¿Puede el modelo de paz en Irlanda del Norte inspirar una salida al conflicto en Gaza?

Lecciones de un proceso complejo hacia la reconciliación: qué enseñanzas ofrece el Acuerdo del Viernes Santo para buscar la paz duradera entre Israel y Palestina.

  •  EnPelotas.com
    EnPelotas.com   |  

En medio del devastador conflicto en Gaza, una creciente cantidad de voces internacionales señala la necesidad urgente de buscar inspiración en experiencias pasadas de resolución de conflictos para guiar el futuro de la región. Entre esos modelos, el proceso de paz en Irlanda del Norte durante la década de los 90 se presenta con fuerza como una fuente de posibles lecciones para encarar el presente desafío en Medio Oriente.

El caso irlandés: una guerra de baja intensidad, pero prolongada

Entre finales de los años 60 y 1998, Irlanda del Norte vivió un periodo conocido como los Troubles (los Problemas), un violento conflicto sectario, político y nacionalista que dejó alrededor de 3,600 personas muertas y más de 50,000 heridas. El enfrentamiento involucró principalmente a grupos paramilitares republicanos como el IRA (Ejército Republicano Irlandés), que buscaban la reunificación con Irlanda, y fuerzas leales al Reino Unido, con intervenciones del ejército británico.

En 1998, tras múltiples intentos fallidos, negociaciones tensas e intervención internacional, se logró firmar el Acuerdo del Viernes Santo (Good Friday Agreement), que marcó un antes y un después en la historia moderna del Reino Unido. El proceso fue complejo, largo (más de dos años de negociaciones), pero demostró que incluso los conflictos más enconados pueden encontrar un punto de inflexión.

Paralelismos tenues, diferencias evidentes

La reciente guerra entre Israel y Hamas, desatada el 7 de octubre de 2023 tras el mortífero ataque del grupo palestino y la posterior ofensiva de Israel que ha dejado cerca de 68,000 muertos palestinos según fuentes locales, genera interrogantes sobre cómo poner fin a un conflicto profundamente arraigado en la historia del siglo XX.

Expertos como Peter McLoughlin, profesor de Historia y Política en la Universidad de Queen’s en Belfast, señalan que aunque existen paralelismos en cuanto a desconfianza mutua, violencia paramilitar y el papel de actores externos, también hay diferencias sustanciales: la escala del sufrimiento y destrucción en Gaza, la dinámica geopolítica de Medio Oriente y el rol del extremismo religioso otorgan una dimensión mucho más compleja al conflicto israelí-palestino.

El papel de Tony Blair y Jonathan Powell

Una evidencia concreta del interés por aplicar el “modelo de Irlanda del Norte” a Gaza es la participación de figuras clave como Tony Blair (primer ministro británico entre 1997 y 2007) y su exjefe de gabinete Jonathan Powell, pilares en el proceso de paz irlandés, en conversaciones con Estados Unidos y otros actores sobre el futuro de Gaza.

Actualmente, Powell asesora al gobierno del primer ministro británico Keir Starmer, quien recientemente expresó: “Estamos listos para desempeñar un papel clave en el desarme de Hamas, basándonos en nuestra experiencia en Irlanda del Norte”.

Pero ¿es realista esperar una réplica del modelo norirlandés en Gaza?

El desarme: el punto más delicado

Uno de los nudos más críticos del proceso en Irlanda del Norte fue el desarme de los grupos paramilitares, especialmente del IRA. La primera entrega de armas no llegó sino hasta 2001 (tres años después del acuerdo) y el desarme completo se completó en 2005, producto de una combinación de incentivos políticos, garantías verificables y supervisión internacional.

Un proceso similar en Gaza luce difícil. Hamas ha declarado públicamente que no está dispuesto a entregar sus armas a Israel, aunque hay matices en su disposición a transferirlas a una autoridad palestina o árabe neutral. El problema es que no existe aún ninguna autoridad ampliamente legitimada para asumir esa función, ni dentro de Palestina ni en el consenso internacional.

Niall Ó Dochartaigh, politólogo de la Universidad de Galway, afirma: “En Irlanda, el desarme sólo fue posible cuando el IRA se convenció de que el acuerdo político era real y tenía garantías sólidas”.

