¿Justicia o política migratoria?: El polémico caso del padre de un marine detenido por ICE en California

La detención del inmigrante Esteban Rios, padre de un soldado de los Marines, reaviva el debate sobre la deportación de inmigrantes con historial criminal y el trato a las familias de militares indocumentadas

En Estados Unidos, la inmigración siempre ha sido una de las arenas más cargadas de tensión política y social. Pero cuando se entrelaza con temas como el servicio militar y los valores familiares, el conflicto se torna aún más complejo.

Es lo que ha ocurrido con el polémico caso de Esteban Rios, un inmigrante mexicano que fue detenido por las autoridades migratorias tras visitar la base militar de Camp Pendleton, en California, donde su hijo, Steve Rios, sirve como Marine. La historia ha generado una ola de reacciones encontradas y refleja con crudeza los dilemas que enfrenta la nación en su política migratoria.

Una familia entre dos mundos

Steve Rios, sargento del Cuerpo de Marines en Oceanside, California, asegura que sus padres han vivido en EE.UU. por más de 30 años. Llegaron como muchos otros inmigrantes, buscando mejores oportunidades y trabajando en oficios duros pero dignos: lavando coches y limpiando casas.

Sólo quería hacerlos sentir orgullosos”, dijo Steve a la cadena KNSD. “He visto todo lo que han luchado. Lo mínimo que puedo hacer es servir a este país”.

La familia Rios estaba recogiendo a la hermana de Steve y a su esposo —también Marine— el pasado 28 de septiembre. Una rutina habitual que hacían cada fin de semana para apoyar a su hermana embarazada. Sin embargo, esta vez, al llegar a la entrada de la base, agentes del ICE detuvieron a sus padres. Les colocaron grilletes electrónicos y unos días después, Esteban fue deportado a México. Fue la tercera vez que era expulsado del país.

Esteban Ríos: una historia con antecedentes

El Departamento de Seguridad Nacional (DHS) aclaró días después de la detención que Esteban Rios tenía antecedentes penales que incluían cargos por violencia doméstica y asalto agravado con arma mortal. Además, había sido deportado en 1999 y 2005, y un juez ordenó su tercer retiro en 2020 tras volver a reingresar al país ilegalmente.

El comunicado generó controversia, no sólo por los antecedentes en sí, sino por la forma en que la información fue revelada. Según medios, el DHS no proveyó detalles cuando fue interrogado inicialmente, limitándose a decir que “criminal illegal aliens are not welcome in the U.S.”.

Fue solamente después de la cobertura mediática que incluyó entrevistas con Steve Rios, que el DHS publicó su información detallada, acusando a los medios de haber “ocultado intencionalmente los hechos”, aunque dichos datos no habían sido compartidos previamente de manera oficial.

¿Víctima de represalia política?

Este caso no sólo es un debate legal, sino también político. El trato a la familia Rios surgió en un contexto en que la retórica antiinmigrante ha sido parte central del discurso conservador. Tricia McLaughlin, portavoz del DHS, mencionó en su declaración:

“Bajo el Presidente Trump y la Secretaria Noem, si violas la ley —incluyendo delitos como violencia doméstica y asalto agravado— tendrás consecuencias. Los extranjeros criminales no son bienvenidos.”

La frase resuena con el enfoque duro de Trump sobre inmigración durante su mandato, y muestra que aunque hay cambio de nombre en los cargos, las políticas pueden mantenerse (o volver) según las elecciones futuras.

La otra versión: ¿sin antecedentes ni órdenes pendientes?

La familia Rios asegura que nunca se les notificó sobre ningún expediente criminal actual. Afirman que Esteban tenía una solicitud de residencia pendiente amparada por su hijo militar y permiso de trabajo reconocido por las leyes estadounidenses. De hecho, el mismo Steve estaba patrocinando las solicitudes migratorias de sus padres.

Este hecho plantea un problema legal al que el sistema migratorio de EE.UU. se enfrenta constantemente: ¿Qué pasa cuando un inmigrante tiene pasado criminal pero también vínculos familiares fuertes y arraigados, como hijos sirviendo en las Fuerzas Armadas?

El Parole In Place (un programa que ofrece alivio migratorio a familiares indocumentados de militares) podría haber evitado esta situación, si las políticas fueran aplicadas de manera más coherente y humana.

¿Excepciones para familias de militares?

La idea de proteger a familiares cercanos de soldados en servicio no es nueva ni controvertida. En 2013, el presidente Obama implementó administrativamente el Parole In Place bajo el argumento de que “los hombres y mujeres en uniforme no deberían cargar con la preocupación de que sus seres queridos puedan ser deportados».

Según datos del USCIS, más de 48,000 personas accedieron a alguna forma de alivio migratorio gracias a este programa entre 2013 y 2018. Sin embargo, su aplicación ha sido inconsistente y su futuro incierto. La administración Biden ha mantenido el programa, pero su ejecución ha declinado significativamente frente a la complejidad de cada caso individual.

¿Dónde queda entonces el sacrificio de Marine Steve Rios si su familia no puede acceder a una política diseñada precisamente para protegerla?

La narrativa oficial vs. la narrativa humana

Este caso se enmarca dentro de una lógica binaria impuesta por los organismos migratorios: “inmigrantes buenos” vs. “inmigrantes malos”. Es una narrativa simplista que busca dibujar el panorama en términos blancos y negros, ignorando los matices.

La contradicción aparece cuando un país que honra a sus militares con desfiles y reconocimientos públicos, permite que el padre de uno de ellos sea deportado sin claridad, sin aviso y sin aplicar procesos que podrían ofrecer otro desenlace.

Es en estos casos donde se refleja una fractura ética en el sistema. ¿Puede una nación valorar a sus soldados y, al mismo tiempo, rechazar a quienes los criaron?

El futuro incierto de los Rios

Steve Rios continúa trabajando en el ejército, mientras su hermana espera dar a luz próximamente. Su madre permanece en Estados Unidos, todavía con grillete en el tobillo, mientras que su padre ha sido repatriado a un país que dejó hace décadas.

El joven Marine ha abogado públicamente por sus padres y por una política migratoria más coherente: “No se trata de ignorar las leyes. Pero tampoco podemos hacernos sordos al sacrificio de nuestras familias”.

La historia de los Rios, como tantas otras, está marcada por los contrastes: orgullo por haber criado a un soldado estadounidense, y al mismo tiempo, dolor por ser tratados como una amenaza.

Estados Unidos enfrenta un dilema. Puede seguir dividiendo los casos entre “legales e ilegales” o puede humanizar el proceso, especialmente cuando se trata de familias que ya han dado al país lo mejor de sí.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press