Una tragedia salvadoreña: el precio de perseguir el sueño americano en las carreteras de Estados Unidos
Una familia entera muere en un accidente vial en Georgia, desatando dolor en El Salvador y poniendo de relieve las condiciones migratorias, el peligro en las carreteras y la fragilidad del sueño migratorio
Una comunidad en luto, un país en shock y una verdad dolorosa asoma: alcanzar el sueño americano puede costar vidas. La reciente muerte de ocho miembros de una familia salvadoreña en un accidente de tránsito en Georgia, Estados Unidos, ha estremecido a El Salvador. A través de esta historia, exploraremos no solo la tragedia, sino también el trasfondo social, histórico y migratorio que la envuelve.
El accidente que apagó una familia
El lunes por la tarde, una van con ocho pasajeros salvadoreños fue impactada por un semirremolque en la carretera de Jackson County, Georgia. El vehículo volcado se incendió, provocando la muerte inmediata de todos sus ocupantes. Entre las víctimas se encontraban Maribel Ramírez, de 42 años, sus cinco hijos —Justin, Andy, Natali, Evan y Kenia (embarazada de tres meses)—, el esposo de Kenia, Darwin, y su hijo de 3 años.
El conductor responsable, Kane Aaron Hammock, de 33 años, fue arrestado y acusado de ocho cargos de homicidio vehicular en segundo grado, feticidio y conducción negligente. La causa del accidente parece haber sido el exceso de velocidad y la conducción temeraria. Hammock también enfrentaba cargos por circular sin registro vehicular y por seguir demasiado cerca de otro vehículo.
La migración como legado familiar
Desde Tepetitán, un pequeño municipio de unas 4,000 personas en el departamento de San Vicente, El Salvador, el dolor se percibe como una nube densa. Maribel fue la primera en migrar hace casi dos décadas, buscando mejores oportunidades laborales. Se desempeñó como jornalera antes de establecerse y empezar a traer a sus familiares.
“Mi hermana Maribel se fue como muchos otros salvadoreños. Un día dijo ‘me voy’, y se fue,” recuerda su hermana Carmen Gavidia Ramírez, aún con los ojos rojizos por el llanto.
La migración salvadoreña a Estados Unidos tiene raíces profundas. Según el Migration Policy Institute, casi 1.4 millones de salvadoreños viven actualmente en EE. UU., ya sea con estatus legal, TPS o indocumentados. Muchos se ven forzados por la violencia, la pobreza o la falta de oportunidades en casa.
El costo de morir en el extranjero
Volver muerto a tu país natal implica más que sufrimiento emocional: también hay un precio económico. Repatriar los cuerpos de las víctimas puede costar hasta $100,000 USD, una suma inalcanzable para la mayoría.
“Nos dijeron que llevarlos a casa puede salir en $100,000. No sabemos si el gobierno va a cubrir todo o solo una parte,” dijo Carmen Gavidia, explicando que el Ministerio de Relaciones Exteriores ha ofrecido apoyo, pero que los trámites son complejos.
Una campaña en GoFundMe dirigida por un amigo de la familia había reunido más de $16,000 en menos de 48 horas. La comunidad salvadoreña en EE. UU. ha mostrado una notable solidaridad en casos similares, entendiendo que el dolor de uno es el dolor de todos.
La cara oculta del “sueño americano”
La narrativa del “sueño americano” como sinónimo de éxito, bienestar y libertad ha sido cuestionada cada vez más, al enfrentarse con realidades como:
- Condiciones laborales precarias.
- Inseguridad migratoria (como la posible eliminación del TPS).
- Costos de vida elevados en ciudades fronterizas.
- Riesgos en las carreteras de EE. UU.: en 2022, hubo 42,795 muertes por accidentes de tráfico en Estados Unidos, según la Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en las Carreteras (NHTSA).
Este accidente particular destaca que incluso estando ya en tierra “prometida”, los peligros persisten y pueden destruir en segundos lo construido durante décadas.
¿Quién protege a los migrantes en las carreteras?
En estados como Georgia, los conductores de camiones de carga —una industria donde sobran las demandas laborales— suelen trabajar horas excesivas, lo que aumenta el riesgo de accidentes por fatiga. La regulación, aunque existente, muchas veces no se cumple a cabalidad.
Según la Federal Motor Carrier Safety Administration (FMCSA), en 2021 hubo más de 5,700 muertes relacionadas con vehículos de carga pesada en EE. UU., la cifra más alta en 18 años.
El Estado debe aumentar la supervisión sobre estas empresas y conductores. Además de aplicar justicia, es crucial prevenir.
Tragedias que se repiten
No es la primera vez que una familia entera emigrada de Centroamérica pierde la vida en Estados Unidos. Basta recordar:
- La muerte de Óscar Martínez y su hija Valeria en 2019, ahogados en el Río Bravo intentando cruzar.
- La tragedia del tráiler en San Antonio en 2022, donde murieron 53 migrantes, muchos centroamericanos, por asfixia.
El factor común es el mismo: migrantes buscando una vida mejor, atrapados en sistemas que no están diseñados para protegerlos como seres humanos.
La resiliencia del pueblo salvadoreño
A pesar del dolor, la comunidad en Tepetitán permanece firme. Las visitas de vecinos, las oraciones colectivas, e incluso pequeñas donaciones, muestran una civilidad que trasciende fronteras. La familia Ramírez no será olvidada allí.
“Ella nos enseñó cómo luchar,” dice Gavidia, apretando un retrato escolar de su sobrina Kenia. “Maribel lo dio todo por sus hijos, por su madre, por nosotros.”
¿Qué sigue para la familia y para la comunidad?
Además de la presión para repatriar los cuerpos, el caso judicial contra Kane Hammock avanza. En Georgia, las penas por homicidio vehicular pueden alcanzar hasta 15 años por persona fallecida. Las autoridades han señalado que seguirán investigando si hubo negligencia empresarial más allá del conductor.
Al mismo tiempo, organizaciones como CARECEN y el Comité Salvadoreño El Pescador están ofreciendo asesoría legal a la familia y ayuda psicológica.
Todo esto, mientras El Salvador —actualmente gobernado bajo un régimen de excepción con alto control policial— mantiene sus retos de fondo: crear condiciones para que migrar no sea necesario.
Como escribió la poeta salvadoreña Claudia Lars: “No hay vuelo sin raíz”. La migración es válida, sí, pero debería ser siempre un acto de elección y no de desesperación.