¿Y si se excluye a Hamas?

En Irlanda del Norte, un elemento controversial pero fundamental fue que las conversaciones incluyeron, en distintas etapas, a grupos con historia de violencia. Entablar un proceso de paz excluyendo de entrada a Hamas —una organización que gobierna Gaza desde 2007— genera dudas sobre la representatividad y sostenibilidad futura del acuerdo.

Como indica el académico McLoughlin: “El proceso fue inclusivo en el sentido amplio, con participación incluso de militantes. Excluir a Hamas y esperar que al mismo tiempo entreguen las armas podría ser iluso”.

El factor internacional: entonces Clinton, hoy ¿Biden y la ONU?

El éxito del Acuerdo del Viernes Santo se debió también al firme compromiso de Estados Unidos. El entonces presidente Bill Clinton invirtió capital político, diplomático y tiempo en apoyar las negociaciones. Hoy, el rol del presidente Joe Biden y de instancias como la ONU será clave para cualquier proceso serio en Gaza.

Sin embargo, el llamado plan Trump para Gaza —presentado por influencias cercanas al expresidente e impulsado por aliados regionales— se percibe como limitado: carece de una ruta concreta hacia la creación de un Estado palestino y se enfoca esencialmente en el desarme sin abordar temas históricos como Jerusalén, el retorno de refugiados o los asentamientos en Cisjordania.

Como señaló la reconocida analista Bronwen Maddox de Chatham House: “El Reino Unido puede jugar un rol diplomático pequeño, pero no es garantía de éxito. Irlanda del Norte fue una negociación exitosa, pero muy específica. Aplicar el mismo molde en Gaza podría no ser factible”.

Estructuras institucionales: otra diferencia fundamental

El Acuerdo del Viernes Santo no solo puso fin a la violencia: creó un sistema de gobierno compartido, asambleas legislativas y prácticas de reconciliación. Si bien ha enfrentado crisis y suspensiones, todavía hoy sostiene a los actores políticos dentro de un marco institucional.

En Gaza (y Cisjordania), no existen tales estructuras permanentes de confianza mutua entre partidos rivales. La división entre Hamas (Gaza) y la Autoridad Nacional Palestina (Cisjordania), los bloqueos territoriales y la continua ocupación militar dificultan la formación de un aparato político estable o de transición.

¿Qué lecciones sí pueden aplicarse?

  • Paciencia estratégica: Irlanda del Norte mostró que el desarme, la reconciliación y transformación política son lentos. El proceso duró más de una década completa.
  • Supervisión internacional neutral: En Irlanda del Norte, la Comisión Internacional Independiente se encargó de verificar el desarme y generar confianza mutua entre adversarios. Gaza podría beneficiarse de un mecanismo similar manejado por una coalición multinacional.
  • Participación inclusiva: Aunque incómodo, participar con representantes de grupos armados fue clave para su desmovilización y transformación en actores políticos. Sin Hamas en la mesa, un proceso en Gaza podría carecer de legitimidad local.
  • Garantías políticas verificables: El IRA no entregó sus armas por palabras bonitas. Necesitó ver resultados políticos tangibles y compromisos firmemente garantizados por terceros. Lo mismo será necesario para Hamas o facciones palestinas.

El riesgo de una paz “frágil”

Incluso tras el Acuerdo en Irlanda del Norte, el sistema ha enfrentado momentos de colapso. En 1998, cuatro meses después del acuerdo, una bomba del IRA Real dejó 29 muertos en Omagh. Y aún hoy grupos disidentes intentan atentados menores. Aun así, ningún retorno a la guerra ha sucedido.

¿Se puede esperar algo similar en Gaza? Posiblemente, pero no sin haber construido antes un mínimo de instituciones funcionales, confianza mutua real y aceptación internacional de compromisos claros —incluyendo una hoja de ruta hacia el reconocimiento de un Estado palestino.

La lección final

El conflicto en Gaza no tendrá una salida simple ni rápida. Pero como dijo Kristian Brown de la Universidad de Ulster: “El desafío es monumental. Pero si el modelo irlandés enseña algo, es que con paciencia, inclusión e instituciones fuertes, incluso las heridas más profundas pueden comenzar a sanar”.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press