Hanwha, Washington y Pekín: La guerra silenciosa en la industria naval global
China sanciona a filiales estadounidenses del gigante surcoreano Hanwha Ocean en un nuevo capítulo de la batalla por el dominio marítimo mundial
Una guerra comercial que zarpa en aguas profundas
No es casualidad que las tensiones entre Estados Unidos y China hayan encontrado un nuevo campo de batalla en los astilleros y puertos del mundo. La reciente decisión de China de sancionar a cinco filiales estadounidenses del gigante surcoreano Hanwha Ocean, plantea una pregunta incómoda pero urgente: ¿estamos entrando en una nueva “Guerra Fría Naval”?
La medida, tomada en respuesta a la investigación lanzada por la Oficina del Representante Comercial de los Estados Unidos (USTR) bajo la Sección 301 de la Ley de Comercio estadounidense, es un golpe dirigido no únicamente contra Hanwha, sino contra el intento del expresidente Donald Trump de resucitar la industria naval estadounidense. Una movida que revela que, en la pieza geopolítica, hasta los barcos se están convirtiendo en peones.
El poder de la industria naval: ¿por qué importa?
China representa actualmente más del 50% del tonelaje producido en astilleros globales, según datos de UNCTAD. Estados Unidos, por su parte, produce menos del 0.1% de ese tonelaje. Esta desproporción preocupa estratégicamente a Washington, especialmente ante los crecientes desafíos en el Indo-Pacífico.
Cuando se habla de la industria marítima, no solo se discute sobre comercio, sino sobre seguridad nacional. Controlar los procesos de construcción, reparación y mantenimiento de buques no es trivial: la marina de EE.UU., sus socios de la OTAN y sus aliados estratégicos dependen de una cadena de suministro sólida para mantener su flota operativa.
Trump, Hanwha y la reindustrialización naval de EE.UU.
En este contexto, la llegada de Hanwha Ocean a tierras estadounidenses —con su compra de Philly Shipyard por $100 millones y una promesa de invertir $5,000 millones más en instalaciones portuarias— fue celebrada por la administración Trump como una victoria crucial. Más aún cuando la compañía también firmó contratos con la Marina estadounidense para tareas de reparación y mantenimiento de buques.
Pero China no tardó en reaccionar. La sanción a cinco filiales de Hanwha —como Hanwha Shipping LLC y Philly Shipyard Inc.— representa una advertencia contundente a cualquier empresa extranjera que colabore con los planes estadounidenses para contrarrestar la supremacía marítima china.
La diplomacia del acero y los puertos
Como represalia adicional, China impuso nuevas tarifas portuarias a:
- Buques pertenecientes a empresas estadounidenses o con participación accionaria mayor al 25%
- Barcos con bandera estadounidense
- Buques construidos en Estados Unidos
Washington respondió con tarifas espejo aplicables a embarcaciones chinas. En consecuencia, muchas rutas comerciales fueron rediseñadas para evitar el encarecimiento operativo, en un movimiento que podría alterar de manera sustancial el comercio marítimo global.
El trasfondo político: elecciones, populismo y poder naval
Desde que Donald Trump estableció su agenda económica bajo el eslogan “America First”, la industria naval ha recibido atención significativa como símbolo del renacimiento industrial que su gobierno promovía. Pero el trasfondo político es tan denso como estratégico.
Combatir la dependencia de China en sectores clave es ya casi una doctrina bipartidista en EE.UU. Y con miras a un nuevo periodo electoral, el expresidente no pierde oportunidad de utilizar este enfrentamiento como insignia de su política exterior y comercial.
Consultores y expertos alertan: "China ha armado el sector de la construcción naval"
Así lo expresó Kun Cao, subdirector ejecutivo de la consultora Reddal, tras conocerse las sanciones impuestas por Pekín: “Pekín está enviando la señal de que atacará a firmas de terceros países que ayuden a Washington a contrarrestar el dominio marítimo de China”.
Esto implica no solo restricciones económicas, sino el principio de una política más beligerante frente a países aliados de EE.UU. que participan en la cadena de valor naval global.
¿Un déjà vu de la Guerra Fría?
Estados Unidos y la Unión Soviética en el siglo XX libraron muchas de sus luchas a través de la supremacía naval. Desde la crisis de los misiles en Cuba hasta maniobras en el Ártico, el control del mar siempre ha sido un capítulo clave en la competencia por la hegemonía global.
Hoy, esa rivalidad ha mutado. La nueva competencia se da con China y bajo una lógica económica (IP, exportaciones, acuerdos de infraestructura) que se entremezcla con intereses militares y geopolíticos. En ese sentido, podríamos estar asistiendo a una Guerra Fría del Acero Naval.
Ganadores y perdedores de la disputa actual
Las sanciones de China provocaron una caída del 8% en las acciones de Hanwha Ocean. Aunque la compañía declaró estar "evaluando los próximos pasos", el daño ya está hecho: acceso limitado al mercado del mayor fabricante y consumidor de barcos del mundo.
Por otro lado, empresas rivales —como las japonesas Mitsubishi Heavy Industries o las indias Larsen & Toubro— podrían beneficiarse como proveedores alternativos para Estados Unidos u otros países que quieran evitar choques con Pekín.
¿Qué sigue? Posibles escenarios futuros
Esta no será la última vez que veremos un enfrentamiento como este. Existen al menos tres escenarios posibles:
- Escalada de tarifas: Nuevas sanciones cruzadas que impacten no solo la industria naval, sino componentes acero-metal relevantes.
- Alianzas estratégicas regionales: EE.UU. podría impulsar consorcios entre Japón, Corea del Sur e India para retomar la producción naval de manera conjunta.
- Fragmentación del mercado marítimo: Las rutas comerciales se adaptarían a los bloques que lideren EE.UU. o China, restringiendo el libre comercio marítimo.
¿Y América Latina?
Aunque parece una disputa solo entre potencias, América Latina también está en juego. Panamá y su canal, así como los puertos de Brasil, Chile y México, serán nodos críticos en una eventual guerra económica entre potencias navales.
Los países latinoamericanos deberán decidir si alinearse con uno de los dos bloques o buscar una política de no intervención que optimice sus intereses comerciales sin arriesgar represalias.
Epílogo: El mar es el nuevo campo de batalla global
La globalización impulsó un mundo hiperconectado por rutas comerciales marítimas. Pero ahora, en la era post-pandemia e inflación global, ese mismo mar se ha transformado en un terreno de disputa ideológica, económica y militar.
Hanwha Ocean, China, Estados Unidos y el resto del mundo están jugando una partida más compleja que nunca. Y como en todo gran tablero geopolítico, las decisiones que se toman hoy no solo marcarán los próximos años, sino toda una era.