La Revolución Z: Cómo una Generación Está Redefiniendo la Protesta Global

De Lima a Madagascar, los jóvenes de la Generación Z lideran movimientos sociales sin líderes contra gobiernos percibidos como corruptos, ineficaces y distantes

Desde Nepal hasta Marruecos, pasando por Perú, Indonesia y Madagascar, una ola de inconformidad está recorriendo el planeta. ¿Su punto en común? Son movimientos juveniles que se organizan sin estructuras jerárquicas tradicionales, impulsados por redes sociales, un profundo desencanto con la política tradicional y unidos bajo un símbolo inesperado: una bandera con una calavera sonriente que lleva un sombrero de paja, tomada del anime One Piece.

Más allá de las fronteras: la rabia transnacional de la Generación Z

Los jóvenes que nacieron entre 1996 y 2010, conocidos como Generación Z, son los verdaderos protagonistas de las revueltas más notorias de los últimos años. En países como Nepal, Perú, Indonesia y recientemente Madagascar, ellos lideran las calles, movilizándose para exigir cambios estructurales en sus sistemas políticos.

Las motivaciones específicas varían —en Madagascar, por ejemplo, las protestas comenzaron como rechazo a los cortes frecuentes de agua y electricidad; en Perú, una ley de pensiones injusta sirvió de chispa—, pero todas tienen el mismo combustible: el hartazgo por la corrupción, la desigualdad, el desempleo juvenil y el autoritarismo.

Un símbolo global: la bandera pirata de One Piece

Uno de los elementos más sorprendentes de estas manifestaciones es la aparición de la bandera pirata del anime japonés One Piece, un guiño visual pero potente a la lucha contra el poder. En Nepal, esta bandera ondeó sobre el edificio del gobierno nacional, el Singha Durbar. En Perú, fue visible en la Plaza San Martín en Lima. En Indonesia y Marruecos, la imagen también se ha vuelto un ícono pop de la resistencia.

Esta simbología hace referencia a la historia de los protagonistas de One Piece, una tripulación de piratas que lucha contra gobiernos tiránicos y corruptos. Entre los jóvenes, el símbolo expresa idealismo, rebelión y aspiraciones de justicia. "Luchamos contra los mismos enemigos: autoridades corruptas e indiferentes", dijo el peruano David Tafur en medio de una protesta en Lima.

Un patrón de represión estatal y despertares sociales

En todos estos movimientos, la respuesta de los gobiernos ha sido brutal. En Nepal, más de 50 personas murieron durante protestas en septiembre de 2025, lo que obligó a la dimisión del entonces primer ministro. En Perú, la presidenta Dina Boluarte fue destituida luego de enfrentar más de 500 protestas masivas y una investigación por abuso de poder.

Como respuesta, en Madagascar el presidente Andry Rajoelina fue removido tras una sublevación militar que se sumó a la presión popular. Movimientos similares buscan acelerar cambios en Kenia, Marruecos e incluso en Asia meridional, evidenciando que esta es una crisis generacional con ecos globales.

Protestas sin líderes centralizados: ¿fortaleza o debilidad?

Uno de los aspectos que más llama la atención de estos episodios es su estructura organizativa: no la tienen. A diferencia de los movimientos del pasado, como Occupy Wall Street o la Primavera Árabe, donde figuras visibles daban rostro a los reclamos, la Generación Z funciona como un enjambre digital.

Sam Nadel, director de Social Change Lab en Reino Unido, lo explica así: “Cuando los canales institucionales están bloqueados, la protesta se convierte en el vehículo lógico de las nuevas generaciones. Estos movimientos demuestran que el poder horizontal, distribuido y viral puede tener un alcance profundo.”

La falta de liderazgo tradicional hace estos movimientos menos vulnerables pero también presenta desafíos organizativos a largo plazo: ¿quién negocia?, ¿cómo se define una agenda común?, ¿cómo se evita la cooptación?

Redes sociales como campo de batalla

Las nuevas protestas se incuban y se expanden en Instagram, TikTok, X (antes Twitter) y Discord. En Nepal, la prohibición gubernamental de redes sociales solo se convirtió en nuevo combustible para las protestas. Jóvenes como Yujan Rajbhandari, uno de los voceros digitales del movimiento, reportan que “la represión digital es prueba de que les tienen miedo a nuestras voces”.

Rajbhandari también reflexiona: “Nos dimos cuenta de que somos ciudadanos del mundo; los límites dejaron de ser nacionales y la solidaridad se siente en términos de generación”. De hecho, gracias a estas plataformas, las manifestaciones en Marruecos o Madagascar aprenden tácticas, eslóganes y dinámicas movilizadoras que ya se usaron antes en Sri Lanka, Perú o Bangladesh.

Cuando la indignación se convierte en política real

Estos movimientos están generando transformaciones tangibles. En Nepal, el gobierno cayó. En Perú, un Congreso acorralado destituyó a la presidenta. En Madagascar, hubo una intervención militar. Pero más allá de los cambios de gobierno, se están gestando procesos de transformación más profundos: se está redibujando la relación entre la juventud y el poder político.

El caso de Marruecos es revelador: el movimiento Gen Z 212 se ha articulado con organizaciones estudiantiles para demandar reformas en salud y educación, logrando por primera vez que ministros convoquen conversaciones públicas con colectivos juveniles. En Indonesia, las protestas generaron cambios ministeriales y promesas de controlar los privilegios escandalosos de la clase política.

¿Un nuevo contrato generacional?

Según datos del Social Change Lab, la participación de los menores de 30 años en movilizaciones políticas se ha triplicado desde 2011 a nivel global, y ahora representan entre el 60% y 80% de los manifestantes en movimientos sociales masivos registrados en más de 15 países en 2025.

Pero no todo es optimismo. El politólogo senegalés Abdoulaye Bah advirtió en un foro reciente: “Si los gobiernos responden solo con represión o cosmética, estos movimientos pueden radicalizarse o convertirse en fenómenos intermitentes sin resultados estructurales.”

¿Qué sigue?

Los expertos coinciden en que se avecina una década de protestas masivas impulsadas por generaciones digitales cada vez más conscientes de su poder. Si el siglo XX fue testigo del nacimiento de los partidos obreros, sindicatos y movimientos pacifistas articulados tradicionalmente, el siglo XXI está viendo la emergencia de redes fluidas, autodirigidas y globales que entienden que la política ya no ocurre solo en parlamentos, sino también en plazas, plataformas y timelines.

Como resumió el joven peruano David Tafur mientras sostenía orgulloso su bandera de One Piece: “Nos quieren callados, pero sabemos que el mundo nos está escuchando.”

Este artículo fue redactado con información de Associated Press