Tensión, diplomacia y estrategia: la brutal escalada entre Pakistán y Afganistán que revive viejas tensiones
Una nueva ola de violencia entre ambos países sacude la frontera y pone a prueba la frágil estabilidad de Asia Central
Desde el 10 de octubre de 2025, el mundo ha sido testigo de una escalada violenta entre Pakistán y Afganistán que ha dejado un saldo de decenas de muertos y cientos de heridos en ambos lados de la volátil frontera conocida como la Línea Durand. A pesar de un precario alto al fuego alcanzado recientemente, la tensión latente entre los dos países ha encendido alarmas en la comunidad internacional.
Una historia de fronteras y desconfianza
La raíz del conflicto entre Afganistán y Pakistán es profunda, histórica y cargada de desacuerdos geopolíticos. La famosa frontera de 2.611 kilómetros, trazada por los británicos durante la época colonial, jamás fue reconocida plenamente por Afganistán. Esta línea ha sido epicentro de disputas, tensiones militares y movimientos insurgentes por décadas.
Con la llegada del Talibán al poder en Kabul en 2021, tras la retirada de las fuerzas estadounidenses y el colapso del gobierno respaldado por Occidente, la situación interna de Afganistán cambió drásticamente. Pero en lugar de traer estabilidad, dicha transición avivó problemas aún más complejos: presencia de grupos terroristas, crisis humanitaria y agravamiento de tensiones vecinales.
La violencia reciente: cifras alarmantes
Según la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán (UNAMA), al menos 17 civiles afganos murieron y 346 resultaron heridos solo en Spin Boldak, una ciudad fronteriza en el sur afgano. Estas cifras corresponden al día más mortífero del conflicto, el 16 de octubre.
Además de estos datos, UNAMA reportó al menos 16 víctimas civiles más en otras provincias afganas producto de las hostilidades transfronterizas. Por su parte, Pakistán no ha proporcionado cifras oficiales sobre sus bajas civiles, aunque medios locales reportan decenas de muertos y heridos en la región del Balochistán, particularmente en la localidad fronteriza de Chaman.
El papel de los actores internacionales
Diversas potencias regionales como China, Rusia, Irán y Turquía han intervenido diplomáticamente, instando a ambas partes a frenar la violencia. No es una preocupación menor: la creciente inestabilidad en esta parte del mundo puede ser un caldo de cultivo perfecto para el resurgimiento de grupos extremistas como Estado Islámico – Provincia de Jorasán (ISKP) y Al-Qaeda, que ya han dado señales de reactivación en zonas remotas de Afganistán.
Desde la Agencia de Seguridad Regional con sede en Moscú, el portavoz Grigori Zalensky alertó: “Una escalada sostenida entre Afganistán y Pakistán solo fortalecerá a los elementos extremistas y debilitará los esfuerzos multilaterales de reconstrucción y lucha contra el terrorismo.”
¿Qué motiva esta escalada?
Pakistán acusa al Talibán de permitir el refugio de militantes anti-paquistaníes en suelo afgano, particularmente del grupo Tehrik-i-Taliban Pakistan (TTP), organización que ha llevado a cabo decenas de atentados en Pakistán en los últimos años. Kabul, gobernado por el Talibán, lo niega rotundamente. Según ellos, Pakistán está fabricando excusas para tomar acciones unilaterales contra civiles afganos.
La narrativa paquistaní insiste en que los ataques en el Balochistán y otras zonas se gestan desde bases seguras en Afganistán. Islamabad explica que el TTP no solo se refugia allí, sino que también es armado y entrenado dentro del territorio afgano —un argumento que recuerda al tipo de tensión observada durante la Guerra Fría con Afganistán como campo de batalla indirecto.
El drama humanitario
Las consecuencias del conflicto han sido devastadoras para la población civil. Además de los muertos y heridos, miles de personas han sido desplazadas a lo largo de la frontera. Los cruces clave como Spin Boldak-Chaman han sido cerrados, lo que ha afectado gravemente el comercio bilateral —vital para el sustento diario de miles de familias.
ONGs internacionales denuncian que niños, mujeres y ancianos están siendo los más perjudicados. Con hospitales saturados, carreteras cortadas y rutas de ayuda cerradas, la situación es de emergencia. La ONG internacional Save the Children indicó en un comunicado que “más del 60% de los heridos atendidos por nuestros equipos eran menores de 18 años”.
¿Es sostenible el alto al fuego?
El cese al fuego anunciado el 17 de octubre ha sido acogido con escepticismo. Aunque no se reportaron enfrentamientos durante las 24 horas siguientes, analistas como el profesor Ahmed Rashid, autor de Taliban: Militant Islam, Oil and Fundamentalism in Central Asia, lo consideran frágil:
“Ambas partes están bajo presión internacional, pero los problemas estructurales —refugio a insurgentes, desconfianza histórica, intereses tribales en la zona— no han cambiado. Cualquier provocación o incidente menor puede reactivar el conflicto.”
La comunidad internacional reacciona
Desde Nueva York, el Secretario General de la ONU, António Guterres, hizo un llamado urgente el jueves:
“Instamos al diálogo constructivo y al respeto del derecho internacional humanitario. La vida de los civiles no puede ser una moneda de cambio geopolítica.”
En tanto, Estados Unidos se mantiene en una postura cautelosa, tratando de no involucrarse directamente en una zona que le ha costado sangre y dinero durante dos décadas. Sin embargo, diplomáticos en el Departamento de Estado confirmaron que el embajador estadounidense en Islamabad ha mantenido conversaciones con ambas partes para propiciar canales de comunicación directa.
¿Qué sigue?
Afganistán y Pakistán se encuentran en un cruce peligroso. Si bien comparten religión, cultura e incluso relaciones familiares a través de la frontera, las diferencias étnicas, políticas y estratégicas han creado un abismo difícil de cerrar.
En este contexto, la continuidad del alto al fuego dependerá en gran medida de la voluntad real de ambas capitales por contener la polarización interna y avanzar hacia mecanismos de verificación e intervención conjunta. A largo plazo, será indispensable un acuerdo fronterizo formal, algo improbable en un escenario donde ni siquiera existe confianza elemental entre los gobiernos.
El mundo observa con atención. Porque la inestabilidad en esta yerma franja fronteriza no es un conflicto local, sino una chispa más que puede incendiar toda Asia Central y permitir que viejas amenazas vuelvan a encontrar terreno fértil.