Bukele y su cruzada animalista: ¿puede El Salvador convertirse en modelo de bienestar para gatos y perros callejeros?

Tras arrasar con las pandillas, el presidente salvadoreño Nayib Bukele apunta a un viejo problema: los animales abandonados. ¿Es posible una revolución humanitaria sin precedentes en América Latina?

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Una nueva cruzada con patas y bigotes

Luego de una ofensiva sin precedentes contra las pandillas que convirtió a las cárceles salvadoreñas en íconos mediáticos, el presidente Nayib Bukele ha decidido emprender otra campaña que, si se hace bien, podría tener repercusiones éticas y sociales de enorme calado. Esta vez, el enemigo a combatir no lleva tatuajes ni armas, sino que vaga hambriento por las calles, entre el calor del asfalto y los restos de basura: los animales callejeros.

“Miles de perros y gatos viven en nuestras calles. Queremos cambiar eso, pero sin crueldad”, escribió Bukele en la plataforma X (antes Twitter), el 8 de octubre. Y añadió: “¿Quién quiere venir a ayudar?”. La invitación no tardó en rebotar internacionalmente y generar simpatías, especialmente entre activistas y organizaciones de bienestar animal.

Una realidad desgarradora: cifras e imágenes que hablan

En San Salvador, como en muchas ciudades latinoamericanas, los animales callejeros son parte del paisaje urbano. Algunos incluso desarrollan sorprendentes habilidades, como cruzar seis carriles de tránsito sin dudarlo. Pero detrás de esas anécdotas hay un trasfondo triste: desnutrición, enfermedades, heridas sin tratar y, sobre todo, una sociedad que mira hacia otro lado.

Si bien no existen cifras oficiales actualizadas, organizaciones como la Fundación Gratitud calculan que tan solo en el Área Metropolitana de San Salvador podría haber más de 100,000 animales callejeros. Y eso es solo una estimación conservadora.

¿Un proyecto presidencial con impacto social?

El enfoque de Bukele contrasta con la falta histórica de políticas públicas en El Salvador en materia de bienestar animal. Sin embargo, como señala Patricia Madrid, directora de Fundación Gratitud, “el trabajo voluntario ya no alcanza. Necesitamos una estructura formal, una política de Estado”.

El presidente ha dado unos primeros pasos en esa dirección. En 2021, su partido oficialista Nuevas Ideas empujó una ley que tipifica el maltrato animal como delito penal, con penas de dos a cuatro años de prisión. Un año después, inauguró el Hospital Veterinario Público Chivo Pets, el primero de su tipo en la región, donde los tratamientos básicos cuestan apenas 25 centavos—pagables también en Bitcoin, por supuesto.

La ideología detrás del acto

Para entender este viraje en la agenda estatal es preciso comprender la marca política de Bukele. El presidente ha sabido convertir cada política pública en un espectáculo mediático, con una narrativa de “primero en la región” y una estética moderna que se proyecta a nivel global.

¿Es una máscara comunicacional o un verdadero cambio de paradigma? Ese es el gran dilema que divide a sus detractores y seguidores. Lo cierto es que iniciativas simbólicas como la de los animales abandonados podrían tener un enorme poder emocional en la ciudadanía e incluso mejorar la imagen internacional del país.

Colaboradores nacionales e internacionales: el apoyo crece

Las reacciones no se hicieron esperar. Niall Harbison, un influencer irlandés radicado en Tailandia famoso por rescatar perros, respondió a Bukele en X: “Estoy en una misión para salvar perros callejeros en todo el mundo. Me encantaría ayudar. Podemos mostrar cómo una colaboración público-privada puede funcionar para inspirar a otros”.

El presidente respondió con un escueto pero contundente: “Hagámoslo”.

Mientras tanto, organizaciones como Buena Fortuna Rescue en Zacamil expresan su esperanza. Su vocera, Rafaela Pérez, advierte que el problema es mucho más grave de lo que se ve en redes sociales y urge una campaña masiva de educación: “Hay que cambiar esa mala cultura de abandonar animales. Son seres vivos”.

Los desafíos: dinero, educación y voluntad política

Uno de los grandes interrogantes es de dónde saldrán los fondos para ejecutar estas políticas. Bukele ha alardeado públicamente de las ganancias con Bitcoin, pero la realidad es más compleja: El Salvador recibió un préstamo del Fondo Monetario Internacional por $1,400 millones este mismo año y registra crecientes niveles de deuda.

No obstante, la causa animalista no requiere necesariamente un gasto exorbitante si se planifica de forma estratégica:

  • Campañas masivas de esterilización en alianza con veterinarias privadas.
  • Educación comunitaria desde las escuelas para fomentar la tenencia responsable.
  • Refugios regionales administrados por ONG’s con apoyo estatal, como ocurre en países como Chile y Colombia.

Ejemplos internacionales muestran que si hay voluntad política, social y privada, se puede lograr. En Medellín, Colombia, por ejemplo, la Secretaría de Bienestar Animal ejecuta desde hace años un plan modelado en tres ejes: rescate, salud y adopción. Y ha logrado reducir en más de un 30% el número de animales callejeros desde 2015 (datos de la Alcaldía de Medellín).

¿Puede El Salvador convertirse en un modelo regional?

En pleno debate sobre derechos humanos, legalidad y autoritarismo, Bukele ha llevado a su país al centro de atención mundial. Si logra estructurar una política de protección animal efectiva y replicable, se podría estar ante un nuevo tipo de liderazgo latinoamericano: uno que actúa tanto con mano dura como con compasión, aunque siempre bajo su propio estilo grandilocuente.

La pregunta es si esta nueva cruzada se quedará como otra fabulosa puesta en escena o si realmente se traducirá en un cambio sistémico en la forma en que los salvadoreños —y por qué no, los latinoamericanos— se relacionan con sus animales.

Por ahora, la pelota (o el hueso) está del lado del gobierno.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press