Orcas y fibra óptica: la revolución silenciosa para salvar a las ballenas en peligro
Un experimento pionero en el Mar de Salish podría convertir más de 1.4 millones de kilómetros de cables submarinos en una red de monitoreo acústico sin precedentes
Una nueva esperanza para las orcas del Mar de Salish
Mientras los primeros rayos del sol acarician las frías aguas del Mar de Salish, un equipo de científicos se embarca en una misión sin precedentes: desplegar una milla y media de cable de fibra óptica en el lecho marino. El objetivo no es mejorar la conectividad a internet, sino capturar los delicados sonidos —clics, silbidos y llamadas— de las orcas residentes del sur en peligro de extinción.
Este experimento liderado por la Universidad de Washington podría marcar el inicio de una revolución en la conservación marina gracias a una tecnología llamada Detección Acústica Distribuida o DAS, por sus siglas en inglés. La idea es tan brillante como simple: transformar los cables de fibra óptica que ya cruzan los océanos en sensores acústicos que escuchen a las ballenas en tiempo real.
¿Qué es la tecnología DAS y cómo puede salvar a las orcas?
Tradicionalmente usada para monitorear oleoductos y detectar fallas en infraestructuras, la tecnología DAS convierte cada metro del cable de fibra óptica en un micrófono. En lugar de utilizar un solo hidrófono que escucha desde un punto fijo, DAS permite captar sonidos a lo largo de todo el cable, identificando la ubicación y dirección del animal que los emite.
“Podemos imaginar miles de hidrófonos distribuidos, grabando datos de forma continua”, explica la profesora Shima Abadi del Instituto de Oceanografía de la Universidad de Washington.
Esto resulta especialmente importante para las orcas, que se comunican y cazan mediante ecolocalización: emiten clics agudos que rebotan en los objetos. El ruido submarino de barcos y tráfico marítimo puede interferir con este sistema, dificultando su caza de salmones y su navegación.
Una especie acorralada: las orcas residentes del sur
Solo quedan alrededor de 75 orcas residentes del sur (Southern Resident killer whales) en las aguas del noroeste del Pacífico. La especie enfrenta una triple amenaza que pone en jaque su supervivencia:
- Contaminación acústica: el ruido antropogénico interfiere en su comunicación y caza.
- Contaminación química: las toxinas se acumulan en su grasa y se transmiten de madres a crías.
- Escasez de alimento: la drástica disminución de su presa principal, el salmón Chinook.
Esta última es crítica: las poblaciones de salmón Chinook han caído un 60% desde 1984, según la Comisión del Salmón del Pacífico. Las causas incluyen pérdida de hábitat, presas hidroeléctricas, sobrepesca y el cambio climático.
Scott Veirs, presidente de Beam Reach Marine Science and Sustainability, lo resume con ironía trágica:
“Tenemos una orca en peligro tratando de comerse una especie también en peligro”.
De la fibra óptica al sonar: ciencia y precisión quirúrgica
El experimento implica desplegar el cable desde una barcaza hasta el lecho marino. Allí, los equipos conectan fibras con una fusión tan precisa que debe resistir el vaivén de las olas. Una vez completado, la señal empieza a fluir hacia un software que la representa como gráficas de cascada, mostrando frecuencias sonoras a lo largo del tiempo.
El objetivo: detectar llamadas de orcas y correlacionarlas con sus comportamientos, como caza, comunicación social o navegación. Gracias a las cámaras instaladas en tierra y en el agua, se puede incluso llegar a identificar al individuo que emitió cada sonido, una especie de reconocimiento facial acústico.
Aplicaciones inmediatas en conservación
Uno de los usos más interesantes del DAS es la gestión dinámica del tráfico marítimo. Si un grupo de orcas es detectado nadando hacia Seattle, por ejemplo, los científicos podrían alertar a los Washington State Ferries para que reduzcan la velocidad o alteren su curso.
Esto evitaría colisiones y ruido adicional, dos de los factores letales para estos cetáceos. Además, los datos podrían ayudar a establecer políticas públicas a largo plazo respaldadas por ciencia sólida.
“Tiene un gran potencial para mejorar tanto la gestión inmediata como las políticas a largo plazo que beneficiarán a las orcas”, afirma Veirs.
Una visión global: 870,000 millas de cables monitorizando los océanos
El potencial de esta tecnología va más allá del Mar de Salish. Según la organización TeleGeography, existen más de 1.4 millones de kilómetros de cable de fibra óptica submarinos en todo el mundo. Esto representa una red potencial que ya está en funcionamiento y se podría usar sin necesidad de construir nuevas infraestructuras.
Yuta Masuda, director de ciencia en Allen Family Philanthropies, apunta:
“Una de las principales barreras para conservar la biodiversidad marina y enfrentar el cambio climático es la falta de datos. Esta red podría llenar vacíos críticos”.
La oportunidad es estratégica: en enero de 2026 entra en vigor el Tratado de Alta Mar, que permitirá crear nuevas áreas marinas protegidas en aguas internacionales. Para implementarlo de forma efectiva se necesita saber dónde y por qué proteger.
Una red de monitoreo con cobertura planetaria permitiría identificar zonas prioritarias, detectar cambios en los ecosistemas en tiempo real y evaluar el impacto humano con precisión sin precedentes.
Retos técnicos y científicos por delante
Ya se ha demostrado que la tecnología funciona para ballenas azul y rorcuales comunes, cuyos sonidos de baja frecuencia pueden ser captados por los cables. Pero las orcas representan un nuevo reto: su ecolocalización se da en frecuencias muy altas.
Por eso, esta fase del experimento se considera crítica: si se logra adaptar el DAS para captar estos sonidos agudos, se abrirán las puertas no solo para monitorear orcas, sino otros delfínidos y pequeños cetáceos que usan frecuencias similares.
¿Un oráculo marino para el siglo XXI?
Este enfoque representa un cambio de paradigma: pasar de tecnologías intrusivas y puntuales a una escucha pasiva, constante y omnipresente del océano. Es, en palabras de los investigadores, como instalar un estetoscopio digital a la Tierra.
El sonido, invisible y subestimado hasta ahora como herramienta de conservación, se convierte en lenguaje y aliado. Y los cables, concebidos para transmitir datos humanos, podrían, paradójicamente, ser la vía para salvar a especies sin voz en nuestras decisiones.
Con una inversión modesta y voluntad política, muchos se preguntan: ¿estamos al borde de una segunda revolución ecológica, tecnológica y científica?
Quizás la respuesta se escuche en el clic de una orca bajo el mar.