Raila Odinga: La voz que nunca gobernó pero marcó el destino político de Kenia

A pesar de nunca haber alcanzado la presidencia, Raila Odinga dejó una huella imborrable en la democracia keniana y en el corazón del continente africano

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Una figura monumental en la política keniana

Este 2024, África y el mundo despiden a uno de los líderes políticos más emblemáticos del continente: Raila Odinga. Fallecido a los 80 años en la India debido a un infarto, su vida política representa una epopeya de lucha democrática, resiliencia y profundo compromiso con el pueblo keniano.

Odinga fue más que un político. Fue una figura simbólica, conocido cariñosamente como “Baba” (padre en Kiswahili), un apodo que revela el grado de cercanía y afecto que sentían por él millones de kenianos.

Cinco candidaturas presidenciales, una nación transformada

Tras una carrera política de más de cuarenta años, Odinga se postuló cinco veces para la presidencia de Kenia. Aunque nunca conquistó el cargo supremo, su influencia en la política del país fue incuestionable. Desde los años 90, Raila Odinga lideró reformas cruciales por la expansión de la democracia multipartidista, convirtiéndose en rostro y voz de la oposición.

Fue Primer Ministro de 2008 a 2013, después de un disputado proceso electoral que desencadenó una de las peores crisis políticas de la historia reciente del país. Este periodo interino fue producto de un acuerdo de poder compartido entre Odinga y el entonces presidente Mwai Kibaki, mediado por el exsecretario general de la ONU, Kofi Annan.

Un legado de resistencia y paz

Odinga luchó año tras año por lo que él llamado “la segunda liberación” de Kenia, impulsando con firmeza la reforma constitucional de 2010, que instauró un nuevo marco jurídico que reconocía derechos fundamentales y fortalecía la descentralización.

“Hemos perdido un padre de la nación, un firme defensor del pueblo y un verdadero hijo de Kenia”, declaró el expresidente Uhuru Kenyatta tras conocer el fallecimiento de su aliado político en las elecciones de 2022.

Pero su aporte no se limitó a Kenia. Fue visto como un estadista africano, respetado por sus pares y buscado por líderes regionales en tiempos de crisis. Fue una voz influyente por la paz y la diplomacia en el este de África.

Desde la prisión hasta el parlamento

Odinga fue detenido en múltiples ocasiones por su oposición al gobierno de partido único bajo el mandato de Daniel arap Moi. Pasó una década de su vida en la cárcel o en detención sin cargos formales, particularmente entre 1982 y 1988 tras ser acusado de incitar al intento de golpe de Estado contra Moi. Su respuesta nunca fue la violencia, sino el activismo político y la organización de la sociedad civil.

Emergió como una figura clave del Movimiento Democrático Naranja (ODM), y guío su partido a través de batallas históricas en las urnas. Aunque varias de sus derrotas estuvieron contaminadas por acusaciones de fraude electoral, jamás se desvió de una ruta institucional: tribunales, protestas pacíficas y búsqueda de reformas legales.

“No soy un perdedor, soy un líder en una carrera desigual”

Odinga comprendió como pocos las limitaciones de la democracia emergente africana. “No he perdido elecciones, he competido en un sistema arreglado”, dijo en una entrevista en 2017, después de impugnar los resultados ante una histórica decisión en la que la Corte Suprema anuló por primera vez en África una elección presidencial por irregularidades —un logro insospechado que reforzó la independencia judicial.

Durante su última campaña en 2022, nuevamente denunció irregularidades y recurrió al Tribunal Supremo. Aunque falló en su contra, aceptó el veredicto judicial e hizo un llamado a la unidad, mostrando una vez más su compromiso con la paz sobre el poder.

Un aliado africano de la India y Occidente

Raila mantenía estrechos lazos con líderes internacionales. En palabras del Primer Ministro indio Narendra Modi, que lo conocía desde su etapa como gobernador de Gujarat: “Fue un gran amigo de India y admirador de nuestra cultura y sabiduría ancestral”. También lo recordaba el presidente de Somalia, Hassan Sheikh Mohamud, como un “líder cuya herencia democrática perdurará”.

Su relación con Occidente fue compleja: alabado por su lucha democrática pero también criticado por métodos controversiales como su autoproclamación simbólica como presidente en 2018, en un acto de protesta contra Uhuru Kenyatta. Sin embargo, lo que resaltó siempre fue su habilidad para mantener la estabilidad frente a la incertidumbre.

Raila y Barack Obama: un lazo africano-estadounidense

Una de las imágenes más representativas de su carrera fue su encuentro en 2006 con el entonces senador estadounidense Barack Obama, con quien compartía raíces luo, la misma comunidad étnica en el oeste de Kenia. Aunque la relación fue ceremonial más que política, capturó la atención del hemisferio y sirvió para consolidar la imagen de Odinga como uno de los grandes nombres del continente.

Una oposición sin odio, una lucha sin rencor

A diferencia de muchos opositores en África, Odinga nunca fue visto como un villano o un agitador radical. Sus seguidores no solo lo acompañaban por partido, sino por convicción: muchos sentían que representaba la justicia social y la esperanza en un contexto de corrupción, tribalismo y violencia institucional.

La periodista keniana Rasna Warah lo definió en un artículo para el Daily Nation como: “Una figura trágica en la política keniana, que siempre estuvo en las puertas del poder, pero que prefería entrar al corazón de la nación antes que al palacio”.

Un símbolo para las generaciones futuras

El impacto de Odinga sigue vivo en las nuevas generaciones que lo ven como un modelo de integridad. Para muchos jóvenes, incluso aquellos nacidos después de las violentas elecciones de 2007, Raila fue un caballero de la democracia, cuya voz representaba sus frustraciones por la desigualdad en el acceso a oportunidades y servicios básicos.

Su figura trasciende el cargo político: representa la posibilidad de oponerse sin destruir, de disentir sin desestabilizar y de perder sin perder el respeto del pueblo.

¿Quién llenará su vacío?

El futuro político de Kenia inevitablamente cambiará tras su partida. La oposición buscará reconfigurarse —tanto en términos de liderazgo como de narrativa. Para un país que ha atravesado ciclos de violencia postelectoral, la ausencia de una figura moderadora como Odinga complica las rutas hacia la reconciliación y el diálogo.

Sin embargo, si algo enseñó Raila Odinga fue la creencia inquebrantable en el proceso democrático. Como dijo en su último discurso público durante el funeral del activista Ken Ouko:

“Un país no necesita un presidente para progresar, necesita esperanza, verdad y el coraje de corregir lo que está mal, sin miedo.”

La despedida de un continente

Desde Nairobi hasta Lagos, desde Adís Abeba hasta Pretoria, los tributos a Raila Odinga se multiplican. Líderes actuales, exmandatarios, académicos, activistas y ciudadanos comunes coinciden en un punto: África ha perdido uno de sus últimos grandes estadistas de la era postcolonial que puso al pueblo por encima del poder.

Raila Odinga no murió como presidente. Pero vivirá como símbolo. Y en países donde democracia y justicia siguen siendo ideales por alcanzar, eso quizás valga más que cualquier título.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press