El abismo del hambre: el impacto devastador de los recortes financieros al Programa Mundial de Alimentos

Mientras millones enfrentan niveles de hambre de emergencia, los recortes en ayuda internacional ponen en jaque décadas de progreso humanitario

Por Redacción

Las cifras del hambre: una crisis humanitaria monumental

El Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas ha lanzado una advertencia crítica: hasta 13.7 millones de personas podrían caer en niveles de hambre de emergencia debido a recortes drásticos en su financiamiento. En un reporte emitido recientemente, el organismo internacional reveló que enfrenta una crisis presupuestaria sin precedentes, con una proyección de 40% menos fondos en comparación con el año anterior.

En 2023, el PMA recibió aproximadamente 10 mil millones de dólares. Para este año, solo espera alcanzar los 6.4 mil millones. El organismo califica esta situación no solo como una "brecha financiera", sino como un “abismo entre las necesidades y lo que realmente podemos hacer”, en palabras de su directora ejecutiva, Cindy McCain.

Actualmente, más de 319 millones de personas enfrentan inseguridad alimentaria aguda, y dentro de ese grupo, 44 millones viven en niveles de emergencia, lo que significa que están al borde de la hambruna. Lugares como Gaza y Sudán ya han sido oficialmente declarados en estado de hambruna.

¿Qué significa "hambre de emergencia"?

Según la clasificación integrada de seguridad alimentaria (IPC, por sus siglas en inglés), el nivel 4 —conocido como emergencia— implica que las personas tienen un consumo de alimentos extremadamente limitado, altos niveles de desnutrición aguda, y una pérdida acelerada de medios de vida. Si no se toman medidas, ello puede desembocar en el nivel 5: hambruna.

Países al borde del colapso alimentario

El informe del PMA subraya que seis países sufren perturbaciones graves debido a los recortes:

  • Afganistán
  • República Democrática del Congo
  • Haití
  • Somalia
  • Sudán
  • Sudán del Sur

En Afganistán, tan solo el 10% de las personas que sufren inseguridad alimentaria reciben asistencia. La situación es igual de crítica en Sudán, donde el conflicto armado interno ha generado desplazamientos y una paralización casi total de los sistemas de distribución de alimentos.

Disminución de la ayuda estadounidense y sus repercusiones

Tradicionalmente, Estados Unidos ha sido el mayor contribuyente del PMA. En 2022 otorgó cerca de $4.5 mil millones. Este año, se espera que ese monto descienda a $1.5 mil millones, menos de una tercera parte. Otros donantes claves de Occidente también han recortado su apoyo, especialmente en un periodo atravesado por múltiples crisis económicas globales.

Pero, como indica McCain, esto no es solo una cuestión de dinero: es una cuestión de voluntad política y prioridades. Según dijo ante el informe: “Estamos viendo cómo la línea de vida para millones de personas se desintegra delante de nuestros ojos”.

¿Por qué hay menos apoyo internacional?

Desde la pandemia, los países donantes han enfrentado un ciclo doblemente destructivo: por un lado, presupuestos internos en crisis debido al gasto sanitario y económico durante el COVID-19, y, por otro, un aumento exponencial en las peticiones de ayuda humanitaria internacional debido a guerras, desplazamientos, inflación global en alimentos y desastres naturales.

A eso se ha sumado un cambio en prioridades estratégicas. Con un mundo marcado por la competencia geopolítica —Guerra en Ucrania, evolución del conflicto en Medio Oriente, tensiones entre China y Occidente— los donantes están redirigiendo recursos hacia otras agendas, dejando a millones en el sur global literalmente hambrientos.

Décadas de progreso amenazadas

El PMA advierte que esta crisis podría revertir décadas de avances en la lucha contra el hambre. Desde principios de los años 2000, la inseguridad alimentaria había mostrado un lento pero constante descenso. Sin embargo, los datos recientes muestran una clara vuelta atrás.

La meta de Hambre Cero para 2030, establecida en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, parece hoy una utopía. Si se mantienen los actuales recortes y condiciones, muchos expertos afirman que no solo no se alcanzará el objetivo, sino que hambres a gran escala como las vividas en Etiopía en los 80 podrían volver a ser la norma en partes del mundo.

¿Dónde está fallando el sistema?

El modelo de ayuda humanitaria internacional ha sido históricamente voluntario. No existen obligaciones legales que impongan a los países ricos contribuir a los programas de alimentos. Consecuentemente, en tiempos de apremio interno, estos tienden a recortar rápidamente su compromiso con el sistema multilateral.

Además, expertos señalan problemas sistémicos como:

  • Dependencia excesiva de unos pocos grandes donantes (EE.UU., Alemania, Reino Unido).
  • Falta de previsión de fondos estables y pluri-anuales.
  • Baja eficiencia en la coordinación de los organismos humanitarios entre sí.

¿Cómo revertir la tendencia?

Varias organizaciones, incluidas Oxfam y Save the Children, han pedido que se introduzcan mecanismos financieros innovadores, como impuestos globales a las transacciones financieras o aportes obligatorios según el PIB de cada país occidental. También proponen que se incluya el hambre como un asunto de seguridad internacional, colocándolo en el Consejo de Seguridad de la ONU como tema prioritario.

Asimismo, se sugiere una mayor inversión en resiliencia alimentaria local, incluyendo programas de agricultura sostenible, bancos de alimentos comunitarios, e infraestructuras de almacenamiento que ayuden a amortiguar crisis venideras.

El hambre como arma de guerra y política

La politización del hambre también ha sido objeto de debate. En lugares como Etiopía, Yemen y Gaza, las fuerzas combatientes han bloqueado deliberadamente el acceso del PMA y otras agencias a poblaciones necesitadas como táctica de presión política.

Esto ha llevado a una creciente preocupación de que la comunidad internacional esté normalizando el uso del hambre como arma. Una tendencia inaceptable para organismos humanitarios.

El grito de alerta: ¿escucharemos esta vez?

La historia del hambre en el mundo moderno es también historia de omisiones. La tragedia no está en que no se pueda actuar —porque sí se puede— sino en la repetida indiferencia de los centros de poder global.

Como apuntó recientemente el Premio Nobel de la Paz David Beasley, exdirector del PMA: “No necesitamos nuevos inventos para acabar con el hambre. Tenemos la capacidad, el conocimiento y las herramientas. Solo falta la voluntad”.

Queda por ver si esta nueva oleada de emergencia moverá a la acción global. Pero si no lo hace, lo seguro es que millones seguirán sufriendo en silencio mientras nos alejamos aceleradamente de un mundo más justo y equitativo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press