Guillermo del Toro y su monstruoso poema visual: una nueva visión de Frankenstein

Oscar Isaac y Jacob Elordi protagonizan la ambiciosa adaptación del clásico de Mary Shelley, reimaginado con la sensibilidad gótica y melancólica del director mexicano

Un monstruo como ningún otro: del Toro y su alma para los marginados

Guillermo del Toro ha dedicado gran parte de su carrera a dar voz y humanidad a los marginados, a los otros, a esas criaturas que la sociedad teme o rechaza. Desde El laberinto del fauno hasta La forma del agua, ha explorado los rincones más oscuros del alma humana, mostrando que lo verdaderamente monstruoso rara vez es lo que aparenta ser. Esta vez, su obsesión más temprana y personal cobra vida: “Frankenstein”.

Con un elenco estelar liderado por Oscar Isaac, Jacob Elordi y Mia Goth, esta versión del clásico de Mary Shelley se distancia de ser una adaptación literal del libro y se convierte en una lectura profundamente íntima del mito de la creación y el abandono, con la marca inconfundible del autor mexicano.

Del laboratorio al alma: ¿de qué trata esta “Frankenstein”?

Al igual que en el texto original de Shelley publicado en 1818, el corazón de la historia gira en torno a Victor Frankenstein, un científico impulsado por el deseo de crear vida y retar a la muerte. Pero en manos de del Toro, esta obsesión adopta una forma aún más trágica: Victor, interpretado de manera brillante y teatral por Oscar Isaac, no solo quiere batir a la naturaleza, sino superar a su demoledor padre y salvar a su difunta madre. Su desgracia será tan monumental como su ambición.

Por otro lado, la criatura —lejos del monstruo articulado con tornillos en la cabeza— cobra nueva vida en el cuerpo de Jacob Elordi. Es un ser vulnerable, melancólico y lleno de preguntas existenciales, como si de un niño con cuerpo de titán se tratase. Su violencia, cuando ocurre, es reflejo de la incomprensión y el abandono, más que de una inclinación innata al mal. Es un alma rota, no una amenaza natural.

¿Una adaptación o una reimaginación? El cineasta y su criatura imperfecta

Del Toro jamás fue amigo de seguir moldes. Y es por eso que, aunque esta película se inspire en el texto original, en realidad es un proyecto profundamente autoral. Según explicó el mismo director en entrevistas pasadas, lleva soñando con adaptar Frankenstein desde su adolescencia, y durante décadas se negó a hacerlo por no sentirse listo. Finalmente encontró en Netflix la libertad creativa y el presupuesto adecuado para plasmar su visión.

No se trata, entonces, de una adaptación fiel a la obra literaria, sino de un comentario visual, emocional y filosófico sobre el legado del monstruo más icónico de la literatura gótica. La relación entre padre e hijo, creador y criatura, se dibuja como una tragedia griega: ambos condenados desde el momento de su encuentro.

Un reparto de lujo y una interpretación magistral

  • Oscar Isaac: se transforma en Victor Frankenstein con una mezcla única de arrogancia, desesperación y sed de conocimiento. Sus gestos exagerados y el aura de genio incomprendido lo acercan peligrosamente a la locura.
  • Jacob Elordi: sorprende en el papel silencioso pero poderosamente expresivo de la criatura. Su inmensa presencia física contrasta con una mirada eternamente dolida que conmueve.
  • Mia Goth: está magnífica en el ambiguo rol de Elizabeth, una figura maternal para ambos hombres, una mujer dividida entre la compasión y su realidad emocional. Su interpretación es astuta e hipnótica.

Charles Dance y David Bradley completan el elenco con sobriedad y elegancia, destacando especialmente el segundo en su rol de anciano ciego, el único capaz de ver el alma de la criatura sin prejuicios.

El arte como escenario gótico: producción, banda sonora y ambientación

Visualmente, esta película es un festín. Del Toro vuelve a colaborar con Tamara Deverell en la dirección artística, quien crea contrastes entre la opulencia de la mansión Frankenstein y lo lúgubre del laboratorio de creación. Los interiores recuerdan a pinturas prerrafaelitas, y los exteriores son tétricos como en el romanticismo oscuro.

Los trajes diseñados por Kate Hawley son de otro mundo: ricos, detalladísimos y absolutamente teatrales. Cada personaje parece salido de una pintura de Caspar David Friedrich. Y todo esto se acompaña de una banda sonora hipnótica y épica de Alexandre Desplat, quien intensifica la tragedia con sus acordes góticos.

Las sombras del alma: reflexiones sobre la creación y el rechazo

Una de las grandes virtudes (y heridas) de esta adaptación es que el monstruo no es el malo, sino la víctima. La verdadera monstruosidad reside en el abandono, en la incapacidad de Victor para amar, para asumir la responsabilidad de lo creado. En ese sentido, Frankenstein no es una historia de ciencia ficción, sino un drama humano.

“Todos los hombres son el producto y la víctima de sus padres”, sugiere del Toro en la película. Una idea poderosa que se entrelaza con el destino de cada personaje. La criatura no pidió nacer, pero ha sido arrojada al mundo sin amor, sin guía, sin propósito. Solo el viejo ciego, incapaz de ver su deformidad, logra conectar con él como un ser vivo y sensible.

Este enfoque carga la película de una solidez moral que se aparta de una narrativa clásica de horror. Aquí, el verdadero horror está en la soledad impuesta, en el rechazo sistemático, en el acto supremo de irresponsabilidad científica.

Una cinta imperfecta, pero profundamente honesta

Que no sea la mejor película de del Toro no significa que no sea profundamente valiosa. Es cierto que su duración (149 minutos) puede resultar agotadora. Todo es intenso, grandilocuente, emotivo al extremo. Pero hay una honestidad en esta obra que la vuelve entrañable: un proyecto hecho con el alma.

Como “pasión de autor”, esta versión de Frankenstein no busca complacer a todos, sino rendir tributo a un mito que ha marcado a generaciones. Lo hermoso es que, aun sabiendo que este proyecto podría fracasar —como tantos otros de creadores obsesionados por sus propios demonios—, del Toro la llevó a cabo con dignidad poética.

Quizás por eso, su criatura también tiene alma. No es perfecta, pero vive. Late. Como todo buen arte, lleva pregunta y dolor en sus entrañas.

Una nueva joya gótica en la era del streaming

“Frankenstein” se proyecta en cines selectos antes de su estreno en Netflix el 7 de noviembre. Está clasificada como R por violencia sangrienta y duración prolongada. Pero quienes entren a su mundo no encontrarán solo escenas terroríficas, sino una meditación sensible sobre la condición humana. Un del Toro más humano que nunca, uno que nos recuerda que lo distinto puede ser lo más hermoso de todo.

Como lo dijo alguna vez él mismo: “No todos los monstruos son malos, y no todos los príncipes son justos.”

Este artículo fue redactado con información de Associated Press