosos.

Este verano, Richard puso en venta su barco, el Izzie Kate. “No es que haya terminado”, aclara. Pero si sigue pescando solo, necesitará una embarcación más pequeña... como su industria.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press