El retorno del caos: Gaza entre la tregua, las armas y la ley de las milicias
Mientras se mantiene una frágil tregua, Hamas intenta recuperar el control de Gaza reprimiendo mafias locales, tensando los acuerdos de paz y revelando un futuro incierto para la Franja.
Una calma tensa sobre los escombros
La Franja de Gaza, azotada por años de guerra y destrucción, atraviesa un momento de aparente respiro con una tregua que ha detenido los bombardeos y propiciado la liberación de rehenes. Sin embargo, la situación en el terreno está lejos de significar una paz consolidada.
Con la retirada de las tropas israelíes de algunas zonas, Hamas ha retomado el control sobre las calles. Patrullas de seguridad, redadas contra bandas armadas y ejecuciones públicas de supuestos criminales son algunas de las polémicas medidas que el movimiento islamista está utilizando para restaurar lo que define como "orden y seguridad pública" en un territorio sumido en el caos.
Del vacío de poder al auge de las mafias
Durante la última ofensiva israelí, muchos de los cuerpos de seguridad de Hamas habían desaparecido de las calles por temor a ser blanco de ataques. Este vacío fue rápidamente llenado por poderosas familias locales, bandas armadas y grupos anti-Hamas, algunos de ellos supuestamente vinculados al propio Estado de Israel.
Estos grupos no solo disputaban el control territorial, sino que también se infiltraron en las rutas de ayuda humanitaria, extorsionando, saqueando y manipulando los canales de distribución en medio de una crisis de hambre sin precedentes en la región. Según Nahed Sheheiber, presidente del sindicato de transportistas de Gaza, estas bandas operaban con total impunidad en zonas evacuadas o controladas por Israel.
Una guerra distinta: Hamas contra las mafias
El pasado fin de semana las tensiones estallaron concretamente en la ciudad de Gaza. Combatientes de Hamas se enfrentaron al temido clan Doghmush tras el asesinato de Mohammed Aqel, un miembro de Hamas cuya familia denunció haber sido secuestrado, despojado de sus pertenencias y ejecutado por la banda.
Las respuestas no tardaron. Hamas publicó imágenes de ocho supuestos criminales ejecutados en la vía pública por sus grupos de seguridad, entre ellos el Sahm —una fuerza paralela creada para combatir el crimen local—. "No permitiremos que nadie socave la seguridad pública ni los derechos de los ciudadanos", declaró el Ministerio del Interior. Incluso se anunció una amnistía de una semana para que los miembros de bandas no implicados en crímenes de sangre pudieran entregarse voluntariamente.
Reacciones divididas entre miedo y alivio
El panorama ha dividido a la población. Algunos ciudadanos resienten el retorno de los métodos autoritarios y brutales de Hamas, otros celebran la vuelta de un mínimo de orden en medio del descontrol absoluto que vivieron en los últimos meses. Saeed Abu Elaish, médico del campo de refugiados de Jabaliya, afirmó haber visto patrullas nuevamente y manifestó que "es el primer paso hacia una cierta normalidad".
Por su parte, organizaciones como Al Mezan Center for Human Rights y la Comisión Independiente Palestina de Derechos Humanos condenaron las ejecuciones extrajudiciales como violaciones graves de los derechos fundamentales.
Estados Unidos e Israel: la presión crece
La actitud de Hamas también ha generado fricciones con la comunidad internacional. El plan de cese al fuego impulsado por el entonces presidente Donald Trump establecía que Hamas debía desarmarse completamente y entregar el poder a un cuerpo internacional supervisado. Sin embargo, Hamas condiciona su salida a la garantía de evitar un vacío de poder que pueda derivar en anarquía o control israelí directo.
Trump fue tajante: “Se desarmarán. Y si no lo hacen, lo haremos nosotros. Rápida y quizá violentamente”. Declaraciones que alimentan la incertidumbre en torno al futuro inmediato de la tregua.
La sombra de las guerras pasadas
Hamas se resiste a entregar la totalidad de su arsenal. Si bien estaría dispuesto a ceder armas ofensivas como misiles o morteros a un organismo palestino o árabe, conserva su derecho a portar fusiles automáticos para autodefensa frente a amenazas internas y externas. Según funcionarios árabes involucrados en las delicadas negociaciones, esta posición podría desencadenar nuevamente hostilidades si no se alcanza un acuerdo.
¿Desarme total o guerra inevitable?
Bajo el actual status quo, desarmar a Hamas equivale a desmantelar su control estructural y político sobre Gaza. A pesar de su dominio debilitado, sigue contando con un núcleo duro de combatientes, infraestructura subterránea parcialmente operativa y apoyo popular en sectores desfavorecidos.
Sumado a esto, milicianos opositores como Hossam al-Astal y Yasser Abu Shabab, presuntamente con vínculos con Israel, continúan operando y desafiando directamente la autoridad de Hamas. Ambos han sido acusados de saquear convoyes de ayuda y de fomentar el caos para desgastar a su rival político.
El portavoz del Ministerio del Interior resumió la postura oficial con una advertencia austera: “Este es un último aviso”. Hamas se juega no solo su supervivencia militar, sino su legitimidad política y social ante una población traumatizada.
Una tregua al filo del abismo
Los caminos hacia una resolución definitiva siguen siendo escarpados. El contexto actual proyecta una estabilidad superficial y una paz sostenida con suspensiones condicionales. La comunidad internacional, incluida la ONU y diversos actores regionales, están presionando para una transición hacia un gobierno palestino más plural, pero con garantías de seguridad efectiva.
En tanto, en las plazas de Gaza los niños vuelven a jugar y los vendedores abren con timidez sus puestos, recuerda uno que el silencio bélico no siempre implica el fin del conflicto. La violencia puede mutar, pero no desaparece sin soluciones políticas sostenibles. Hoy, Gaza resiste en equilibrio, atrapada entre la dictadura del orden impuesto y la violencia del desgobierno oportunista.