Martoli: El renacimiento silencioso de un pueblo olvidado en los Himalayas

Tras más de medio siglo de abandono, los antiguos habitantes de Martoli regresan cada verano para cultivar, reconstruir y mantener viva la memoria de una cultura fronteriza con el Tíbet

Una aldea con historia milenaria, hoy casi en ruinas

Martoli, un pequeño pueblo en la región de Uttarakhand, al norte de la India, parece sacado de una postal antigua: casas de piedra sin techo, muros cubiertos de líquenes, silencio interrumpido solo por el zumbido del viento himalayo. Esta aldea fronteriza con Tíbet, enclavada en el Valle de Johar, fue, hasta principios de los años 60, un vibrante centro de comercio transfronterizo que sostenía a cientos de familias.

Pero todo cambió abruptamente en 1962, cuando estalló una guerra entre India y China. El conflicto selló la frontera y fragmentó el estilo de vida nómada de numerosos pueblos que dependían del intercambio comercial estacional. Martoli fue uno de los más afectados: prácticamente todos sus habitantes abandonaron el lugar durante décadas.

Kishan Singh: el guardián de una memoria pastoral

Kishan Singh, de 77 años, es la viva representación de ese pasado y presente. Tenía solo 14 años cuando abandonó el pueblo, pero nunca rompió el vínculo con su tierra natal. Cada verano regresa para cultivar alforfón, fresas y comino negro. Sin techo estable, duerme en una vivienda desocupada y cocina para sí mismo durante medio año. Para él, no es nostalgia. Es identidad.

“Disfruto estar en las montañas, y la tierra aquí es muy fértil”, dice con una sonrisa, mientras desgrana buckwheat bajo un sol tenue que apenas logra colarse entre las nubes.

De 500 personas a apenas cuatro veraneantes

Martoli llegó a albergar a unas 500 personas antes de 1962. Hoy, cada verano, apenas tres o cuatro se animan a regresar. Sin embargo, la historia está lejos de acabar. Gracias a nuevas rutas no pavimentadas y el incipiente interés turístico, Martoli experimenta un renacimiento silencioso.

Pueblos colindantes como Laspa, Ghanghar y Rilkot también están recibiendo a antiguos residentes durante el verano, y más aún, aventureros y excursionistas camino al campamento base del Nanda Devi, la segunda montaña más alta de la India (7.816 m) y, durante siglos, considerada la más alta del mundo debido a la inaccesibilidad del Himalaya oriental.

El turismo como ancla de un futuro posible

La recuperación de Martoli está comenzando a tomar forma por medio del turismo de trekking. Raju Martolia, otro habitante que regresó, ha abierto una casa de huéspedes que brinda techo y comida básica a quienes se aventuran hacia el Nanda Devi. En sus palabras, la idea va más allá de un ingreso económico: “Cada persona que pasa por aquí es un testigo de que seguimos existiendo”.

Cada día más excursionistas llegan con mapas, mochilas y satélites portátiles. Las aldeas, antes olvidadas, ahora se reflejan en blogs, fotografías y redes sociales. Aunque rudimentaria, esta exposición está teniendo un efecto: poner a Martoli en el mapa moderno del ecoturismo.

Tradición, agricultura y sostenibilidad

La tierra alta de Martoli es bendecida por una fertilidad natural que permite el cultivo de productos valiosos. Singh cultiva trigo sarraceno, fresas y comino negro —productos que se venden en los pueblos de las llanuras a un precio justo tras ser transportados en mulas durante el otoño. La creciente demanda de productos orgánicos podría incluir pronto a Martoli dentro de los corredores agrícolas sostenibles.

Un reto fundamental que enfrentan estos nuevos agricultores temporales es la falta de infraestructura básica: sin electricidad consistente, con caminos parcialmente intransitables y sin servicios de salud inmediata. Sin embargo, esto también ha evitado el turismo masivo y mantiene a Martoli en una burbuja de autenticidad.

¿Qué hacer con los fantasmas de piedra?

Los edificios de piedra de Martoli, aunque derruidos, tienen un valor histórico y arquitectónico incalculable. Algunos expertos en patrimonio han empezado a sugerir programas de conservación comunitaria que podrían convertir a Martoli en un “Museo Vivo del Himalaya”, donde las estructuras originales se restauren respetando técnicas ancestrales.

Estas iniciativas podrían servir como modelo para otras aldeas de alta montaña que han sido abandonadas por causas geopolíticas. El gobierno estatal de Uttarakhand ha mostrado interés en proyectos de re-asentamiento, especialmente en lugares estratégicos desde el punto de vista ecológico y turístico, pero aún hace falta una política nacional al respecto.

Impacto geoestratégico: Martoli y la frontera Tíbet-China

La posición geográfica de Martoli es estratégica, situada cerca de una frontera cerrada desde hace más de 60 años. Las tensiones entre India y China no han cesado del todo, haciendo que el ejército indio mantenga una presencia silenciosa más allá de los valles visibles. Pero irónicamente, es esa misma ubicación la que podría convertir a Martoli en un corredor de paz cultural en el futuro si las relaciones mejoran.

Educación y nuevas generaciones: el eslabón perdido

Uno de los desafíos más significativos es que las nuevas generaciones no sienten el mismo apego. Quienes nacieron ya en las planicies, con una vida alejada de la montaña, no ven un futuro claro cultivando durante seis meses en un ambiente tan inhóspito. Aquí es donde el papel del Estado, ONGs y plataformas como el ecoturismo pueden tener un rol clave: incentivando el retorno con educación ambiental, conectividad digital e iniciativas verdes.

Algunos jóvenes ya están empezando a ver oportunidades en la gestión de casas de hospedaje, producción orgánica, o como guías de montaña. Es la semilla de una posible reactivación total, donde tradición y modernidad puedan coexistir.

Reflexión final: preservación frente al olvido

La historia de Martoli no es única, pero sí es emblemática. Simboliza el conflicto entre política fronteriza y cultura ancestral; entre ruina y resistencia; entre éxodo y posible resurrección. En tiempos donde tantos pueblos luchan contra la desaparición, Martoli da una lección implícita: a veces basta con regresar.

Tal vez nunca volverá a tener 500 habitantes. Pero si uno solo de esos muros revive con propósito, Martoli seguirá viviendo más allá del tiempo, del polvo y del olvido.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press