Lesotho tras el corte de ayuda de EE.UU.: vidas en peligro y un sistema de salud al borde del colapso

Una mirada profunda a cómo el retiro de fondos estadounidenses ha puesto en riesgo todo el progreso logrado en la lucha contra el VIH en una de las naciones más golpeadas del mundo

Un sistema de salud construido con esfuerzo internacional

Lesotho, un pequeño reino enclavado en el sur de África y conocido como "el reino en el cielo" por su altitud superior a los 1.000 metros, ha sido durante décadas uno de los países con mayor prevalencia de VIH en el mundo. A pesar de su fragilidad económica, había logrado avances notables gracias al financiamiento externo, particularmente a través del Plan de Emergencia del Presidente de Estados Unidos para el Alivio del SIDA (PEPFAR).

Desde 2003, este programa —el más ambicioso jamás lanzado por un solo país contra una enfermedad específica— canalizó miles de millones de dólares a través de USAID y otras agencias gubernamentales, permitiendo que Lesotho aplicara políticas de “diagnosticar y tratar a todos”, previniera la transmisión maternoinfantil del VIH y alcanzara la tan ansiada meta 95-95-95 de ONUSIDA.

Sin embargo, todo cambió con la reelección de Donald Trump y su decisión de eliminar USAID y congelar la ayuda extranjera en enero de 2025. Lo que siguió fue caos, desempleo, clínicas cerradas, tratamientos suspendidos y miedo generalizado.

De la esperanza al abismo

“Todo el que es VIH positivo en Lesotho es ahora un muerto en vida”, declaró Hlaoli Monyamane, un minero de 32 años obligado a regresar a su aldea tras quedarse sin medicamentos suficientes en Sudáfrica.

Las consecuencias no tardaron en llegar:

  • Más de 1.500 trabajadores sanitarios despedidos.
  • Clínicas cerradas y laboratorios desmantelados.
  • Pacientes comenzando a racionar o abandonar el tratamiento antirretroviral, lo que eleva el riesgo no solo para ellos, sino para toda la comunidad.

Programas clave como el de circuncisión masculina voluntaria, utilizado como método preventivo, o iniciativas dirigidas a mineros y trabajadoras sexuales fueron paralizados.

Las voces de Lesotho

Los testimonios de quienes dependían de estas ayudas son desgarradores:

Mapapali Mosoeunyane, una mujer de 62 años, lidera un grupo de apoyo en Ha Koloboi. Ella recuerda cómo estuvo al borde de entregar a sus hijos en adopción al saber que era VIH positiva. Hoy, teme por el colapso de la red médica que les salvó la vida: “Este ha sido el tiempo más difícil de mi existencia”.

Lisebo Lechela, trabajadora sexual y activista, perdió su empleo en un centro móvil que distribuía condones y medicamentos en gasolineras. Muchos de sus antiguos pacientes siguen llamándola suplicando ayuda. Sin medios, solo puede ofrecer consejos, como el uso del condón femenino —esperando que no los descubran los clientes que se niegan a protegerse.

Thabang Masupha, mujer trans y desempleada, dejó de asistir a clínicas públicas por discriminación. Dependía completamente de una organización financiada por USAID que fue cerrada tras los recortes. Ahora, simplemente raciona sus medicamentos.

“Cuando un niño deja de recibir tratamiento, se siente como un crimen contra la humanidad”, dijo Catherine Connor, directora de la Fundación Elizabeth Glaser Pediatric AIDS, que perdió la mitad de sus programas en Lesotho desde que los fondos fueron retirados.

Un colapso programado: cifras alarmantes

Lesotho tiene una población de apenas 2.3 millones de personas. De estas, alrededor de 260.000 viven con VIH. La dependencia del financiamiento internacional es abrumadora:

  • USAID representaba el 34% del presupuesto de salud del país.
  • El Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) añadía otro 26%.
  • Lesotho financiaba solo el 12% del gasto sanitario nacional.

Algo tan básico como distribuir antirretrovirales por 6 o 12 meses para pacientes móviles se vio fuertemente afectado. Algunos enfermeros llegaron a entregar medicación para un año completo antes de ser instruidos a reducirlo, lo que generó aún más pánico.

Antes del 2025, Lesotho había alcanzado el ambicioso objetivo 95-95-95:

  1. El 95% de las personas con VIH conocían su estado.
  2. El 95% de quienes sabían que eran positivos estaban en tratamiento.
  3. Y el 95% de los tratados tenían carga viral indetectable.

Este avance se tambalea peligrosamente.

¿Lección dolorosa o negligencia estratégica?

Para el gobierno de Lesotho y para los organismos internacionales, el mensaje fue claro: no pueden seguir dependiendo de la buena voluntad variable de gobiernos extranjeros. “Es una llamada de atención severa”, dijo Mokhothu Makhalanyane, presidente del comité legislativo de salud.

Y sin embargo, el intento por transferir fondos directamente a gobiernos —como propuso la nueva estrategia estadounidense— es arriesgado. Según Rachel Bonnifield, del Center for Global Development, “es una propuesta ambiciosa pero de alto riesgo”, ya que sustituye sistemas que, aunque imperfectos, funcionaban.

El impacto global de una firma

El congelamiento inicial de la ayuda y la eliminación de USAID tuvieron consecuencias más allá de Lesotho. Programas sanitarios en alrededor de 130 países quedaron paralizados. ONUSIDA advirtió que si el financiamiento no se restablece, hasta 4 millones de personas podrían morir en todo el mundo.

“Estamos perdiendo terreno importante”, advirtió Pepukai Chikukwa, coordinadora de ONUSIDA en Lesotho, cuya propia posición fue eliminada por los recortes. “Ahora hay esperanza, pero no sabemos si las soluciones puente alcanzarán para cerrar la brecha”.

Madres, niños y comunidades enteras, al borde del abismo

Mujeres embarazadas y madres lactantes ya no tienen acceso garantizado a la medicación para evitar la transmisión del virus a sus hijos. Antes, la tasa de transmisión maternoinfantil había caído del 18% al 6%. Hoy, nadie sabe cuál es la cifra real, pues los sistemas para recopilar datos también se desmantelaron.

Entre tanto, cientos de profesionales como Rethabile Motsamai, psicóloga y madre de dos hijos, siguen desempleados y mirando un futuro incierto. “Muchos pacientes no van a caminar kilómetros hasta una clínica. Simplemente dejarán de tomar su medicación”, lamentó.

¿Un rayo de luz en el horizonte?

En septiembre de 2025, el Departamento de Estado estadounidense anunció que reinstalaría temporalmente algunos de los programas de PEPFAR, incluyendo la compra y distribución de inyecciones preventivas semestrales. Pero la reinstauración de fondos no equivale a la restauración inmediata de operaciones.

“No basta con colgar un cartel que diga: 'Aquí se entregan ARVs' y esperar que la gente haga fila”, dijo Connor. Se necesita reconstruir hospitales, recontratar técnicos, restaurar la confianza de la comunidad y, sobre todo, establecer una hoja de ruta clara y sostenible.

La crisis de Lesotho no solo es una tragedia humanitaria. Es también una advertencia al mundo de lo que sucede cuando la salud pública se subordina a las decisiones políticas de líderes distantes.

Como lo resume Moeketsi Moleme, un exminero de 65 años que antes discriminaba a quienes vivían con VIH y hoy se ha unido a un grupo de apoyo tras ser diagnosticado él mismo: “Los gobiernos de Lesotho y EE.UU. deben hallar una solución. Esto no puede continuar.”

Este artículo fue redactado con información de Associated Press