Guerra al borde del abismo: nuevos enfrentamientos entre Pakistán y Afganistán elevan la tensión regional

Claves sobre la nueva escalada militar en la frontera noroccidental entre fuerzas pakistaníes y afganas, y su conexión con la insurgencia talibana

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En un nuevo episodio de violencia en la frontera entre Pakistán y Afganistán, se registraron enfrentamientos armados que han dejado múltiples bajas y han reavivado las tensiones históricas entre ambos países. Las hostilidades llegaron a un punto crítico cuando fuerzas afganas, presuntamente aliadas con milicianos del Tehrik-i-Taliban Pakistan (TTP), abrieron fuego sin provocación, según versiones oficiales pakistaníes.

Una frontera marcada por la violencia

La línea Durand, la larga y montañosa frontera de más de 2.600 kilómetros que separa a Afganistán de Pakistán, ha sido durante décadas un punto caliente de conflictos bélicos y políticos. Trazada en 1893 durante la época colonial británica, esta división nunca fue reconocida oficialmente por los afganos, lo que añadió complejidad geopolítica a una zona ya infiltrada por milicias, tráfico ilegal y extremismo islámico.

Nuevos enfrentamientos, viejas heridas

El pasado martes, un intercambio de fuego en el distrito paquistaní de Kurram, en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa, terminó con tanques afganos dañados y puestos militares destruidos. Fuentes de la seguridad pakistaní, bajo condición de anonimato, afirmó que se trató de una respuesta "fuertemente proporcional" tras una agresión por parte de tropas afganas y el TTP.

Por su parte, el gobierno afgano, sin ofrecer detalles precisos, ha reconocido los enfrentamientos, pero rechaza las acusaciones de permitir actividades coordiandas del TTP dentro de su territorio. “No permitimos que grupos armados operen contra países vecinos desde nuestro territorio”, afirmó un portavoz del Ministerio del Interior afgano.

El regreso del Tehrik-i-Taliban Pakistan (TTP)

Desde la toma del poder por parte del Talibán afgano en agosto de 2021, el Tehrik-i-Taliban Pakistan, una organización aliada pero autónoma, ha intensificado su actividad insurgente en suelo paquistaní. Muchos de sus líderes, según Islamabad, se refugian más allá de la frontera, especialmente en las regiones montañosas de Khost y Nangarhar.

El TTP ha perpetrado más de 250 atentados en Pakistán tan solo en el último año, incluyendo ataques suicidas, emboscadas contra convoyes militares y ofensivas contra instalaciones policiales. Aunque no está oficialmente afiliado al Talibán afgano, ambos comparten ideologías radicales y mecanismos de cooperación táctica.

Operaciones transfronterizas paquistaníes

En los últimos meses, Pakistán ha emprendido ataques aéreos dentro del territorio afgano en respuesta a las incursiones del TTP. Aunque Kabul ha condenado estos actos como violaciones de su soberanía, Islamabad sostiene que se ve obligado a atacar campos de entrenamiento y refugios seguros del grupo insurgente para garantizar la seguridad nacional.

En una operación reciente, las fuerzas armadas pakistaníes destruyeron un extenso campamento de adiestramiento del TTP en territorio afgano, identificado mediante reconocimientos satelitales y pistas de inteligencia proporcionadas por agencias de seguridad locales.

Una contienda alimentada por desconfianzas mutuas

La relación entre los talibanes afganos y el gobierno de Pakistán ha sido ambivalente. Aunque Islamabad fue uno de los pocos países en reconocer al Talibán en su primer mandato entre 1996 y 2001, hoy en día acusa a este gobierno de de albergar y financiar al TTP. "Esto no es solo una confrontación militar, sino un fracaso de la diplomacia regional", asegura Ayesha Siddiqa, analista de defensa y autora de plataformas sobre seguridad en Asia del Sur.

Desde la caída del régimen afgano en 2021 y la retomada del poder por parte de los talibanes, Pakistán esperaba una reducción en la actividad del TTP. En cambio, ocurrió lo opuesto. Kabul afirma que no tiene control sobre todos los grupos armados en el país y que se esfuerza en mantener relaciones amistosas con sus vecinos.

Un conflicto con implicaciones económicas y humanitarias

La creciente tensión también ha resultado en el cierre prolongado de puntos fronterizos clave, como el de Torkham, bloqueando el comercio bilateral que asciende a más de 1.500 millones de dólares anuales. Agricultores, comerciantes y miles de civiles que dependen del intercambio de mercancías han quedado atrapados en un limbo económico.

Además, más de 1.7 millones de refugiados afganos viven actualmente en Pakistán, y el aumento de los enfrentamientos ha generado temores sobre repatriaciones forzadas o persecuciones. Según ACNUR, las condiciones para el retorno aún no son seguras dada la inestabilidad en muchas provincias afganas.

Presión internacional e intentos de mediación

Ante esta espiral de violencia, diplomacias de países del Golfo como Arabia Saudita y Qatar han hecho llamados para una desescalada. Las tensiones tras los ataques del fin de semana pasado se redujeron brevemente por intervención saudita, pero el diálogo se ha estancado nuevamente.

"Ambos países deben detener inmediatamente las hostilidades y trabajar en paralelo con mecanismos regionales como la OCS o la SAARC para evitar la repetición de estos enfrentamientos", aseveró Antonio Guterres, secretario general de la ONU, en conferencia de prensa.

¿Una guerra silenciosa?

La situación actual plantea un inquietante escenario: dos gobiernos enfrentados, uno con respaldo internacional moderado y otro con una legitimidad cuestionada, se baten en duelos indirectos a través de proxies yihadistas. Cada intercambio alimenta una narrativa nacionalista y refuerza la militarización de regiones fronterizas donde la población civil sufre las primeras consecuencias.

"Nosotros queremos paz, pero estamos atrapados entre fuego cruzado, restricciones económicas y miedo constante. No sabemos de qué lado correr cuando se escuchan los disparos", declaró una mujer residente de Parachinar, en la frontera.

¿Hacia un nuevo frente de guerra regional?

A medida que los talibanes afganos se consolidan en Kabul y el TTP intensifica su campaña sangrienta, muchos se preguntan si Asia del Sur está ingresando en una nueva era de conflictos asimétricos. La amenaza no proviene ya de Estados fallidos, sino de la descomposición de alianzas tácticas entre regímenes que antes compartían agendas comunes.

Así, el eterno juego de poder en la región continúa agregando capítulos sangrientos a su crónica. El único componente constante sigue siendo el sufrimiento de comunidades inocentes, que cada día despiertan con miedo a perderlo todo por una bala lanzada desde el otro lado de la frontera.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press