Evacuación histórica en Alaska: el precio humano del abandono climático

Miles de personas desplazadas por el tifón Halong en comunidades nativas de Alaska evidencian el fracaso de las políticas preventivas ante el cambio climático

La devastación causada por los restos del tifón Halong en las remotas comunidades costeras de Alaska ha dejado al descubierto no solo la fragilidad de estas zonas frente a fenómenos extremos, sino también las consecuencias directas del abandono institucional y el retroceso en políticas climáticas preventivas.

Un fenómeno sin precedentes

El pasado fin de semana, los residuos del tifón Halong azotaron violentamente la región suroeste de Alaska, trayendo consigo vientos huracanados y marejadas ciclónicas que elevaron los niveles del agua más de 1,8 metros por encima de la pleamar normal en las comunidades de Kipnuk y Kwigillingok, ubicadas cerca del Mar de Bering. Esta catástrofe provocó la destrucción de al menos 121 viviendas solo en Kipnuk, localidad que cuenta con poco más de 700 habitantes.

La magnitud del desastre ha llevado a lo que se considera uno de los mayores puentes aéreos humanitarios en la historia del estado, con la movilización de helicópteros y aviones militares para evacuar a cientos de residentes. Hasta ahora, se han reportado al menos una persona fallecida y dos desaparecidas, y más de 1.500 personas desplazadas se refugian en albergues temporales establecidos de emergencia.

Infraestructura colapsada y condiciones críticas

Las evaluaciones preliminares revelan que la infraestructura esencial se encuentra colapsada en varias comunidades. En Napaskiak, los sistemas de agua potable, saneamiento y pozos han quedado completamente inoperables, mientras que en Kwigillingok se refugian más de 350 personas en una escuela, donde los servicios básicos fueron restaurados apenas el miércoles.

Además, se reportó una posible fuga de hasta 7.600 litros de aceite residual en otra localidad cercana, lo que podría representar un daño ambiental adicional en una región ya golpeada por la catástrofe natural.

El frío inminente complica la situación

Los pronósticos indican la llegada de lluvias y nieve en los próximos días, con temperaturas que podrían descender por debajo de 0 °C. Autoridades de manejo de emergencias afirmaron que hay viviendas que, incluso recibiendo reparaciones de emergencia, no serán habitables antes del invierno.

“El enfoque inmediato es asegurarnos de que las personas estén seguras, abrigadas y cuidadas mientras trabajamos con nuestros socios para restaurar los servicios esenciales,” afirmó Mark Roberts, comandante de la agencia estatal de manejo de emergencias.

¿Una tragedia evitable?

Muchos vinculan el alcance de este desastre al abandono de proyectos federales destinados a fortalecer la infraestructura en comunidades vulnerables al cambio climático. En específico, Kipnuk sufrió la revocación de una subvención de 20 millones de dólares otorgada por la Agencia de Protección Ambiental (EPA) para proteger su red de pasarelas —cruciales en la movilidad y logística del pueblo— y mitigar la erosión en 430 metros del cauce del río.

El proyecto, cancelado por la administración de Donald Trump, fue interrumpido cuando apenas comenzaban tareas administrativas, como la contratación de personal y la adquisición de maquinaria.

“Lo que está pasando en Kipnuk muestra el verdadero coste de retirar el apoyo a comunidades que ya están en primera línea frente a los efectos del cambio climático,” señaló Jill Habig, directora general de Public Rights Project. “Cuando se rompen esos compromisos, se pone en riesgo la seguridad, las viviendas y el futuro de las personas.”

Promesas rotas y prioridades invertidas

Este tipo de subvenciones estaban diseñadas para preparar a las pequeñas comunidades nativas ante los efectos cada vez más intensos del cambio climático. Sin embargo, durante los años de la administración Trump, muchas de estas financiaciones fueron retiradas por motivos ideológicos o presupuestarios, poniendo en jaque la resiliencia de poblaciones ya marginalizadas por su aislamiento geográfico.

Mientras se eliminaban proyectos de mitigación en Kipnuk y otras aldeas indígenas, programas de defensa aumentaban su presupuesto. Entre 2017 y 2020, el Departamento de Defensa vio crecer su asignación en más de 100 mil millones de dólares, mientras que programas comunitarios vieron recortes de hasta 30%, según datos del Congressional Budget Office.

La doble vulnerabilidad de las comunidades indígenas

Los pueblos indígenas de Alaska enfrentan una doble carga: por un lado, su ubicación los hace extremadamente vulnerables al aumento del nivel del mar, erosión costera y otros efectos del cambio climático. Por otro, enfrentan una constante atención insuficiente del gobierno federal.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ya ha advertido en años anteriores que muchas comunidades indígenas de América del Norte —especialmente en Alaska y Canadá— corren grave peligro de desplazamiento climático irreversible en menos de 20 años si no se toman medidas de adaptación y mitigación adaptadas a su realidad cultural y territorial.

Un desplazamiento sin retorno

Autoridades estatales han dejado claro que algunas viviendas no podrán ser rehabitadas incluso después del invierno. Esto supone un riesgo crítico de pérdida cultural, territorial y espiritual para estos pueblos, cuyos asentamientos tienen siglos de historia.

Jeremy Zidek, portavoz de la oficina estatal de manejo de emergencias, confirmó que están buscando albergues de largo plazo y unidades habitacionales temporales, incluyendo hoteles y dormitorios, pero la falta de infraestructura cercana complica enormemente el proceso.

¿Qué podemos aprender de Kipnuk?

  • La preparación importa: la falta de financiamiento a tiempo para obras clave de protección puede derivar en catástrofes humanas y económicas.
  • El cambio climático ya no es una amenaza futura: para decenas de comunidades de Alaska, ya es una realidad que define su presente.
  • La negligencia también mata: la eliminación caprichosa de fondos federales basada en criterios políticos puede tener consecuencias letales.

La historia de Kipnuk nos obliga a repensar no solo cómo se distribuyen los fondos públicos, sino también quién paga las consecuencias cuando se niega el cambio climático cómo prioridad de Estado.

Mientras se escriben estas líneas, cientos de familias siguen sin techo, sin agua potable y sin certezas sobre su futuro inmediato. Lo que ha ocurrido no es una simple tormenta: es el retrato desgarrador de un sistema que abandonó primero la planificación climática, y ahora a su gente.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press