Madagascar en Llamas: El Golpe de Estado que Surgió desde la Generación Z
Cómo una oleada de jóvenes indignados y una rebelión militar tumbaron a Andry Rajoelina y cambiaron el rumbo del país
La chispa que encendió la revuelta: Protestas juveniles y el malestar generalizado
Madagascar, una isla del océano Índico conocida por su biodiversidad única y su historia colonial francesa, se ha visto sacudida por un golpe de Estado militar que ha llevado a la salida forzada del presidente Andry Rajoelina. Lo más sorprendente de esta revuelta es su origen: una generación joven, conectada, decidida y cansada de esperar cambios.
Todo comenzó el 25 de septiembre de 2025, cuando miles de jóvenes salieron a protestar por los apagones y la falta de agua. La movilización se organizó rápidamente a través de redes sociales, bajo el nombre de "Gen Z Madagascar". Su página de Facebook superó los 100,000 seguidores en cuestión de días. Lo que comenzó como una denuncia por servicios públicos deficientes, se transformó en una revuelta profunda contra el sistema político imperante.
La represión que alimentó la rabia
La respuesta del régimen de Rajoelina fue inmediata: gases lacrimógenos, balas de goma y toques de queda en la capital Antananarivo y otras ciudades. Sin embargo, en vez de disuadir a los manifestantes, la brutalidad estatal fortaleció el movimiento. La ONU confirmó que 22 personas murieron en los primeros días de represión, y denunció un uso desproporcionado de la fuerza contra protestas en su mayoría pacíficas.
El presidente intenta maniobras desesperadas
El 29 de septiembre, en un intento por calmar las aguas, Rajoelina disolvió su gobierno, destituyendo al primer ministro y a su gabinete. Alegó haber escuchado “los reclamos de la juventud malgache”. Pero las protestas continuaban y los reclamos se ampliaban: el costo de vida, el desempleo juvenil, la corrupción y la concentración de poder en una élite desconectada.
Para el 8 de octubre, Rajoelina propuso un diálogo con los manifestantes, pero fue rechazado tajantemente. “No negociamos con un gobierno que asesina a su pueblo”, respondieron los líderes de Gen Z Madagascar. Exigieron la renuncia inmediata del presidente.
La rebelión dentro del ejército
El cambio decisivo vino el 11 de octubre, cuando un grupo de élite del ejército, comandado por el coronel Michael Randrianirina, se rebeló. En lugar de reprimir a los manifestantes, los soldados escoltaron sus marchas con vehículos blindados hasta la Plaza 13 de Mayo, lugar emblemático de protestas históricas. Allí, Randrianirina declaró públicamente que sus tropas desobedecerían cualquier orden del presidente.
“Nos ponemos del lado del pueblo. El presidente debe dimitir de inmediato”, declaró el coronel ante miles de jóvenes.
Del silencio al exilio
Durante los días siguientes, Rajoelina guardó silencio. El 12 de octubre, cuando Randrianirina se autoproclamó líder de facto del ejército y designó un nuevo general, el presidente, desde un paradero desconocido, denunció un intento de golpe de Estado.
Finalmente, el 13 de octubre, Rajoelina apareció en redes sociales. Dijo haber huido del país ante un supuesto intento de asesinato en su palacio presidencial. Afirmó seguir siendo el líder legítimo y pidió que se respetara la Constitución, sin revelar su ubicación.
El día del quiebre
El 14 de octubre fue el día del clímax. Desde su escondite, Rajoelina intentó una jugada final: disolver el Parlamento para evitar su destitución. Los legisladores ignoraron la orden y votaron masivamente por su impeachment.
Minutos después, Randrianirina apareció junto a oficiales en el antiguo Palacio Presidencial, anunciando que el ejército tomaba el poder. Declaró la formación de un Consejo Militar de Transición, que gobernará durante 18 meses antes de convocar elecciones.
¿Quién es Michael Randrianirina?
El nombre del coronel Michael Randrianirina era poco conocido hasta ahora. Criado en Antananarivo, se formó en academias militares de Francia y ha sido parte de misiones de paz de la ONU. Ganó respeto por sus posturas firmes contra la corrupción dentro de las fuerzas armadas. Para muchos, su adhesión a las protestas fue vista como un gesto patriótico.
El 15 de octubre, Randrianirina anunció que asumirá la presidencia interina y que será investido oficialmente en el Tribunal Supremo el viernes próximo.
¿Renacer democrático o nuevo autoritarismo?
Esta toma de poder militar plantea interrogantes profundos:
- ¿Será esta una transición democrática?
- ¿Qué papel tendrán los jóvenes, especialmente el movimiento Gen Z Madagascar, en la reconstrucción política?
- ¿Puede confiarse en un gobierno de facto militar?
Las experiencias del continente africano muestran riesgos significativos: según el Centro Africano de Estudios Estratégicos, más de 10 golpes de Estado se han registrado en África desde 2020, muchos con consecuencias negativas para la democracia.
Generación Z: motor de un nuevo modelo político
Más que un fenómeno local, esta revuelta se inscribe en una tendencia global: la emergencia de una juventud hiperconectada, impaciente y activista. Desde Irán hasta Chile, pasando por Colombia y Tailandia, la Generación Z ha liderado protestas que exigen equidad, justicia y representación verdadera.
En Madagascar, estos jóvenes van más allá de la protesta. Algunos ya hablan de construir un partido político secular, inclusivo y digital. Su reto será evitar que el movimiento se disuelva o sea cooptado por el poder militar.
“Madagascar no será la misma, esta vez sí vamos a construir el país que soñamos”, dijo Aro Hasina, una de las líderes del movimiento.
Un país ante una encrucijada
Con el presidente derrocado, el Parlamento disuelto y el ejército en control, Madagascar se enfrenta a una disyuntiva histórica. La comunidad internacional observa con atención, mientras organismos como la ONU y la Unión Africana llaman al respeto del estado de derecho.
Lo que está en juego es más que una simple transición política: es el rediseño del contrato social de un país históricamente azotado por la pobreza, la desigualdad y el clientelismo político.
Mientras tanto, los jóvenes siguen en las calles, no ya pidiendo, sino exigiendo su derecho a un futuro digno.