FIFA bajo fuego: ¿el Mundial 2026 está olvidando a los verdaderos aficionados?

Los precios elevados y la opacidad en la venta de entradas para la Copa Mundial amenazan con alienar al hincha común, advierten voces como Andy Kohlberg

El Mundial más caro de la historia: ¿quién podrá pagarlo?

El próximo Mundial 2026, que se desarrollará por primera vez en tres países —Estados Unidos, México y Canadá—, ya está generando polémica antes de que ruede el balón. Las críticas apuntan directamente a la gestión de entradas por parte de la FIFA, que ha sido calificada de elitista, opaca e injusta con el aficionado común.

Uno de los primeros en alzar la voz fue Andy Kohlberg, presidente y propietario del RCD Mallorca y extenista profesional. En una declaración reciente en Nueva York, Kohlberg advirtió que los elevados precios de las entradas y la comunicación deficiente de la entidad rectora del fútbol mundial podrían "dañar considerablemente la imagen del deporte".

Precios récord y transparencia nula

La FIFA se ha negado a publicar una tabla oficial de precios, algo que había sido habitual desde, al menos, el Mundial de 1990 celebrado en Italia. A día de hoy, todo lo que sabemos es que la entrada más cara para la final costará 6,730 dólares, mientras que la más barata del torneo será de 60 dólares.

Pero incluso estos números palidecen frente al desorbitado precio de los paquetes de hospitalidad: por ver los ocho partidos programados en MetLife Stadium en Nueva Jersey —incluida la final—, los aficionados tendrán que desembolsar hasta 73,200 dólares por persona. Sí, has leído bien.

A esto se suma una estrategia comercial agresiva por parte de la FIFA: en su portal de reventa oficial, se cobrará una comisión del 15% tanto al vendedor como al comprador. En otras palabras, si alguien vende una entrada por 1,000 dólares, recibirá solamente 850, y quien la compre pagará 1,150. Una doble tarifa que ha sido ampliamente criticada.

Andy Kohlberg: "Ser inclusivos no puede ser sólo retórica"

"Tienen que tener cuidado. Ha habido muchas críticas en la prensa. Hay que atender al fanático promedio, al tiempo que se ofrece una experiencia premium para quienes puedan costearla. Pero no se deben mezclar estas dos realidades con precios tan elevados que terminen marginando a la base del deporte", comentó Kohlberg con evidente preocupación.

Kohlberg no es un empresario cualquiera: adquirió el Mallorca en 2016 junto con un grupo de inversores estadounidenses que incluye a leyendas del deporte como Steve Kerr, Steve Nash y Stu Holden. Desde entonces, el club balear ha cimentado una estructura deportiva sólida, destacando en La Liga con un crecimiento sostenido.

Una experiencia futbolística elitista

El plan de hospitalidad de la FIFA sugiere que la entidad está pesando más en las corporaciones y en el turismo premium que en los amantes tradicionales del deporte. Según estudios del portal Statista, el precio medio de un boleto para la Copa Mundial FIFA 2022 en Catar fue de 286 dólares. En Estados Unidos, esa cifra podría llegar a duplicarse como media.

Kohlberg también advirtió que otras decisiones de FIFA y de ligas como La Liga, que buscan internacionalizar el producto, también podrían generar un efecto boomerang si no se manejan con cuidado.

¿La Liga en Miami? Un caso testigo

La Liga española ha planteado polémicas consideraciones para trasladar partidos oficiales fuera de España, como el planeado encuentro entre el Barcelona y Villarreal en diciembre en Miami Gardens, Florida. Sería la primera vez que una liga importante europea juega un cotejo oficial fuera del continente. Aunque en Estados Unidos este tipo de iniciativas son bien recibidas (basta ver los partidos de la NFL en Londres), en España se percibe como una afrenta a la tradición.

“En España eso molesta mucho. Es una cultura distinta. Hay que tener mucho cuidado porque corre el riesgo de dividir a la propia afición local”, alertó el directivo del Mallorca.

Entre dos mundos: el modelo Premier League

La comparación con la Premier League es inevitable. La máxima categoría del fútbol inglés ha logrado conquistar al mercado estadounidense con una combinación de marketing agresivo, derechos televisivos en horario estelar y jugadores carismáticos. La Liga, en cambio, aún lucha por captar esa atención, en parte por no tener un enfoque tan consistente.

“Con jugadores como Mbappé o Lamine Yamal, hay una oportunidad para crecer. Pero nunca estarán al nivel de la Premier. Aun así, se puede acortar un poco la brecha si se trabaja correctamente”, aseguró Kohlberg.

El turismo como aliado

Mallorca, que desde 1997 ha jugado regularmente en la Primera División española, se ha apalancado del turismo para fortalecer su economía. Con más de 18 millones de visitantes anuales, el club remodeló el estadio Son Moix para incluir zonas premium, atrayendo a visitantes con poder adquisitivo elevado.

“Eso sería imposible en lugares como Elche o Alavés. Pero en Mallorca sí tenemos una población flotante con capacidad de pago”, reconoció Kohlberg.

¿Dónde queda el verdadero aficionado?

La gran pregunta que flota en el ambiente es: ¿quién representa hoy al aficionado común? El Mundial se ha vuelto un producto que no sólo pertenece a los países anfitriones, sino también a grandes marcas, empresas multinacionales y sectores privilegiados.

Un Mundial históricamente fue una celebración popular, una fiesta de inclusión y diversidad. Sin embargo, los precios actuales hacen que asistir a partidos decisivos sea simplemente imposible para la mayoría. Y esto plantea dilemas morales para una FIFA cuya misión, según su propio sitio web, es "hacer el fútbol verdaderamente global".

Si en el pasado veíamos historias de aficionados que vendían sus autos o viajaban en bicicleta para ver un Mundial, la edición de 2026 parece haberles cerrado la puerta incluso antes de comenzar.

¿Puede cambiar algo aún?

FIFA ha dicho poco y hecho menos. Aún no hay señal de rectificación o de un plan para ofrecer entradas populares o precios ajustados por zona geográfica. Tampoco ha respondido públicamente a las críticas de Kohlberg ni de la opinión pública. La esperanza está en que la presión social y mediática lleve a una reconsideración de estas políticas excluyentes.

Al final, como dice el propio Kohlberg: “No se puede olvidar a la base; no son los que gastan más, pero sí los que sostienen el deporte con su pasión, su fidelidad y su historia.”

Si la FIFA realmente quiere que el Mundial 2026 sea recordado por su innovación y expansión continental, deberá lograr ese delicado equilibrio entre rentabilidad y accesibilidad. Porque, sin la hinchada, el espectáculo pierde su magia.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press