De reclusos a héroes del fuego: el ambicioso programa de bomberos en las cárceles de California

Nueva legislación dignifica el trabajo de los bomberos presos al elevar salarios y formalizar campamentos juveniles de entrenamiento en lucha contra incendios forestales

California está dando un paso firme hacia la rehabilitación efectiva de personas encarceladas y al mismo tiempo reforzando su lucha contra incendios forestales. Con dos nuevas leyes firmadas por el gobernador Gavin Newsom, se establece un precedente nacional en cuanto al tratamiento, capacitación y reconocimiento económico de los presos bomberos.

Uno de los ejes principales es la institucionalización del Youth Offender Program, un programa especializado que permite a presos menores de 25 años formarse como bomberos forestales profesionales. El otro es la mejora sustancial del salario que reciben los prisioneros durante emergencias activas, equiparándolo con el salario mínimo federal. Esta es una historia que mezcla redención, servicio público y justicia social.

El origen de los ‘Fire Camps’

Desde hace décadas, el estado de California ha recurrido a los llamados "fire camps", o campamentos de bomberos, en los que reclusos son entrenados para combatir incendios forestales junto a profesionales del Departamento de Bomberos del Estado de California (Cal Fire) y otras agencias.

De los 35 “fire camps” en operación, más de 1,100 presos participaron en la temporada de incendios a principios de 2025 en el área de Los Ángeles, ayudando a contener incendios que arrasaron vecindarios y provocaron al menos 30 muertes.

Estos reclusos no solo trabajan en la línea de fuego, sino que también colaboran en la prevención: limpieza de maleza, mantenimiento de senderos y eliminación de material inflamable. De esta manera, ayudan a mitigar los desastres antes de que ocurran y, al mismo tiempo, obtienen capacitación útil para su vida una vez fuera de prisión.

Un nuevo rumbo con el Programa Juvenil de Ofensores (YOP)

La pieza clave que está transformando el paradigma es el Youth Offender Program, una iniciativa que comenzó como proyecto piloto en 2023 en los campamentos de conservación de Pine Grove y Growlesberg, en las estribaciones de la Sierra Nevada. Este programa se centra en internos menores de 25 años y les brinda algo más que un rol en emergencias: educación formal, mentoría y valores de servicio comunitario.

En julio de 2025, el programa fue oficializado como permanente por la administración Newsom. Es una victoria doble: por un lado, ofrece una oportunidad tangible para la redención; por el otro, fortalece el sistema estatal de respuesta a incendios, que cada año enfrenta temporadas más extremas.

Uno de los participantes, Damien Rubalcava, condenado por homicidio, compartió su experiencia: “Una vez puse en riesgo a mi propia comunidad. Ahora es mi momento de brillar y devolver lo que lastimé”. Actualmente, Rubalcava espera salir en libertad en 2029 en lugar de 2036, gracias a su implicación en el campamento juvenil.

Un cambio salarial sustancial

Hasta ahora, un bombero preso en California podía recibir entre $5.80 y $10.24 al día, más un bono de $1 por hora durante incendios activos. Esto significa que, en servicios de 24 horas, muchos no alcanzaban ni los $30 diarios.

Con la nueva legislación, impulsada por el asambleísta Isaac Bryan, los reclusos recibirán, al menos durante emergencias activas, el salario mínimo federal, actualmente $7.25 por hora. “Nadie que arriesgue su vida por otros debería ganar menos que eso”, dijo Bryan al presentar la propuesta.

La medida también busca suscitar un debate nacional sobre el uso del trabajo penitenciario y sus implicaciones éticas. Si bien muchos condenados optan por esta oportunidad para acortar sus penas y reconectarse con su entorno, la baja compensación ha sido criticada incluso por organismos de derechos humanos.

Rehabilitación real, no solo castigo

Lo que diferencia al Youth Offender Program es su enfoque integral: no se limita a entrenar físicamente al prisionero, sino que también cultiva habilidades sociales, disciplina emocional y sentido de la responsabilidad pública.

Además, ofrece algo que usualmente está ausente en el sistema carcelario: esperanza en el futuro. Varios testimonios revelan que los jóvenes internos se sienten valorados, y por primera vez, proyectan una vida digna después de su liberación.

Durante los entrenamientos y misiones, no se escatima en rigor: duermen al aire libre, cargan mangueras, operan motosierras y limpian rutas forestales en condiciones difíciles. Sin embargo, paralelamente, tienen acceso a clases de matemáticas, psicología, ética y salud mental.

Valores y redención en el bosque

En palabras de Timothy Woods, otro participante: “Aquí no solo salvamos árboles. Salvamos nuestras propias vidas”.

La paradoja es evidente: el mismo sistema penitenciario que muchas veces se ha señalado como ineficiente o inhumano, ahora es escenario de historias de redención profunda y genuina.

No se trata de romantizar la cárcel, sino de reconocer que el castigo puede acompañarse de justicia restaurativa. Estos jóvenes están expuestos a peligros reales—humo, calor extremo, caída de árboles—y literalmente arriesgan su integridad física para proteger comunidades.

¿Un modelo exportable?

El modelo de California podría funcionar como referencia para otros estados que enfrentan simultáneamente problemas de superpoblación carcelaria y crisis por incendios forestales, como Arizona, Colorado o Nuevo México.

El reto consistirá en mantener estándares dignos, evitar la explotación laboral y garantizar oportunidades reales de reinserción laboral tras la liberación. Algunos egresados del programa ya trabajan como bomberos en sus comunidades, aunque aún enfrentan obstáculos debido a su historial penal.

En 2021, se aprobó en California la ley AB 2147, que permite a reclusos bomberos acceder a un proceso para borrar sus antecedentes y obtener una certificación válida tras cumplir su condena. Es un cambio estructural que valida estos esfuerzos como caminos legítimos a una segunda oportunidad.

Testimonios conmovedores y reflejos sociales

Las imágenes desde Pine Grove Conservation Camp hablan por sí solas: jóvenes rostros llenos de tierra, sudor y esfuerzo compartido, descansando brevemente al borde del camino mientras las llamas crepitan a kilómetros de distancia.

Hay escenas de convivencia, de ejercicio físico, de formación en el uso de motosierras y de tertulias entre compañeros. Algunas actividades parecen mundanas—limpiar una herramienta, fregar un vehículo, revisar un mapa—pero todo ello engendra un sentido de propósito que trasciende las cadenas y los muros.

Como expresa una nota en un tablero de corcho del campamento: "Aquí no nos definimos por nuestros errores, sino por lo que hacemos para enmendarlos."

¿La prisión como puente hacia el bien común?

La historia de los bomberos presos en California plantea interrogantes fundamentales. ¿Puede el sistema carcelario ser más que un mecanismo de castigo? ¿Está la sociedad preparada para aceptar que personas que cometieron delitos puedan transformarse en héroes cívicos?

El Youth Offender Program y los fire camps no son sistemas perfectos, pero sin duda arrojan luz sobre posibles caminos que combinan seguridad, justicia social, resiliencia climática y vocación de servicio.

Cuando Rubalcava combate un incendio en las montañas del norte californiano, ya no es solo ‘un número más’ del sistema penitenciario. Se convierte en un protector de su comunidad, un testimonio viviente de que la redención es posible si el sistema se atreve a ofrecerla.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press