¿Un nuevo ejército sirio? La fusión de las fuerzas kurdas y el incierto futuro de Siria
El acuerdo entre el liderazgo kurdo y el gobierno de Damasco podría cambiar el equilibrio de poder regional tras más de una década de guerra civil
Un punto de inflexión para Siria
Después de catorce años de una devastadora guerra civil, Siria se enfrenta a lo que podría ser el inicio de una nueva era: la posible integración de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), lideradas por los kurdos y respaldadas por Estados Unidos, en el nuevo ejército nacional sirio. El anuncio hecho por Mazloum Abdi, comandante de las FDS, marca un cambio significativo en el equilibrio político-militar del país mediado por la reciente caída del régimen de Bashar al-Assad y la llegada de un nuevo gobierno interino dirigido por Ahmad al-Sharaa, exlíder del grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS).
La pregunta que ahora flota en el aire no es sólo si Siria podrá sanar sus profundas heridas internas, sino si esta nueva estructura militar será capaz de unificar al país o terminará reforzando nuevas divisiones.
La transición: de la insurgencia a la institucionalidad
Lo que comenzó como una coexistencia tensa entre el gobierno de Damasco y las FDS, especialmente tras el inicio de la guerra contra el Estado Islámico (EI), ha evolucionado hacia una aparente voluntad de cooperación. Las FDS fueron fundamentales en la derrota del EI en Siria, y su experiencia militar —adquirida con el respaldo de una coalición internacional, principalmente Estados Unidos— se presenta ahora como un activo esencial para la reestructuración del país.
“Estamos hablando de decenas de miles de combatientes, así como miles de fuerzas de seguridad interna”, declaró Abdi. “Estas fuerzas no pueden integrarse de forma individual, como otras facciones pequeñas; deben hacerlo como formaciones militares completas bajo las reglas del Ministerio de Defensa”.
Un comité conjunto con las autoridades de Damasco ya ha sido formado para definir los mecanismos específicos de esta integración, lo que incluye el despliegue, la comandancia y la absorción funcional de estas unidades, tanto en campos militares como en seguridad civil.
Una nueva Siria entre incertidumbre y esperanza
El nuevo liderazgo en Damasco, de corte sunita y surgido de un grupo previamente catalogado como extremista, ha sorprendido al entablar negociaciones abiertas con una fuerza que durante años fue vista como una amenaza por su autonomía de facto. Que el exlíder de HTS represente ahora un gobierno llamado a consolidar el Estado y reciba con brazos abiertos a las FDS marca un giro drástico en la política siria.
La política detrás del acuerdo parece responder a una lógica de realpolitik más que a afinidades ideológicas. El control territorial que las FDS han mantenido en el norte y noreste del país es simplemente demasiado estratégico para ser evitado o combatido. La región alberga vastos recursos agrícolas y petroleros, y constituye una puerta para la estabilidad nacional en la posguerra.
El miedo a la traición: heridas difíciles de cerrar
Mientras se habla de integración, en muchos sectores kurdos y de otras minorías existe un temor latente a una traición institucional. En regiones como la costa siria o la provincia de Sweida se han documentado matanzas sectarias recientes, perpetradas por grupos pro-gobierno.
Según declaraciones del propio Abdi, estos actos —que cobraron múltiples vidas en marzo y julio— sembraron el pánico y contribuyeron a la demora en la implementación del acuerdo. “Creemos que si se cumple en su totalidad lo pactado el 10 de marzo, podremos evitar la repetición de estos actos”, expresó.
Además del componente militar, el acuerdo establece que todas las instituciones civiles, económicas y de seguridad de la región noreste también se integrarán en la estructura siria central dirigida desde Damasco. En otras palabras, significaría una renuncia de facto al gobierno autónomo kurdo que surgió durante el conflicto.
Descentralización vs. unidad estatal
Uno de los puntos más delicados del acuerdo gira en torno al modelo de gobernanza. Las FDS han abogado por un Estado descentralizado donde el poder esté repartido entre el gobierno central y las provincias. Sin embargo, Damasco teme —con razones históricas— que esta descentralización derive en una partición del país.
“Nuestra propuesta es construir un Estado unido pero descentralizado”, explicó Abdi. “Esto permitiría participación equitativa de todas las etnias y religiones en la vida pública, lo que podría prevenir nuevos estallidos de violencia.”
La incógnita turca
Uno de los elementos más externos pero igualmente determinantes en este escenario es Turquía. Ankara ha clasificado a las FDS como una organización terrorista debido a sus vínculos con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que ha librado una insurrección contra el estado turco por más de 40 años.
Una de las condiciones no escritas de cualquier estabilidad duradera en Siria será la postura que adopte Turquía frente a la integración de las FDS como unidad cohesionada en el ejército nacional. Abdi se mostró cauto pero optimista: “Si los sirios llegamos a un acuerdo, Turquía no debería tener excusa para interferir dentro de Siria. De hecho, ya hemos notado cierta flexibilidad en la posición turca”.
Datos clave del conflicto sirio
- Desde 2011, el conflicto sirio ha dejado más de 500,000 muertos y ha desplazado a más de 6.6 millones de personas internamente, además de otros 5.6 millones como refugiados en el extranjero (Fuente: ACNUR).
- Las FDS fueron creadas en 2015 y se componen principalmente de combatientes kurdos del YPG, pero también incluyen árabes, asirios y otras minorías.
- Fueron la principal fuerza terrestre apoyada por la coalición internacional liderada por EE.UU. contra el Estado Islámico.
¿Renacimiento o más fragmentación?
El proceso de integración de las FDS en el ejército sirio simboliza algo más que un cambio militar. Representa un posible renacer de la soberanía siria basado en una nueva arquitectura política y multiétnica. No obstante, las complejidades del pasado reciente, los intereses regionales y la fragilidad institucional del país ponen en duda que este acuerdo llegue a consolidarse completamente.
La implementación concreta —desde mando, estructura, hasta códigos de conducta— será observada con lupa tanto por los ciudadanos como por actores externos. Estados Unidos, sin haber manifestado abiertamente su postura, se encuentra ahora en una encrucijada: ¿apoyar esta nueva construcción nacional siria que incluye a su antiguo aliado kurdo aunque ello implique legitimar al nuevo régimen islamista?
Por ahora, los ojos del mundo, y especialmente de la región, están puestos en este inusual acuerdo. Entre el experimento político y la necesidad táctica, Siria podría estar escribiendo el primer capítulo de un largo proceso de recomposición nacional.